viernes, 22 de octubre de 2010

25 de agosto (Parte y III)

  Rosalía afirma quererme, pero nada más lejos de la verdad. Le interesé cuando “tenía” mi pequeño y relativo poder. En aquel entonces siquiera sabía quién era, aunque ella afirmaba conocerme desde “atrás”. A todo les decía que yo era su “amigo del alma”. No sé de dónde sacó eso. La conocí después. Antes de que ella me presentase a Carolina, hasta buscó seducirme, pero no logró su cometido. Me invitaba a salir. Andábamos juntos de fiesta en fiesta y hasta dormía su casa, pero en habitaciones lejos y separadas. Nada de sexo. Siquiera hubo una insinuación de mi parte. Fue en mi época de libertinaje y amor desmedido. Aunque, a decir la verdad, no me faltaron ganas de pasarla por las armas. No porque estuviese muy buena ni nada que se le parezca, sino por el sólo, único e imponderable hecho de engrosar mi lista. Ser una estadística más en la bitácora amorosa que en ese entonces llevaba a fin de preservarme de una enfermedad infecciosa o del mortal sida.
  Carolina es, emocionalmente, inestable. De ahí todos sus rollos mentales. De ahí sus continúas, desde que tenía los dieciséis años de edad, visitas al psiquiatra. Quizás fui imbécil o poco delicado. Quizás falsamente creí que estaba curada cuando tanto su padre, madrastra, hermanos y personas cercanas me decían: “¿Qué le has dado a esa mujer que ahora se ríe?... ¡Al fin vemos a Carolina alegre!… ¡Le curaste su tristeza!”. Por eso comencé a tratarla como se trata a una pareja normal. Con sus altos y bajos. Con los reclamos, tanto de ella como míos, que luego se convertían en delicias. Con el si y el no que no era ni si ni no, sino un tal vez que se traducía en puro amor y sublime devoción en un lecho repleto de pasión. Quizás de allí provino su confusión. De no aceptar más mis ínfimas y lógicas diferencias. De todo, hasta de lo más mínimo, se sentía agredida. Por eso, gracias a esa “alma bondadosa que se llama Rosalía, me decía que mis “agresiones verbales” eran consideradas violencia doméstica y que una nueva Ley que había entrado en vigencia hace pocos días condenaba mi proceder…. Y a los hombres, ¿quién nos protege?... ¿Qué más violencia de las continúas y degradantes humillaciones de las mujeres?...
  “Eres un chulo, un aprovechador… A mi hijo no les da nada (¿Mío no? Yo siempre pintado de la pared. Como si lo hubiese parido por obra y gracia del Espíritu Santo)… ¡Si esto es lo que esperas de mi vida contigo, mejor es no estar casada y tirar (hacer el amor) por fuera!”… Qué palabras tan sucias y humillantes. Seguramente recomendación y “consejo” de Rosalía. ¿Y eso no es violencia doméstica?… ¿Quién nos protege a los hombres?

PAUSA MEFISTOFELICA: Mis recuerdos parecen un acto de magia del diablo... De ese maldito cabrón que jode mente, cuerpo y espíritu... Pero conmigo no podrá… Podrá acabarme físicamente, pero no espiritual y mentalmente… ¡Será mi lucha!... ¡Derrotaré a ese cabrón mal nacido!

PAUSA SOBRE LA PAUSA: Estoy a punto de llorar, pero las lágrimas no quieren salir. He llorado tanto en las últimas semanas que creo que hasta los lagrimales se me secaron… El recuerdito de bautizo de Dorian, la hojita con los rezos de La Milagrosa, la copia de Corintios 13, a la que se sumó una estampita, no sé como, de una oración a la Virgen Santa Rita y una tarjetica navideña escrita por Carolina fechada el 24 de diciembre del 99 y que, en inglés, dice: “To: Dorian. From: Mamá y papá: …” PAUSA DENTRO DE LA PAUSA: No podré transcribir nada. No sé donde anda la dichosa tarjetita. ¡De repente desapareció!... ¿Qué diabólico maleficio asalta mi ser?... Te lo dije… ¡Conmigo no podrás maldito diablo!... Lo sé. Me ves débil, casi “evaporándome”, pero una fuerza a la que temes me sostiene… ¡La fe, Dios, Jesucristo y su madre, la Virgen María, así como el Espíritu Santo, son mi aliados!...
 
