EVANGELIOS SOTROC© - El libro


MICROENSAYOS FANTÁSTICOS
(Una parte importante del libro)


MUNDOS PARALELOS

Unos están encima de nosotros, otros debajo. Nunca se ocultan, conviven con nuestro mundo. Sólo en extrañas y anormales circunstancias se entremezclan con nosotros. Y cuando lo hacen buscan despavoridos y desesperadamente regresar a sus mundos. A veces quedan atrapados por muchos años, muchísimos años, en raras ocasiones hasta siglos, muchos siglos. Son seres de nuestros Mundos Paralelos. No sólo hay uno sino varios, a los cuales no podemos ver ni sentir. Sólo pocas personas tienen la capacidad de percibirlos, otros, muy escasos, de verlos por instantes y comunicarse con ellos. No son Mundos del Más Allá, sino del Más Acá, porque están con nosotros y hacen su vida diaria tan igual a nosotros. Tienen sus luchas internas y sus intereses y hasta sus propias guerras, a las cuales a veces nosotros percibimos bajo los descritos fenómenos del tiempo-espacio. No a los grandes huracanes, maremotos y ciclones, que también los afectan a ellos, sino a los del planeta Tierra y de todo el universo, como la expansión y crecimiento de las galaxias y reducción de los continentes, así como a la sistemática e inevitable desaparición de costas e islas sobre la tierra porque todo será, nuevamente, imperio del mar. El hombre y el planeta van juntos en perfecta y simétrica proporción. Tal como el planeta Tierra es ochenta y cinco por ciento de agua, así es el ser humano. Pero esas proporciones variarán dentro de poco y tanto el mar como el hombre regresarán a su noventa y cinco por ciento de agua. El perfecto equilibrio para que todo vuelva a comenzar y el ser humano pueda “arar” en pos de una Tierra Nueva.

Pero volviendo a nuestro Evangelio, revelaré que no sólo hay un Mundo Paralelo, sino de muchos. No sé cuantos y todos están habitados por seres que no vemos. Algunos de ellos sí nos ven a nosotros y hasta caminan con nosotros, muy juntos a nuestras sombras. Otros conviven en nuestros propios hogares y oficinas. Unos son protectores, otros espíritus burladores, hostigadores y maliciosos. Los de los apartamentos y grandes construcciones son en su mayoría malévolos porque pertenecen a almas atormentadas y plañideras que vagan entre nuestros muros en busca de descanso. Hay también Mundos Paralelos donde los seres que lo habitan se ven en negativo. Como la imagen de un negativo de fotografía en blanco y negro, pero se mueven, hablan, viven y se reproducen. Esos seres sufren y mucho, porque sus pensamientos son muy negativos, depresivos y apocalípticos. De hecho no son malos, sino seres atrapados en sus mentes, por sus ideas obsesivas que les hacen ver todo oscuro. Su cielo también casi siempre es oscuro, casi negro, como a borde de tormenta, igual que sus noches, que son de un negro azabache fúnebre, tan mortuorio como los pensamientos de los que viven en ese mundo.

Su población, la de casi todos los Mundos Paralelos es tan grande como la nuestra. En algunos casos superior en miles de millones de habitantes. Hay mundos pequeños y muy microscópicos, que nos quintuplican en escala de millón a mil habitantes y están entre nosotros para cuidarnos, para proteger nuestra salud. Hay otros menos grandes que están entre nosotros para destruirnos. Hay Mundos Paralelos poblados por seres de las mismas características físicas nuestras a los cuales no podemos ver. Ellos sí a nosotros. A veces nos aconsejan, cuidan y susurran al oído. Son los que los seres de la tierra llamamos conciencia. Esas premoniciones que decimos percibir, ese sexto sentido del que nos vanagloriamos tener. Son esas materias invisibles que decimos ser nuestros protectores, a las cuales también llamamos ángeles de la guarda. ¡Claro qué existen! Los ángeles existen. Están camuflados y caminan entre la gente en las más disímiles formas. Unos toman prestados los cuerpos de un perro, que son los más comunes y la forma más práctica y menos “visible” de estar entre los humanos. Otros se mimetizan en flores, pájaros, árboles, camas, sillas, bastones, paredes, prendedores y hasta en una simple gota de rocío. Aunque en su esencia etérea y divina es, simple y llanamente, la luz. La luz que nos alumbra día y noche. Cualquier luz, aunque sea muy opaca y diminuta. Son seres de luz. Los seres de los Mundos de Luz son buenos y pacificadores. Buscan siempre nuestro bien y protegernos del mal. Siempre están con nosotros, sin importar el aspecto que tomen, porque la misión de ese Mundo Paralelo, de todos y cada uno de sus habitantes, los cuales son educados y entrenados en la disciplina del amor desde que nacen, es la de cuidarnos. De conducirnos hacia la pureza del alma. Unos los logran, otros fracasan estruendosamente, por lo que a veces son reprendidos con amor, misericordia y paciencia divina. A veces se introducen en nuestros sueños y luchan contra los seres de otro Mundo Paralelo que también penetran nuestros sueños con la intención de perturbarlos y distorsionarlos. Cuando la lucha es muy encarnizada, nos hacen despertar sobresaltados y llenos de angustia. Es lo que lo seres de mi mundo, este mundo en el que estoy escribiendo, llamamos pesadillas.

Hay Mundos Paralelos fantasmagóricos que conviven con nosotros, pero no son hostiles. Su misión es la de observar y tener misericordia de nosotros. Son las miles de millones de almas que vagan en el limbo del universo y que los católicos suelen llamar Purgatorio. Ese mundo está lleno de nuestros seres queridos y de los ancestros más ancestrales de ellos hasta llegar a la prehistoria y al inicio de la vida. Se conocen y se ayudan. Se reúnen en comunas y trazan planes para ayudarnos y conducirnos hacia una vida signada por el bien y más placentera en nuestro mundo para que cuando nosotros vayamos a formar parte del de ellos, lo ayudemos con nuestra experiencia terrena. Ellos carecen de tecnología y ciencia, no por no tener las capacidades de utilizarlas sino porque para la conclusión de sus metas no las necesitan. El enriquecimiento del espíritu no necesita de erudición, sino sólo de amor.

