– ¡La hiciste del carajo Dios!... Me quitaste de un sólo golpe a mis dos grandes amores: mi mujer y a mi hijo… No, no fue un golpe, sino dos grandes carajazos porque el dolor es arrrecho… ¡Te pillé Dios!… ¿No es verdad, coñito?
Hablo sólo porque en esta mierda, en mi cascarita y por los alrededores nunca hay nadie… ¡Sí, hablo solo!… Lo hago porque dicen que el silencio vuelve loco a las personas.
A veces le hablo a Ranger. El parece entenderme. Lo sé porque lo presiento en su mirada. ¡Qué inteligentes son los animales!... Bueno, también hablo sólo para escuchar de mi propia y viva voz las pendejadas que salen de mi boca… ¿Pendejadas?… Sí son pendejadas, pero como las mujeres dicen que tengo la voz “aterciopelada y bonita”, así como de locutor, me gusta oír el sonido de mis putas palabras, aunque estas sean pendejadas… Además, a quién coño le importa esa vaina…
¡Estoy arrecho, muy arrecho! Todos los desastres me vinieron juntos. Ahora, como si el dolor de mi alma fuese poco, también me duele el culo cuando voy a cagar. Y es que la caída fue bestial. La rodilla me duele muchísimo y, por el maldito cigarro, la tos me aprieta dolorosamente la costilla contra el pulmón.
¡Coño, del carajo, Dios!... El humo me jode los pulmones por dentro y la tos los vuelve mierda por fuera... A mí todo me lo das por partida doble, Dios. Donde no me podrás joder, y ahí si no va a ser por partida doble, es con mi muerte… ¿No puedo morir dos veces, verdad?... ¡Qué?... ¡Sí!... Que la que estoy padeciendo ahora es una de las más terribles y dolorosas muertes: la del pensamiento y la razón…
¡Basura, Dios! Tú, más que nadie sabes que eso es basura. Tú me estás viendo... Sabes que estoy borracho y no loco. Dormiré un poco y mañana se me pasará la mona. A los locos no se les pasa su locura al día siguiente. Además, esos carajos casi no duermen… ¿No es así?... ¿Ah, te ríes?... Te ríes porque sabes que te amo y que soy un hombre recto y de buena fe… ¡Loco!... ¡Mi Dios loco!... ¡Te amo!...
Pero coño, Dios, porqué ella no me deja ver a mi Dorian… ¡Qué carajo le pasa por la cabeza!... No respondes… ¿Por qué no respondes?... ¡Está bien Dios, no me respondas!… ¡Ahora, además de sordo eres mudo!
La segunda botella de ginebra va por la mitad. La primera me la chupé en un ratico. Lo que pasa es que estas botellas son muy chiquitas. Deberían hacer una de dos litros.
Tengo mis ojos de borracho fijos en la foto de Dorian, la cual coloqué en el portarretrato que está sobre el armario. ¡Qué lindo es mi caraíto y cuánta falta me hace! Me dan ganas de llorar… Lo quiero hacer, pero las malditas lágrimas no quieren salir de mis ojos… ¿Los locos lloran?... ¿Y los atormentados?... ¿Qué pasa con ellos?... Dios, hey, dónde te has ido... ¡Respóndeme!... ¿Por qué nunca lo haces?... ¿Por qué huyes de mí?
Alguien se está robando los recuerdos… ¿Será el diablo? Todos los bellos momentos que viví junto a Dorian, llenos de ternura y caricias se esfumaron de mi mente. Muchos los percibo nublados… Es como si un tornado se los hubiese llevado a otra dimensión. Sólo una imagen queda viva en mi mente. La de los mediodías, cuando Elba, la nana, después de haberlo bañado, vestido y peinado impecablemente, lo sentaba en su sillón y le daba de comer. Yo llegaba a casa a esa misma hora. Cuando me veía su alegría y regocijo eran casi divinos. ¡Qué pureza tan espontánea!... La expresión de sus ojos era tan angelical, que parecía un querubín. Al verlo sentía una inmensa dicha, tanto que quería devorármelo a besos. Era estar en el Edén. Si el Paraíso existe, en esos días yo viví en el. ¡Qué felicidad y qué alegría de vivir y amar tenía en ese momento!
Así es como lo recuerdo, en esa posición. Así, sentado en su alta silla durante sus almuerzos, fue la última vez que lo vi sin saber que fuese la última… Esa imagen quedó calcada en mi retina. Está soldada a mis recuerdos. Todas las demás, no sé porque traidores designios, se han ido… Se han borrado…
– ¿Tú lo sabes Dios?... ¡Claro, que lo sabes!...
Sí, ya sé… Eres mudo y por eso no me contestas.
Saldré de este infierno, lo sé, pero con muchas heridas. Espero que no sea en vano. Que del sufrimiento brote sabiduría y paz. Que después de esta amarga experiencia pueda sin rencor seguir brindando felicidad, alegría y paz a mis semejantes… ¡Qué dolor tan espinoso ciñe mi mente!
P/D: En la madrugada, después de terminar de escribir estas líneas, dejé el siguiente mensaje en la contestadora de Carolina: “Si quieres saber quién es verdaderamente tú nuevo hombre, manda a pinchar el 76789549, el teléfono de su depósito, su centro de depravación. ¡Chao!”.
Hablo sólo porque en esta mierda, en mi cascarita y por los alrededores nunca hay nadie… ¡Sí, hablo solo!… Lo hago porque dicen que el silencio vuelve loco a las personas.
