Me siento perdido. Muy perdido en la oscuridad de mí tormento. A fin de apaciguarlo me miento por instantes y me digo: “Carolina dejó su auto a buen resguardo y viajó con mi querido Dorian sola, sin ninguna otra compañía”. Pero al rato, mi mente, a fin de no concederme tregua ni paz, vuelve a meter su aguijón en mi sangrante herida y susurra: “Pero recuerda Leonardo que un día o dos antes de la debacle tú mismo le interceptaste un mensaje en la contestadora de su celular donde un tal Miguel José, de una supuesta agencia de colocaciones le dejó el mensaje: Carolina (sin el señora antecediéndole) es Miguel José por el servicio que pidió. Por favor llámame al 545…”. Escuché hasta allí. No anoté el número porque borré instintivamente el mensaje por creer que carecía de importancia. ¿Por qué esa llamada? Por qué Carolina estaba buscando servicio si tiene dos, una fija, la nana Elsa, que es muy buena, y otro de “por día”. ¿No era para ella?… ¿Para quién era, entonces?... Y mi mente volvió a cabalgar en la incertidumbre y se contestó: “¡Claro, muy claro! Envió a la fija de vacaciones a su pueblo y se buscó otra (que no conociese su entorno familiar) para que cuidase al niño, ya que es una apática floja de primera, y ella andar de brazos y feliz con su amante. Al regresar la despediría y así nadie se enteraría de con quién andaba. Como ella es tan maquiavélica, tan enferma de la psiquis, le habría dicho a su “nuevo amor” lo mismo que me repitió en varias ocasiones antes de partir: “De ahora en adelante me considero una viuda”.
Lo planificó todo con frialdad diabólica. Hacía algo similar cuando andábamos de amantes para que nadie supiese que estaba conmigo y a dónde íbamos. Engañaba a todo el mundo con tal serenidad, que yo me asustaba. Es una hábil mentirosa, una mitómana compulsiva. Así lo hizo durante nuestros calientes fines de semana y escapadas juntos. Con su cara bien lavada dice las mentiras más atroces sin siquiera pestañear y menos arrepentirse. Parece divertirse con la maldad… Haciendo daño.
Pero, ¿estaré pensando mal?… ¿El diablo invadió mí espíritu? ¿Será ella capaz de tan maligno engaño? Pero si yo hablé dos veces por teléfono con Doris, el servicio de por día, para saber dónde estaba Elsa, la nana, y ella me aseveró que estaba con Carolina, que no la había despedido. ¡Oh, turbadora confusión!... ¿Qué estará pasando en realidad?... Entonces, Dios, ¿a qué se deben mis sospechas, mis presunciones?... ¿Estará ella sufriendo al igual que yo?... Dios, porqué me atormentas y llenas de dudas… ¡Sácame de mi tormento! ¿Quién es: Luis David, un chulo del spinning, un fantasma o nadie?... ¿Nadie está con ella?... ¿No tiene a nadie y mis dudas son producto de la desesperación?
Dios, si quieres mi muerte te la ofrendo, pero porqué me torturas con tantas dudas. ¿Por qué merezco tan vil sufrimiento? Por favor, te lo suplico, acaba conmigo de una vez por todas ya que yo, por mis propias manos y en respeto a tú divinidad, no puedo hacerlo.
Ayer, y qué no me pasó ayer. Gracias a los 12 gramos de lexo que aplacaban mí desespero no me sobrevino un infarto.
Anoto.
Después de dormir hasta pasadas la 1:30 p.m. la mona del día sábado, la cual fue consecuencia del juego de dominó en casa de Patricio, donde, en la vaguedad de mis pensamientos perdí casi todas las partidas y los diez mil bolívares que cargaba en el bolsillo, me preparé con esmero una pasta, limpié los trastos sucios y la cabaña, me vestí y salí a dar vueltas y… No mejor no cuento nada… ¿A quién le importa?
PAUSA SIN SENTIDO: Estoy otra vez borracho. Es el momento de divagar y a eso me dispongo.
¡Mí hijo!... ¿Dónde y con quién está mi hijo?… Qué pesar me agobia. No logro dormir. No logro paz. Ni con alcohol ni con los tranquilizantes. Porqué no veo, porqué estoy tan ciego, porqué mí alma están tan desnuda… ¡Habla, oh Dios! Quiero escuchar tú voz… ¡Habla, por favor! Guía mí tormento hacia un recodo de luz. Dame paz, al menos, si no quieres darme felicidad… Agobio sin sentido… Tormento ciego… ¿Quién soy?... ¡Ayúdame a ser!... Por favor… Sí, es una súplica… ¡Por favor, Dios, sácame de la sombra y entrégame tú amor!
Sí. Sé que a veces más que atormentado parezco poeta. Como si fuese alguien que escribe por puro goce intelectual… Sí, a veces yo mismo percibo esa sensación. Que lo estoy haciendo, que estoy escribiendo bajo ese principio, luego… Luego reflexiono y me doy cuenta que, en verdad, estoy muriendo, envejeciendo y atormentándome… Sí, soy un desesperado con alma de escritor…Soy periodista, no cirujano. Es mi forma de contar las cosas. Pero eso no atenúa ni apacigua mi desespero. Mi Diario es auténtico, real, escrito con lágrimas y con sangre. No sólo sangre de la que no se ve -la del corazón, la de los sentimientos-, sino con sangre verdadera, como la que brotó de todo mi cuerpo cuando rodé más de sesenta metros barranco abajo.
Ya no tengo fuerzas. La mano con que tomo el bolígrafo está entumecida. Además, de tanto en tanto la borrachera la lleva a escribir fuera de la libreta… Desfallecida se va sola, fuera del papel… Yo mismo me asombro. Creí que nunca me sucedería algo semejante, pero lo estoy viviendo… Es culpa, además del gin, de la cantidad de lexos, el cansancio, el tormento y todo lo demás que se quiera añadir… Bien, qué importa. Sé que nadie, o casi nadie, podrán descifrar estos jeroglíficos. Por eso sigo escribiendo porque, al fin y al cabo, soy un desesperado de la tinta y el papel.
Son las 11:18 p.m. Se me acabó la energía, las ganas de escribir y las de vivir. Si mañana amanezco vivo seguiré escribiendo.
MAÑANA:
Toda la tarde tuve un presentimiento, tan vívido que a ratos cortaba mi respiración. Inquieto, fumaba un cigarrillo tras otro sin saber porqué y qué estaba pasando en mi cuerpo y cerebro.