Los que si tienen una muy alta y súper avanzada tecnología, las cual es años luz superior a la de nuestro mundo, es el Mundo Paralelo de los Sabios, los cuales experimentan con nosotros como si fuésemos, y de hecho lo somos, sus conejillos de indias. Son tan sabios los seres de ese mundo que tienen la capacidad de materializarse ante nosotros y viajar por apartados lugares del universo en busca de conocimientos y nuevos descubrimientos. Son los Cristóbal Colón del espacio. Muchos los llaman extraterrestres, otros alienígenas, grises o marcianos. A sus carabelas los humanos las han etiquetado con la sigla de OVNI, que quiere decir Objetos Voladores No Identificados.

Hay Mundos Paralelos tan microscópicamente pequeños que viven dentro y fuera de nosotros. O sea, dentro y fuera del cuerpo humano. Hay múltiples ejemplos de ellos, pero hay que significar uno que apenas lleva una década y algo más de ser descubierto por la ciencia terrena, que es el genoma humano, una especie de bitácora universal donde está escrita toda la historia de vida de cada individuo y su herencia desde el principio de los principios. Está enrollada microscópicamente en cada célula y es tan larga que si la ancláramos en la Tierra y comenzaríamos a desenrollarla en forma lineal llegaríamos hasta más allá del planeta Marte.

En el exterior de los cuerpos humanos viven y conviven sin conocerse a ellos mismos Mundos Paralelos en nuestras cejas, párpados, cabellos y pelos del cuerpo. Y, lo más extraordinario, siquiera se conocen o saben que existen estando tan cerca el uno del otro. El Mundo de los Parpados no sabe que existe el Mundo de las Cejas y ninguno de ellos del Mundo del Cabello. Se reproducen diariamente por miles de millones y en su morfología son totalmente diferentes unos de otros. Su aspecto, el de todos ellos, es aterrador, monstruoso. Vistos a través de microscopios electrónicos y fotografiados con un sistema láser muy avanzado y ampliados en sus tamaños originales millonésimas de veces, esos seres que viven y conviven en nuestros cuerpos tienen aspecto demoníaco y fiero. Pero no nos hacen daño. Más bien nos protegen. Nos cuidan de infecciones y enfermedades maliciosas, tanto de nuestros ojos como del cabello. Son necesarios, como necesariamente vitales para la vida humana es el Mundo Paralelo de las Bacterias, que son nuestro sustento de vida. Sin los miles de millones de los microscópicos seres que habitan el Mundo Paralelo de las Bacterias, la vida no podría existir sobre la Tierra. Si ese Mundo Paralelo deja de invadir el cuerpo humano, el hombre y toda vida sobre el planeta se extinguirían en un instante ya que pestes y enfermedades minarían nuestro cuerpo conduciéndonos pronto a una muerte segura e inevitable por carecer de esos anticuerpos vitales.

Hay otros Mundos Paralelos que los humanos llaman inframundos. Son malignos y perversos. De estos hay de varios tipos y clasificaciones. Los microscópicos moran y hacen vida en los laberintos de nuestra mente. Son ponzoñosos y nos aconsejan y seducen a tomar el camino corto y la senda del mal. La mayoría de los seres humanos vivimos en lucha permanente contra ellos con la ayuda de otros Mundos Paralelos. A veces ganamos la batalla. Otra la perdemos. Los que salen derrotados, vencidos por ese mundo de los atajos, las dudas y los miedos, deben ser tratados o recluidos en hospitales especiales. Muchos, con la ayuda de la medicina humana, logran salir del abismo donde lo llevaron los seres de ese Mundo Paralelo y siniestro lleno de demonios no más grandes que una célula. Otros permanecerán en sus tinieblas hasta que mueren.

Dentro del inframundo maligno hay Mundos Ocultos no descubiertos, que algunos llaman la morada del bisabuelo de Satán, que también convive su día a día entre nosotros. Y no es uno sólo como suele creerse sino una legión de ellos, los cuales conforman el Ejército del Mal. Sus familias, integradas por infrahombres, inframujeres y muy pocos infraniños, tienen sus comunas y ciudades satánicas en sitios muy calurosos paralelos a nuestro mundo. Siempre mantienen uno o varios centinelas haciendo guardia permanente en nuestros cerebros. Alojadas en el hipotálamo y tratando de prostituir algunos cientos de miles de nuestras neuronas. Ahí permanecen ocultos, luchando, hasta que consideran que ha llegado la hora de atacar y desquiciar.

Otros, lo más friolentos, moran en las bocas y entrañas de volcanes por las cuales se comunican hasta el propio centro de la Tierra, donde está la morada del Príncipe de las Tinieblas, quien tiene su trono en el centro del magnetismo terrestre. De ahí salen en largas filas y rugiendo cantos endemoniados con sus ejércitos de muerte y odio cuando son llamados a combate a ras del suelo por los que conforman la vanguardia del mal, que nunca dejan de habitar la superficie de la Tierra. Días antes de que sucedan sangrientos conflictos bélicos entre terrestres, avisan a sus ejércitos malignos para que enciendan la chispa que desatará crueles guerras entre humanos. Utilizan sordas y endemoniadas trompetas que sólo se escuchan en su putrefacto inframundo. En sus acordes anuncian el triunfo de la muerte sobre la vida, del odio sobre el amor y de la peste sobre la salud. El caos y las tinieblas es el oxigeno de ese mundo.

Otros Mundos Paralelos hay en la Tierra. Están con nosotros desde el principio de la humanidad y mientras exista un solo aliento de vida ellos permanecerán conviviendo entre nosotros. Cuando todo haya acabado para el hombre, muchos de nuestros Mundos Paralelos actuales seguirán existiendo hasta que un nuevo germen de vida nazca en el planeta Tierra. Otro migrarán a otros mundos similares al nuestro que hay dispersos en la galaxias del infinito universo.