A veces le hablo a Ranger. El parece entenderme. Lo sé porque lo presiento en su mirada. ¡Qué inteligentes son los animales!... Bueno, también hablo sólo para escuchar de mi propia y viva voz las pendejadas que salen de mi boca… ¿Pendejadas?… Sí son pendejadas, pero como las mujeres dicen que tengo la voz “aterciopelada y bonita”, así como de locutor, me gusta oír el sonido de mis putas palabras, aunque estas sean pendejadas… Además, a quién coño le importa esa vaina…
¡Estoy arrecho, muy arrecho! Todos los desastres me vinieron juntos. Ahora, como si el dolor de mi alma fuese poco, también me duele el culo cuando voy a cagar. Y es que la caída fue bestial. La rodilla me duele muchísimo y, por el maldito cigarro, la tos me aprieta dolorosamente la costilla contra el pulmón.
¡Coño, del carajo, Dios!... El humo me jode los pulmones por dentro y la tos los vuelve mierda por fuera... A mí todo me lo das por partida doble, Dios. Donde no me podrás joder, y ahí si no va a ser por partida doble, es con mi muerte… ¿No puedo morir dos veces, verdad?... ¡Qué?... ¡Sí!... Que la que estoy padeciendo ahora es una de las más terribles y dolorosas muertes: la del pensamiento y la razón…
¡Basura, Dios! Tú, más que nadie sabes que eso es basura. Tú me estás viendo... Sabes que estoy borracho y no loco. Dormiré un poco y mañana se me pasará la mona. A los locos no se les pasa su locura al día siguiente. Además, esos carajos casi no duermen… ¿No es así?... ¿Ah, te ríes?... Te ríes porque sabes que te amo y que soy un hombre recto y de buena fe… ¡Loco!... ¡Mi Dios loco!... ¡Te amo!...
Pero coño, Dios, porqué ella no me deja ver a mi Dorian… ¡Qué carajo le pasa por la cabeza!... No respondes… ¿Por qué no respondes?... ¡Está bien Dios, no me respondas!… ¡Ahora, además de sordo eres mudo!
La segunda botella de ginebra va por la mitad. La primera me la chupé en un ratico. Lo que pasa es que estas botellas son muy chiquitas. Deberían hacer una de dos litros.
Tengo mis ojos de borracho fijos en la foto de Dorian, la cual coloqué en el portarretrato que está sobre el armario. ¡Qué lindo es mi caraíto y cuánta falta me hace! Me dan ganas de llorar… Lo quiero hacer, pero las malditas lágrimas no quieren salir de mis ojos… ¿Los locos lloran?... ¿Y los atormentados?... ¿Qué pasa con ellos?... Dios, hey, dónde te has ido... ¡Respóndeme!... ¿Por qué nunca lo haces?... ¿Por qué huyes de mí?
Alguien se está robando los recuerdos… ¿Será el diablo? Todos los bellos momentos que viví junto a Dorian, llenos de ternura y caricias se esfumaron de mi mente. Muchos los percibo nublados… Es como si un tornado se los hubiese llevado a otra dimensión. Sólo una imagen queda viva en mi mente. La de los mediodías, cuando Elba, la nana, después de haberlo bañado, vestido y peinado impecablemente, lo sentaba en su sillón y le daba de comer. Yo llegaba a casa a esa misma hora. Cuando me veía su alegría y regocijo eran casi divinos. ¡Qué pureza tan espontánea!... La expresión de sus ojos era tan angelical, que parecía un querubín. Al verlo sentía una inmensa dicha, tanto que quería devorármelo a besos. Era estar en el Edén. Si el Paraíso existe, en esos días yo viví en el. ¡Qué felicidad y qué alegría de vivir y amar tenía en ese momento!
Así es como lo recuerdo, en esa posición. Así, sentado en su alta silla durante sus almuerzos, fue la última vez que lo vi sin saber que fuese la última… Esa imagen quedó calcada en mi retina. Está soldada a mis recuerdos. Todas las demás, no sé porque traidores designios, se han ido… Se han borrado…
– ¿Tú lo sabes Dios?... ¡Claro, que lo sabes!...
Sí, ya sé… Eres mudo y por eso no me contestas.
Saldré de este infierno, lo sé, pero con muchas heridas. Espero que no sea en vano. Que del sufrimiento brote sabiduría y paz. Que después de esta amarga experiencia pueda sin rencor seguir brindando felicidad, alegría y paz a mis semejantes… ¡Qué dolor tan espinoso ciñe mi mente!
P/D: En la madrugada, después de terminar de escribir estas líneas, dejé el siguiente mensaje en la contestadora de Carolina: “Si quieres saber quién es verdaderamente tú nuevo hombre, manda a pinchar el 76789549, el teléfono de su depósito, su centro de depravación. ¡Chao!”.
MAÑANA:
… ¡No, no es ninfómana!, hasta donde sé. Simplemente es una ¡depravada!
ADVERTENCIA: (No apto para menores de edad).
ADVERTENCIA: (No apto para menores de edad).
Tiempo de castidad (1989)
Pintor Diego Fortunato
Acrílico sobre tela 122 x 76.5 cm.
Serie MUJERES DE PIEL DE SOMBRA
Colección Privada familia Tinoco.
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Diego Fortunato and Art - http://www.diegofortunatoandart.blogspot.com/
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