  Evidentemente uno de los dos está más de allá que de acá. ¿Seré yo, oh Maestro?... Quizás.
  No obstante voy a emitir otro juicio, aunque según Chopra, no debemos hacerlo. Mucho antes de conocerla, Carolina era adicta a los psicoterapeutas, como ella misma llama a los psiquiatras. Es totalmente cierto. Sus más íntimos lo saben. Entonces, quién, psicológicamente hablando, está mal, ¿ella o yo? Me quieren hacer creer que yo. Todas las maléficas baterías antirazón apuntan hacia mí. No desistirá en sus intentos hasta lograrlo. “Él es un borracho, enamora a todas las mujeres… En definitiva, es un alcohólico”, afirmaba para descalificarme ante su familia y amistades. Y me pregunto: ¿Cómo y bajo qué milagroso artificio un presunto alcohólico puede trabajar exitosamente en una misma empresa durante muchísimos años sin que el dueño del consorcio lo sepa o, en el peor de los casos, acepte esa condición en un empleado?

PAUSA ADORMECIDA: Estoy embobado por todo el tiempo que hoy dediqué en escribir estas líneas. Mi mano, la izquierda, está entumecida. Si a ello le agrego mis precarias condiciones, el “viaje de lexos” y ahora el poquito de gin que bebí, deberán concluir que únicamente un hombre centrado psicológicamente puede someterse y resistir tan gran esfuerzo, sea psíquico, físico o espiritual. Son las 12:05 a.m. de la madrugada del sábado 26 de agosto. O sea, en este momento hoy ya no es hoy, sino mañana. ¿No es así?

PAUSA HONESTA: Carolina me acusa, además de muchas otras cosas, de ser un alcohólico. Quizás… Es posible que eventualmente lo sea… Por un día o dos, a lo sumo… ¿Quién sabe?... Bebo… Soy un bebedor social y a veces me paso de tragos… Es la pura verdad… Es verdad que también a veces meto las extremidades, como la gran mayoría de los ejecutivos. Y no quiero por ello justificarme… En mis años mozos vi a un arzobispo totalmente ebrio y hablando pistoladas, pero no por ello dejó de ser arzobispo y pastor de la Iglesia Católica… Fue un desliz, pero, estoy seguro, que su fe sigue tan firme y sólida como una roca. Además, ella, Carolina, también bebe. Muy poco, es cierto, pero la he visto borracha unas cuantas veces. No por ello la considero alcohólica. Son cosas del momento, de la euforia, de la fiesta, de lo bien o mal que lo está uno pasando, de las defensas, bajas o altas, pero todos, creo yo, desde la China hasta Alaska, pasando por los Polos, el del Norte y el del Sur, para finalmente aterrizar en el Tibet (sin ser monje) nos hemos emborrachado y nos seguiremos emborrachando, pero no por ello somos alcohólicos, enfermos que para vivir necesitan del alcohol como si se tratase de agua, oxígeno o una medicina. No soy de los que ingieren bebidas alcohólicas desde que se levanta de la cama y termina cuando el alcohol lo venza. Nunca he bebido en las mañanas. Me da asco hasta de pensarlo. Sería un vomitivo. Siquiera ahora, que estoy desesperado, con un gran dolor en el alma y a punto de dejar este mundo. ¡Tomo y punto!... Es probable que ahora esté en el límite, en el bordeline, a punto de convertirme en un total, verdadero y confeso alcohólico... Así trabaja Satanás, pero no me dejaré vencer. ¿Dónde andas Dios?... ¿Estás de vacaciones?... ¡Te quiero ver!… Necesito de tú presencia… ¡No me abandones!