Nunca se producirán guerras directas ni conflictos entre los Mundos Paralelos porque siempre habrá un árbitro Todopoderoso y Omnipotente que no lo permitirá. En ese Mundo Paralelo Todopoderoso únicamente habita el bien y el amor, que todo lo puede y nunca dejará de enseñar a la humanidad el camino a seguir para esquivar y evitar conflictos en todos los demás mundos. Ese mundo está habitado por seres divinos que nos observan con amorosa mirada. A veces intervienen en nuestras vidas en forma tan sutil que no la percibimos. El humano, en su infinita prepotencia y egoísmo, cree que “se salvó” o “lo logró”, gracias a su buen juicio y buena suerte. Pero no es así. Todo el crédito se le debe a ese Mundo Paralelo Todopoderoso que utilizando la fuerza del amor de sus seres nos condujo por el camino correcto. Es el Mundo Perfecto y el mundo regidor de todos los mundos del universo. Gracias a ese mundo es que todavía preexisten y existen todos los mundos en aparente orden y armonía, no a juzgar de mis propios ojos, sino del Todopoderoso de los Mundos, quien sólo tuvo que sembrar una semilla, el de la fe, y la cosecha fue abundante y prolífica para que el orden triunfase sobre el caos en todos los Mundos Paralelos de nuestro mundo y para lograrlo sólo bastó una corta frase: ama al prójimo como a ti mismo. ¿Y qué esperamos nosotros para imitarlos?

EL PUENTE DE LUZ


Esto es real. Muy real. No sé en cuántos años los humanos logren construir un Puente de Luz, pero es simple, muy simple. Yo vi hacerlo. Mis ojos vieron como se hacía y sin ningún aparente esfuerzo ni muchos obreros. Para erigirlo se necesitan apenas dos operarios y una máquina. Es tan, pero tan fácil construir un Puente de Luz que también, si así se quiere, puede hacerlo un sólo operador adiestrado en ese quehacer. Yo vi hacerlo. El puente puede ser tan largo como el mismísimo infinito y sólo toma muy poco tiempo constituirlo. La máquina que logra realizar ese prodigio es un poco más ancha que el canal de una autopista normal de las que se construyen en la Tierra. Es baja, no más alta que la estatura de un ser humano normal y, como dije, puede ser operada por uno o dos seres. No digo personas, porque en el Mundo Paralelo de donde son esos seres no existe la palabra persona ni humano en su vocabulario. No recuerdo tampoco como se llaman entre sí. Bueno, pero eso no es importante por ahora. Vuelvo al Puente de Luz.

La máquina de la que hablo y con la cual es posible construir el Puente de Luz está fabricada con una especie de acero reluciente, pero que no es acero sino un metal muy resistente cuyo color es parecido al titanio, el cual no es conocido ni existe en el planeta Tierra sino en otros Mundos Paralelos. El operario de esa máquina, que no es más ancha que una súper aplanadora, va sentado en una cápsula herméticamente cerrada que hay a la izquierda del aparato y avanza con ella suspendida en el espacio por el trayecto donde se erigirá el Puente de Luz, el cual fue trazado de antemano por su computadora hasta los más mínimos detalles, tales como espesor, resistencia, longitud y curvaturas. La parte de abajo de la “máquina”, artefacto, aparato, maravilla del ingenio inteligente y sobrehumano o como prefieran llamarla, aunque yo lo simplifico diciéndole máquina, va despidiendo una especie de gas, muy parecido al vapor que emana de una olla con agua hirviente. Ese gas, de cuya reacción química no sé nada pero si algo de los elementos que lo componen, en cuestiones de segundos se convierte en luz blanca, fluorescente y sólida. La máquina, la cual tiene una capacidad de aceleración incalculable, avanza a unos dos mil trescientos a cinco mil kilómetros por hora, de acuerdo a la velocidad terrestre y tiempo humano, suspendida en el aire y “rodando” hacia el vacío a medida que va construyendo el Puente de Luz, el cual es visible a largas y relativas distancias y es tan resistente que puede soportar perfectamente, sin dañar sus estructuras de luz sólida, el equivalente a una caravana de buldózer y cientos de tanques de guerra terráqueos. La máquina tiene al frente y debajo de su estructura, una especie de rodillo, por eso la asemejé con una gran aplanadora, por el que a través de millones de minúsculos huecos recoge la energía etérea del espacio y la transforma en una especie de gas que a su vez se convierte en luz, la cual es vuelta a expulsar por los minúsculos huecos del rodillo convertida en luz sólida y resistente. Así es, según me explicaron, el mecanismo que la hace funcionar. La conversión de la energía etérea a luz sólida se obtiene por una especie de fusión de más 333.333 mil grados, a la cual los seres del Mundo donde estuve llaman diestrellización. Este proceso se logra gracias a la licuefacción y combustión de los elementos del denso aire del vacío sideral con las partículas microscópicas de luz estelar desprendidas de las novas y supernovas durante su formación, las cuales vagan al “arbitrio” por el universo y sirven para múltiples funciones según sea el caso. Esa luz estelar también sirve de combustible para sus naves, las cuales viajan cien veces más rápidas que la luz y, en algunos casos, pueden alcanzar velocidades muy, pero muy superiores.

Las máquinas que fabrican los Puentes de Luz, porque tienen cientos de ellas, es una maravilla de la ingeniería sideral de ese Mundo Paralelo al que me llevaron y orgullo de los seres con quienes compartí durante un lapso de tiempo cósmico semejante al que dura un sueño terrestre. Los Puentes de Luz los utilizan para transporte, no de seres o enseres, sino de desechos planetarios y siderales, los cuales botan o depositan en los agujeros negros, que vienen a ser algo así como sus botaderos y plantas de reciclaje de basura. Esos escombros espaciales, después de ser “procesados” en los agujeros negros, son reinyectados al espacio convertidos en energía etérea, en su gran mayoría, y otros “regresan” trasformados en energía oculta y energía dinámica.

Para los seres del mundo donde estuve es vitalmente necesario deshacerse de esos escombros espaciales debido a que son dañinos para su salud por estar compuestos de elementos de alta toxicidad astral, además interfieren, durante sus azarosos y aleatorios vuelos por el infinito universo, con sus comunicaciones y rutas de viajes, las cuales siempre mantienen limpias.

Después que la función por la que el Puente de Luz fue construido, que el la transportación de escombros desde el Depósito de Basura Sideral hasta el agujero negro seleccionado es concluida, el puente se autodestruye al tocar el operador espacial de ese mundo una sola tecla de su computadora, que no se parecen en lo más mínimo ni en tamaño, forma y funciones, a nuestras prehistóricas y casi inútiles aparatos de computación.

