sábado, 11 de diciembre de 2010

13 de septiembre (Parte 4)

  Me puse a lavar una franela y descolgar, doblar y guardar una ropa que tenía secando afuera. Ya se habían hecho las cinco de la tarde. Como mi puerta no está cerrando bien y en varias ocasiones me he golpeado fuertemente la mano izquierda al tratar de desencajarla, le grité a Jhonny, uno de los guariqueños que está trabajando en la finalización de la cascarita-suite, que cuando bajase le dijese a Joaquín que mi puerta no cerraba y que me estaba lastimando las manos en los intentos de abrirla. Que, por favor, subiese a arreglarla.
  A la media hora llegaron Joaquín, Freddy, su ayudante, y el propio Jhonny. Sacaron bisagras y tornillos. Lucharon con la puerta más de cuarenta minutos para poder cuadrarla.
  Mientras ellos trabajaban en el encuadre yo lo observaba y, de tanto en tanto, chequeaba un risotto que estaba preparando. Al fin lo lograron y se fueron.
  Al estar solo, me hice la señal de la cruz y en silencio interior le di gracias a Dios por la comida que me había ofrendado. (Desde que estoy en la montaña siempre lo hago durante todas las comidas. En casa lo hacía muy poco). Comí y me dispuse a dormir.


TODO POR UNA TIRADITA…

   Ahora son un cuarto para las cinco de la mañana del día jueves. Ya se fue el fatídico día 13. No sé si desheredarlo o seguir creyendo en el, porque esta vez el bendito 13 se ensañó conmigo.
  Retomé el Diario a las 2:15 a.m. ya que no pude seguir durmiendo. Otro sueño, muy confuso y salpicado de pesadilla, me despertó sobresaltado. Antes, a eso de las once y media de la noche, me despertó el repicar del celular. Era Maura, pero no atendí la llamada. Dejó un mensaje y como el bip que avisa que hay un mensaje sin escuchar en el teléfono era harto fastidioso para mi endeble paz, me incorporé de la cama y apagué el aparato. Hice pipí y volví a acostarme.
  Al despertar esta madrugada lo escuché. Había dos de ella misma. “¿Por qué no atiendes? ¿Dónde andas metido? ¿Solucionaste el problema de la nevera? (¿Y con qué dinero voy a comprarla si estoy hasta el cuello de deudas?) ¿Cuándo cambiarás el número?”, y más preguntas y más blablablá. Después y para finalizar: “¡Besos!... Te llamo mañana”.
  ¡Coño, qué ladilla! Y todo por una tiradita. Un buen polvo sí, pero una tiradita al fin y al cabo.
  Hasta el momento no he sabido nada de Antonello y Luna.
  Voy a asentar en el Diario el poema que escribió en la que iba a ser la página 671 de este manuscrito. No le puso título y aunque costó descifrar algunos de sus garabatos alcohólicos, creo que no está nada mal si se toma en cuenta las condiciones en que estaba.

Río ancestral
Cauce vital
Cuenca abierta
Amor fluvial.

Sensación escondida.
Invasión agobiante
Consumador ardor
Entrañas pujantes.

Fuerza instintiva
Corazón emocionado
Caricia sutil
Trance sensual.

Oración parida
Grito tribal
Liberación espiritual
Éxtasis desbordante
Luz angelical.
Luces fugaces
de amantes azules.

  Mi mano está entumecida. Son las 5:05 a.m. Voy a descansar un rato. Proseguiré después, porque mi mañana, a pesar de estar todavía cerca del desaparecido y moribundo día 13, fue magnífica.

MAÑANA:                                                                              
  Tengo haciéndolo desde que llegó de Aruba con Dorian, no en la esperanza de topármela y verla, sino de cazarla con el fantasmagórico amante que punza mi atormentado corazón. Hasta a altas velocidades, cuando diviso una a lo lejos, voy tras ella.


diegofortunato2002@yahoo.es
http://diariodeundesesperadodiegofortunato.blogspot.com/

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