P/D A LA PAUSA HONESTA: ¿Cómo es posible que durante tantos años de trabajo en una misma empresa un “alcohólico” sea considerado por superiores y subalternos como un hombre sumamente centrado, de éxito e invalorables logros? ¿Cómo es posible que a un “alcohólico” el presidente de la república, altas esferas gubernamentales y de la sociedad civil lo enaltezcan como un excelente trabajador y sus méritos sean premiados con las más altas condecoraciones del país?... No, no me estoy justificando. Tampoco a mis borracheras. Una cosa es que tome, a veces en demasía, lo reconozco y otra que sea un enfermo alcohólico. ¿Fue esa la excusa para urdir su traición? ¿Quién está más enfermo: quien necesita tres o cuatro veces a la semana ayuda psiquiátrica o el que se toma unos tragos -con exceso o no- dos o tres veces a la semana?... Que un “loco” me de la respuesta, porque he conocido psiquiatras que absorben más alcohol que un cubo vacío. Entonces, ¿quién tiene la razón, a quién le asiste la verdad? ¿Quién, de todos los psiquiatras del mundo, puede presumir que conoce siquiera el 20% de la mente humana? La mente es el microcosmos más desconocido del universo, tanto o más que el cosmos infinito. Piensen un poquito. Deténganse a pensar…

  Digo esto, hago esta real reflexión, porque creo que Carolina, mi aún amada y misteriosa esposa, es una mujer de resquebrajable factura psíquica. Que quizás todo fue producto de los abusos y maltratos de su padre, pero que el peor de los daños lo hicieron los propios psiquiatras, uno tras uno y todos ellos en conjunto, porque le amalgamaron y forjaron una mente débil, proclive al precipicio por cualquier banalidad. Que se aprovecharon de ella porque sabían que tenía dinero para pagar todas las consultas y hospitalizaciones que decidían hacerle. Que la mayoría de ellos al principio actuaron de buena fe, pero que con el transcurrir de los meses y el tratamiento, al no poder doblegar su prepotencia, soberbia y sabelotodismo, únicamente se limitaron a escucharla y cobrar la hora de consulta. Y no estoy inventando, ni elucubrando. Me lo confesó en privado una de sus psiquiatras. Para resumir, textualmente me dijo: “Ya no soportaba esa situación. Ella venía y hablaba. Así transcurría la hora de consulta. No permitía que yo interviniese o le diese un diagnóstico. Cuando trataba de decírselo, se paraba, agarraba su cartera y se iba. Un buen día al fin pude decirle que así no íbamos a ningún lado, que no progresaríamos. Que me daba pena seguir cobrándole por nada y que, por favor, se buscase otro psiquiatra, pero que yo no la atendería más”. Me da lástima confesarlo, pero así fueron las cosas. Y entonces, ¿qué podría esperar yo?... De ella todo… Hasta mucho más de lo que me está sucediendo.
  Aunque en mi vida nunca he odiado a nadie. No porque no quiera, sino porque no tengo esa capacidad… ¡No sé cómo hacerlo! A veces me embarga un sentimiento que podría confundirse con el odio. No obstante, creo que sólo es rabia e impotencia, la cual se disipa a los pocos minutos. En la vida sólo he aprendido a amar, a soñar y a dejar que los sueños me envuelvan en ese halo misterioso que transporta al infinito… ¡Al cielo!... Entonces, ¿por qué odiar?... ¡Qué mortal estúpida ocurrencia!... ¡Amor, mucho amor necesita el mundo!

PAUSA DESFALLECIDA: Estoy empezando a perder las líneas en la agenda… ¡Mi brazo se descarriló por el alcohol y el cansancio! Voy a descansar un poco los dedos, ya que aprisiono con mucha fuerza la pluma antes de depositar mis palabras sobre el papel. Mañana será otro día. Espero que no esté cargado de tanta angustia y desesperación.

PAUSA ESTÚPIDA: ¡Ya es el otro día! Son las 1:40 a.m. de la madrugada del sábado. O sea hoy ya no es hoy sino mañana. Dejo abierto el Diario en esta misma página por si no puedo conciliar el sueño. Si fuese así, tomaré otra vez el bolígrafo y seguiré escribiendo.

MAÑANA:                                                                                
Prófugos de dolor.


Como quieres que te olvide - Soledad Bravo.