Aquel sólido Puente de Luz por el que momentos antes “viajaron” hacia el botadero miles de asteroides, meteoritos y desechos planetarios no más grandes que un autobús de dos pisos, al autodestruirse vuelve a su estado gaseoso y en cuestión de segundos todo se diluye. Siquiera su sombra permanece donde una vez estuvo. Ni una brizna de gas se observa en el horizonte sideral y los alrededores de donde estuvo. El espacio vuelve a tomar la forma de siempre. Al terminar el trabajo, la máquina es introducida en una especie de container o maletero, de las naves ips, que son el medio de transporte de los que habitan ese Mundo Paralelo y parten a realizar tareas similares en otros sitios muy distantes y ocultos del universo.

Esto es la pura e inobjetable verdad. Quien quiera creerlo que lo crea. El que no, allá él. Una cosa me falta relatar. Debido a mi innata curiosidad, después que vi desde una de las ips donde estaba cómodamente sentado la construcción del Puente de Luz y la función para la que era utilizada, le pregunté a mí amable anfitrión, cuyo aspecto no describiré porque así me fue solicitado, cómo hicieron la máquina. Cómo la fabricaron. También pregunté sobre el tipo de “combustible” que utilizaba, qué mecanismos la componía, si recurría a sistema de turbinas o reactores atómicos y cosas por el estilo. Muy cordial y didáctico, mi anfitrión sideral me explicó todo pero, lamentablemente, no lo recuerdo ahora. Sólo recuerdo que fabricarla era muy simple, tan simple que parecía inverosímil. Fue tan amable mi anfitrión, que desactivó ante mis ojos la pieza clave de la máquina, la que hacía todo el trabajo y yo por su simplicidad no lo podía creer. No era más grande y liviana que una almohada antialérgica. Tenía forma circular y ejes semicurvos que encajaban a presión, uno con otros, en perfecta y armónica ingeniería. Era tan simple su funcionamiento y forma, que cuando me regresaron a mi mundo dibujé un croquis sobre un papel y lo guardé. Me reí de incredulidad por lo simple y elemental que era todo. Guardé el papel con la intención de regalarle ese prodigio al mundo y a la ciencia terrestre, pero lo extravié. No recuerdo, aún hoy en día, donde lo guardé. También olvidé esas formas simples de su función, que en su ensamblaje eran muy parecidas a las de esos cubos de colores a los cuales hay que alinear todas sus caras para que sean idénticas. Lo olvidé todo, o casi todos. No fue obra de ellos, ni secuestraron mis recuerdos, porque con beneplácito me habían dicho que me lo podía llevar. Que era un obsequio de ese mundo para mí y que hiciese con el lo que mejor quisiese siempre y cuando fuese en beneficio de la humanidad. Así pensaba hacerlo, pero se perdieron las notas y con ellas su posibilidad de construir la máquina. Aunque a veces pienso que así fue mejor. Que se perdiesen. ¿Cuántas envidias y guerras terrestres hubiesen desatado la posesión de ese secreto? ¿Cuántas muertes inútiles habría causado? Cuánto sufrimiento para la humanidad. Así fue mejor. Que se quede perdido para siempre. No quisiese cargar con ese dolor y padecimiento en mi conciencia. Dios es sabio. ¡Gracias a Dios!


CLONES CÓSMICOS

Si la humanidad quiere estar tranquila y dejar de pensar durante los próximos milenios en qué somos, de dónde venimos y debido a qué y por qué motivo estamos aquí, es preferible que imagine que fuimos creados por un Dios Todopoderoso y Omnipotente, llámese como se llame y pertenezca a la religión, doctrina o creencia que quiera o de su preferencia. Por ahora es lo más coherente para el sustento de una vida sana, armónica y sin complicaciones, porque pensar en lo contrario sería divagar sobre inciertos, ya que del “comportamiento” del universo los científicos creen que saben apenas el cinco por ciento o, tal vez, mucho menos. De su creación absolutamente nada. En nuestra ingenua ignorancia atribuimos su formación a un supuesto big ban del cual tampoco sabemos absolutamente nada. Sólo conjeturamos, especulamos, ya que a pesar de las múltiples teorías y explicaciones pseudos científicas -y las califico de tales porque no admiten ni la más elemental demostración-, nadie sabe de dónde salió la energía (por más ínfima que se nos quiera hacer creer que era) que ocasionó el big ban. No hay siquiera presunciones de cómo y dónde pudo formarse esa energía. Qué o quién creó el supuesto primer átomo. Cómo lo hicieron y debido a qué fue creado. ¿De la nada? ¿Salió de la nada como por arte de magia? ¿Fue la creación del universo un acto de magia divina? No, por supuesto que no. Es algo un poco más complicado.

Al no haber o existir (quizás durante los próximo milenios tampoco la habrá) una explicación válida y científicamente comprobable, todas las teorías, por más audaces y aparentemente científicas que parezcan, carecen de comprobación y por lo tanto son meras especulaciones, presunciones que buscan empíricamente acercarnos a una supuesta “realidad” que nadie conoce. Hasta los momentos nadie ha aportado pruebas, ya que carecen de ellas, donde no exista ninguna duda razonable sobre la creación del universo. Por eso, por ahora, sólo por ahora, es mejor atribuirle a un Creador invisible, a un Dios Todopoderoso, la formación del universo infinito. Mucho más porque hace apenas “días” pensábamos que el universo se estaba contrayendo y de repente nos percatamos de que es todo lo contrario: el universo se expande en todas direcciones tal como si fuese una gran masa de harina leudada, la cual en el proceso está separando de su centro a galaxias, estrellas, agujeros negros y planetas enteros hasta quién sabe cuándo y por cuánto tiempo. Algunos teóricos dicen que si la expansión sigue de esa forma tan acelerada, dentro de miles de millones de años no sólo no habrá posibilidad de ninguna vida en el cosmos sino que el mismísimo universo desaparecerá envuelto en una gran masa de hielo. Todo se esfumará. La vida y la muerte desvanecerán. Los días y las horas. El espacio-tiempo y con este estrellas, galaxias, planetas y todo lo que more en el oscuro e infinito universo. Todo se evaporará sin que podamos hacer nada. Todo se apagará y sólo la nada infinita subsistirá.

Quizás esta irremediable realidad podría cambiar si logramos explicarnos y domeñar la energía oscura, que es la que le da vida y sentido al universo. Por ahora apenas sabemos que domina el noventa y cinco por ciento de las funciones de todo el cosmos. Si no lo conseguimos todo se habrá perdido ya que sólo a través de esa energía oscura y otra, a la que denominaré energía oculta, se podrá llegar a la comprensión de que existe otro universo semejante y paralelo, o mejor dicho, otros universos paralelos. Algunos similares al nuestro, idénticos. Una suerte de clones cósmicos. Otros, con ligeros cambios en su forma y en su energía din, que es una forma de energía derivada de la energía oculta, la cual es maleable y transformable en energía pura y cambiante dado su alto grado de absorción atómica y por tener su propio centro magnético. De esa energía también se deriva la energía etérea, la cual tiene la capacidad de deformarse en una especie de gas que a su vez se convierte en luz, la cual al ser procesada por la naves ips que fabrican los Puentes de Luz en el espacio, es vuelta a expulsar de sus máquinas convertida en luz sólida y resistente. (Ver Evangelio Sotroc EL PUENTE DE LUZ).

Hoy es casi inimaginable pensar en esos universos paralelos, semejantes al nuestro, al que conocemos hoy en día, aunque vislumbramos algunos detalles de su forma y contenido. Y, repito, no sólo hay uno sino varios, y son tan idénticos a nuestro universo como la copia fotostática de un documento o dibujo cualquiera.

Quizás les parezca una forma simplista de abordar el complicado tema del universo. Quizás piensen que es una desquiciada locura hablar de universos paralelos, de clones cósmicos, pero es una verdad inobjetable. Para el entendimiento humano utilizo formas sencillas de lenguaje. Es la única manera de diseñarlo para que se pueda captar con fidelidad un tema ciertamente muy, pero muy complicado. Una pista dejaré escrita en estás páginas para posteriores reflexiones: en el universo todo se repite y todo cambia. No hay constantes ni postulados eternos. Todo es una continua evolución y para que haya evolución debe, inexorablemente, haber cambios y transformaciones. Y en esos cambios muchas cosas se repiten, de igual forma como se repite la vocal a al escribir, simplemente, sobre un papel la palabra casa. Igual sucede en nuestra Casa Grande, en nuestra nave espacial que los humanos llamamos Tierra. Todo se repite en nuestro planeta. Hasta los humanos se “repiten”, tal como se repiten casi en forma idéntica las hojas de los árboles y los frutos que ellos nos prodigan. Tal como se repite el movimiento circulatorio de nuestra sangre o los latidos de nuestros corazones. Idéntica cosa sucede en el universo infinito y en nuestros Universos Paralelos. Es la espiral de la evolución y el cambio. De la energía que se transforma en otra energía. Sólo nos falta descubrirlo para nuestra total comprensión, pero para ello es necesario que trascurran miles de millones de años de nuestro calendario solar y otros cuantos cientos de millones más para que sepamos cómo funcionan y cómo podemos aprovechar la energía oscura del universo, el Genoma Cósmico. Allí esta escrito todo. Allí está la verdad y la vida.

También nos harán falta otros miles de millones adicionales para saber en qué consiste la energía oculta y todas las virtudes de la energía din, la cual es esencia pura del Genoma Cósmico, de La Espiral Universal. ¿Les parece descabellado? Por ahora sí, y estoy consciente de ello. Igualmente decían que volar por los cielos con un aparato construido por el hombre era, sencillamente, una gran locura. ¿Lo era?



LA MATERIA VIVA HABLA

En el universo todo es cambiante. Hasta la nada es cambiante. La energía que lo integra, que es parte de la misma materia, también es cambiante. Se transforma de una a otra. No se destruye. Cambia y evoluciona. El cuerpo humano es una gran máquina transformadora de energía porque es energía pura. El universo, en un setenta y tanto por ciento de su espacio infinito, es energía. Vivimos y formamos parte de un universo repleto de energía. Y en ese universo variable y lleno de energía existen miles de cuatrillones de formas de comunicación. Los humanos, como toda materia viva, utilizan el lenguaje, que es una forma primitiva de comunicación. La voz procesada en las cuerdas vocales y que brota por la garganta también es energía. Energía que al salir de la boca se transforma, cambia su estado. Desde los inicios de la humanidad, el lenguaje ha ido evolucionando y cambiando. Así sucedió a través de los siglos y seguirá transformándose, ya que los sonidos que emiten las bocas, sean de humanos o animales, se transmuta en el espacio-tiempo circundante. Esa energía sónica que brota de lo profundo de las gargantas se convierte en un tipo de energía diádica o blanca.

Hay que dejar bien claro que nuestro lenguaje, la forma de comunicación de los humanos, es diversa de una cultura a otra. Se utilizan idiomas diferentes de acuerdo a la latitud o país del orbe. Un chino y un musulmán no pueden comunicarse unos a otros en su mismo idioma porque, simplemente, es muy diferente uno de otro y no se entenderían jamás. Deberían utilizar, a fin de lograr una mínima comunicación, el lenguaje corporal o gestual. Y así sucedería con la infinidad de idiomas, lenguas y dialectos dispersos en el planeta. El humano no podría siquiera entender el lenguaje gestual de un miembro de una tribu del Amazonas porque, simplemente, su lenguaje gestual, el que han utilizado esos aborígenes apartados de la civilización occidental durante milenios, es diverso al utilizado en las grandes urbes actuales. En fin, en ocasiones es hasta imposible comunicarnos con seres de nuestra propia especie porque no conocemos y no sabemos descifrar su forma de comunicación.

Por tal motivo, no se asombren si afirmo que la Materia Viva, que es toda la energía y masa que compone el universo, también tiene su forma de comunicación. Que habla. Y, aunque parezca insólito, también “respira”. Es una realidad inobjetable. Los científicos no han tenido todavía la valentía y agudeza intelectual de asumirlo con un hecho cierto porque no han logrado descifrar los “simples” códigos del Genoma Universal. Siguen en el preescolar cósmico. Es prematuro pedirles más ya que siquiera han logrado interpretar el diálogo de los delfines, el más elemental de todos los lenguajes. Menos el de los manatíes, toninas y ballenas, que casi a gritos no dicen “¡imbéciles humanos, cuándo nos comprenderán! ¿Cuándo podremos sostener una seria conversación y explicarnos porqué nos asesinan a mansalva?”. Y siguiendo con el pequeño rosario de reproches interiores, debo obligatoriamente señalar que los humanos esbozan cierto curioso asombro ante las aptitudes de los loros parlanchines, sin saber que poseen desde siglos inmemoriales, gracias a su capacidad auditiva y sónica, el don de la palabra. Si quisiesen, estarían hablando más que cualquier humano, pero debido a nuestra ciega y arcaica incomprensión, todavía no se han permitido revelarse como “seres parlantes”.

De tal forma les diré que no sólo los pájaros se comunican (“hablan”) entre si y tienen sus propios lenguajes, sino que también piensan. Entre todas las especies existentes en el planeta, los pájaros poseen y dominan a la perfección una gran diversidad de “idiomas” y dialectos para comunicarse, aunque una cosa es común en todos ellos: su lenguaje corporal. En todas y cada una de las especies es idéntica. No hay variación. Está escrito en su ADN. Su inteligencia los ha hecho evolucionar más que los humanos y eso gracias a una sola cosa: sus instintos. Los humanos de las cavernas, nuestros ancestros cavernícolas, también poseían esa facultad instintiva la cual a través de la evolución de las especies se les fue adormeciendo. Sólo unos pocos en la Tierra tienen el privilegio de mantener aún viva y casi intacta esa condición que es muy necesaria para la supervivencia.

De la misma forma como ocurre con las aves del planeta Tierra, pasa con los peces, mamíferos, microbios, gérmenes, bacterias y virus. Todos tienen su propio lenguaje y forma de comunicarse. Unos más avanzados que otros, pero lenguaje al fin. (Ver Evangelios Sotroc EL LENGUAJE DE LOS ANIMALES, ¿QUÉ PIENSAN LOS ZANCUDOS? y EL PENSAMIENTO DE LAS COSAS INANIMADAS).

Lo mismo sucede con lo que lo humanos llaman, erróneamente, materia inanimada, como las piedras, rocas, guijarros, montañas. Ellas también piensan, se comunican y tiene su propio lenguaje. Igual pasa con el agua. Con los mares, ríos y océanos. Todo esto lo pueden lograr debido a que son energía en transformación y constante cambio. El vehículo conductor que logra unirlos y comunicarlos a inmensas distancias son los neutrinos, una forma de energía invisible al ojo humano que está en todos lados, al igual que el oxígeno que respiras. El cuerpo humano, cada cuerpo humano, aloja miles de millones de cuatrillones de neutrinos. Estos van y vienen, se renuevan y cambian. Son los “hilos conductores” de la vida aunque tienen carga eléctrica neutra y masa cero. Y, lo paradójico y casi increíble, los neutrinos, además de tener vida propia, también hablan. Se comunican entre si y con otros tipos de energía invisible.

Todo lo que se mueve, vive o existe en la Tierra y otros planetas, galaxias y el universo entero, tiene un lenguaje propio. No importa que sea una piedra, un pedazo de vidrio o un espejo. Ellos se comunican. Tiene su propia forma de comunicarse, de hablar y “gritarse” entre ellos. Sólo falta descubrirlo. Cuando un vidrio, por ejemplo, entra en contacto con la piel de un ser humano, este, el vidrio, trata de comunicarse con el individuo. Así de fácil. No es necesario ser un genio para demostrarlo. En un experimento simple y doméstico, el cual puede realizar cualquiera, hasta un niño de dos años, se podrá escuchar el lenguaje del vidrio, así como de cualquier otra materia inanimada. En el caso del vidrio, la demostración es fácil y sencilla. Moje de saliva la yema de su dedo índice -o cualquier otro- con la punta de la lengua. Muy poca saliva será suficiente. Sólo humedézcalo. Antes de que se seque páselo con vigor sobre la superficie lisa del vidrio. Verá como enseguida tendrá una respuesta. Como la superficie del cristal dejará salir un ligero chirrido. Es una forma del vidrio de decirnos “eso me gusta”, ya que lo asume como una caricia. Sea como sea, emitió un sonido y el sonido es energía sonora, la cual enseguida, al instante de pasar el dedo sobre la superficie lisa de vidrio, se transformó en energía vocal”, en un lenguaje. En una forma de comunicación. Que aún no se hayan podido descifrar sus códigos, es otra cosa, pero es un tipo de lenguaje. Igual sucede cuando tiras una piedra para estrellarla contra otra. Al producirse el choque de las dos piezas el sonido que emite no es otra cosa que un “grito de piedad” ya que la piedra se ve amenazada de destrucción. En ese momento las piedras piensas. Ambas piensan. La que va en el aire y la que está en el suelo. Y, si piensan rápido, después del encontronazo se esconderán. Irán a ocultarse, a camuflarse, entre las otras piedras similares que están en los alrededores. La que se arrojó con fuerza contra la otra distante tiene más oportunidad de ocultarse de la que estaba en el suelo. De allí en adelante sólo es cuestión de suerte y “habilidades pedruscas”.

Es tan cierto el lenguaje de la Materia Viva que hasta los sentimientos tienen su eficaz lenguaje. Escondidos en su refugio del lóbulo temporal del cerebro, como son energía pura, cambiante y altamente dúctil, los sentimientos tiene su propio y único lenguaje, entendible sólo por todos los miles de millones de neuronas, dentritas, neuritas y miles de billones de circuitos eléctricos que integran el cerebro humano.

Si los humanos siguen con su ceguera mental, pronto se quedarán sordos y nunca oirán el lenguaje de la Materia Viva, parte vital del universo y de su propia alma. ¿Escuchaste?... No, no a mí, sino al eco de la Materia Viva que vibra dentro de tu corazón… ¿No? Vuelve a intentarlo y pronto lo escucharás. ¡La materia Viva habla!... El universo entero habla y nadie parece escucharlo y eso que grita durísimo. Tan duro que es capaz de dejar a toda la humanidad sorda, no obstante nadie escucha…





EL TODO

Nuestro complejo el universo y el espacio infinito conforman El Todo, incluyendo, a fin de que sea completo, el tiempo. Ese Todo está conformado simple y llanamente por los cuatro elementos, o sea tierra, aire, agua y fuego, los cuales combinados sesenta y cuatro veces unos con otros y sin dejar ninguno afuera, forman los elementos restantes del Todo Perfecto, el cual incluye materias, organismos, especies y subelementos aún desconocidos por el hombre y la ciencia actual. Los primeros signos sobre la existencia de alguna materia “extraña”, microorganismos y subelementos, comenzarán a descubrirse y develarse ante los ojos de la humanidad científica en los albores del siglo XXV y la composición química y utilidad práctica de todos los sesenta y cuatro nuevos subelementos durante el siglo XXXIII de nuestra era. Al finalizar ese siglo, el XXXIII, comenzará una nueva era para la humanidad, la cual se denominará siglo I d.ÉC., o sea Después del Éxodo de las Civilizaciones.

En los siglos venideros, el ser humano no sólo podrá desplazarse libremente por el universo, el cual se convertirá en su nuevo y permanente hogar, sino que dominará a su antojo los sesenta y cuatro subelementos y con ellos podrá construir todo lo que la imaginación y capacidades técnicas y motrices quiera y requiera.

De esa forma no será nada descabellado ver un Puente de Luz intergaláctico, ni una Nube-metrópoli suspendida en el espacio que albergue a más de treinta millones de habitantes. Ni tampoco “naciones” enteras edificadas sobre anillos sólidos de agua-aire. Así como nadie se extrañará durante los años venideros de los siglos d.ÉC. ver como gracias a la neurogénesis molecular de su cerebro el hombre controlará la mente sobre la materia sólida y pensante, y podrá reparar, modificar y modular al antojo partes motoras, visibles o invisibles, del cerebro para utilizar todo el potencial que de ello derive en determinado y específico fin. Por supuesto que no todos podrán hacerlo, porque gracias a las aún persistentes imperfecciones del ser humano, siempre existirán los de arriba y los de abajo. Una clase dominante y otra dependiente, la cual, aunque dignamente respetada, será destinada a labores de Masa No Irx (no dirigente o conductor) y trabajos de tan alta tecnología científica, que ni el más sabio de los hombres del siglo XXI de hoy en día podría siquiera acercársele a los tobillos.

El dominio de los sesenta y cuatro subelementos derivados de los cuatro elementos primarios (tierra, aire, agua y fuego), es determinante para llegar al siglo d.ÉC. De otro modo, toda la humanidad y formas de vida, incluida la microbiana y bacteriana, así como la multiplicidad de metales, ácidos, gases, hidrógenos, átomos y oxígeno y todo lo que se le parezca, descubierto y aún sin descubrir, será convertido en micropartículas cósmicas tan pequeñas y dispersas que no podrán ser jamás detectadas. Por supuesto que de todo esto queda entendido que el mismo planeta tierra será una de esas micropartículas dispersas en La Nada del universo.

Con la “domesticación” de los subelementos lo complejo se convertirá en simple. Serán los siglos de la dominación de la mente pensante y purificadora (espiritual). No más hambre y no más guerras. No hará falta grandes extensiones para proveer el alimento de millones de seres porque el metabolismo del cuerpo humano será modificado a partir de inducciones trilógicas conformadas por mente-pensamiento-cerebro, proceso durante el cual neuronas y neurotransmisores sufrirán cambios substanciales en los cerebros humanos. A través de ellos podrán controlar el hambre y su sensación suplida por un proceso retroalimentario proveniente de la fusión de treinta y tres de los sesenta y cuatro subelementos, entre los cuales estarán el alma y el espíritu, dos de los nuevos subelementos. Estos serán de vital importancia para el sustento de las generaciones futuras.

Lo único necesario para cuando llegué el siglo d.ÉC. es una sustentable provisión de los cuatro elementos principales (tierra, aire, agua y fuego), los cuales, aunque en pequeña cantidad, podrán reconvertirse en masivas cantidades de subelementos. Uno de ellos, el subelemento 54, será llamado taaf y contendrá un compendio de los cuatro fundamentales y servirá para que el individuo conserve siempre su memoria y recuerdos humanos. El subelemento 33, al cual denominarán jecri, será imbuido a través de una neuroromagénesis a cada ser humanos para que su mente funcione siempre en el plano espiritual-universal.

Sería larga y tediosa hacer en esta corta reflexión una clasificación total y exhaustiva de los sesenta y cuatro subelementos. Primero porque en este siglo nadie la entendería y, en segundo lugar, porque necesitaría muchas horas y papel para explicar su composición fisicoquímica y componentes neuronales subvente, lo cual conllevaría a explicar y demostrar el significado lógico e irrefutable del desplazamiento extra corpóreo de las moléculas vacías del cerebro y el emplazamiento, refracción e intercambio de neuronas de seres vivos a seres muertos para la consolidación de una nueva vida después de la muerte. Algo complicado, no. Por eso evitaré entrar en temas para mí simples, pero muy complicados para el común de los humanos que no creen ni entienden en qué consiste la neuroplasticidad del cerebro.

Lo que si puedo decirles y esto es simple, es que los estímulos exteriores pueden moldear y modificar los circuitos cerebrales. Dicho en otras palabras: la mente puede modificar el cerebro y todas las moléculas existentes en el, de tal forma que, si se quiere, con un solo pensamiento se puede producir calor, solidez, fluidez, masa, espacio y cosas que ni la imaginación más prolífica puede alcanzar. Todo ello sin requerir del mayor de los esfuerzos y, lo mejor, después de realizado el acto, volver al vacío más sublime. A una paz mental etérea e inolvidable. Simple, ¿verdad?



EL PENSAMIENTO

DE LAS COSAS INANIMADAS

Todos piensan. Hasta el mundo, el planeta Tierra, piensa. El pensamiento no es atributo exclusivo de los hombres. Los animales piensan, los microbios también. Lo que sucede es que la ciencia humana todavía no ha llegado a la capacidad de interpretarlos. Eso no significa que no piensen. El aullido de un perro, por ejemplo, lleva implícito un pensamiento. El ladrido también. El perro piensa y decide si aullar o ladrar. Es una decisión propia, de su naturaleza. También toma la decisión si ésta, o tal o cual noche, puede dormir tranquilo o no. Si su amigo-padre adoptivo regresa temprano a casa, piensa y decide dormir temprano. Si al observar el comportamiento de su compañero-adoptivo advierte que esa noche se irá de fiesta, piensa y decide que no podrá dormir tranquilo hasta que no regrese porque deberá vigilar la vivienda. Y así, como el ejemplo anterior, hay millones de ejemplos que dan fe de su real e inobjetable pensamiento.

Pero ese no el motivo de este somero estudio deductivo, sino el pensamiento de la materia inanimada, de las cosas sin movimiento aparente al ojo humano, ya que todo en el universo tiene su ciclo evolutivo y su movimiento, al igual que gira la Tierra bajo nuestros pies sin darnos cuenta. Lo mismo que giran las galaxias sin siquiera verlas. Todo gira. Todo se mueve y si se mueve piensa. El universo piensa. Nuestro planeta piensa. Todo a nuestro alrededor piensa. Aunque nosotros aún no hemos descifrado la naturaleza de ese pensamiento, no por ello podemos afirmar que no piensan. No hay comprobación científica en ninguna de las dos vertientes. No se ha demostrado que no piensan como tampoco que sí piensan. Entonces queda una duda razonable.

Lo que si es cierto e inobjetable es que el propio ser humano está en constante movimiento y evolución. Faltan muchos siglos para llegar a nuestra madurez evolutiva y mental, por eso aún no comprendemos muchas cosas. Vendrá el momento. Quizás dentro de tres o diez mil años más de evolución, quién sabe. Quizás un poco antes. Quizás mucho después. Tardamos tanto en evolucionar desde el hombre de las cavernas hasta hoy, que nadie sabe con precisión matemática cuando siglos tendrán que pasar para concluir nuestro ciclo evolutivo. Nuestra inteligencia, la de todos los seres humanos, todavía está en pañales. Apenas ahora descubrimos algunos secretos, los elementales principios básicos del genoma humano. Hoy en día apenas se sabe el diez por ciento de su verdadera y real función. Quién sabe cuánto tiempo tardarán nuestros científico y sabios terrestres en descifrar todo los códigos en el implícito.

Pretendemos saberlo todo y nos lanzamos a explorar el universo cuando siquiera sabemos como funciona nuestra mente y porqué. Apenas utilizamos una minúscula parte de las funciones cerebrales inherentes al conocimiento humano. Lo demás está dormido, a la espera de ser descubierto. Todo el hemisferio derecho del cerebro humano, en el común de los casos, pareciese no existir, ya que muy pero muy pocos seres humanos en el mundo utilizan una ínfima parte de ese órgano vital para la inteligencia.

No sabemos nada de nosotros mismos y en nuestra ignorancia pretendemos ser los sabios de universo. En realidad no somos nada, excepto una microscópica partícula que vaga a la deriva en el cosmos.

Por eso no se perturben a leer mi afirmación de que la materia inanimada piensa. ¡Piensen y verán que estoy en lo cierto! Las piedras también piensan. Los árboles piensan. Tienen vida sabia y propia, y la madera que es cortada de ellos, tampoco mueren y piensa: Un tablón sigue pensando como cuando tenían vida. Lo mismo la mesa o la silla que con el construirán. Una gota de agua piensa, aunque ella se mueve y transforma. Para lograr esa transformación debe, por principio básico, pensar primero. El viento, aunque también se mueve y tiene vida propia, también piensa. Así como tu cucharilla de café, sea de hojalata, acero, níquel, oro, plata, porcelana o cualquier otro material, también piensa. Tú sopa piensa y los tubérculos, arroz, pasta, fideos o lo que tenga dentro, como pollo o carne, también piensa. Piensan cada uno por separado. O sea el tubérculo piensa en lo que el debe pensar. El arroz también, así como la pasta y fideos. Y, por supuesto, si la sopa es de pollo, la presa o anca de pollo, aunque esté bien muerto, también piensa. Lo mismo sucede con la carne, sea de vaca, cochino, caballo o de lo que sea. Piensa. Piensan en sus ancestros. En sus padres y madres y en los que les deparará el futuro. Piensan en lo felices que eran mientras pastaban en el campo. Piensan el hermoso cielo que veían sobre sus cabezas cuando estaban vivos. Piensan en la miserable vida que les tocó vivir. No hubo paz para ellos sino tormento. Pero, y esto es real, aunque suene ilógico e incoherente, los mismos fideo, tubérculos, pollo, res, cochino o lo que hayamos comido siguen pensando, esta vez con alegría, en la nueva función que la vida les deparó, que es la de alimentar y hacer crecer sano y saludable a un ser humano, sea este bebé o no, y darle subsistencia ya que si no lo hubiesen ingerido morirían irremediablemente de inanición. Su función es glorificada y los alimentos ingeridos se sienten paladines del bien y la justicia. Pero, aunque parezca insólito decirlo, hay que decirlo. Luego de producido el milagro de la absorción de los alimentos y lo ingerido haya cumplido a cabalidad su función, la materia fecal que es desechada de nuestro cuerpo por el ano, también piensa. Piensa, razonablemente, que no es un desecho, si no que va a cumplir con otra misión del ciclo de la vida. O sea, dicho de otra manera y con otras palabras, la mierda también piensa. Piensa que va a cumplir un importante ciclo de vida para el ser humano, como es la creación de bacterias y otros microorganismos esenciales para la existencia del hombre, que sin ellos moriría. La otra función y quizás la más banal de la mierda, pienso yo, y creo que la mierda lo piense igual, es la de convertirse en abono.

Y así el ciclo continúa en espiral hasta nunca acabar mientras exista vida en el universo, que es tan infinito como la estupidez humana si no toma seriamente lo que aquí trato que se comprenda.

Recuerden, todo piensa porque sin el pensar todo sería estático y sin movimiento no hay vida y sin vida no existiría el pensamiento, incluso de las cosas inanimadas. No sería la muerte, sino el fin de la materia. ¿Entendido?

Y ya que toqué el tema de la muerte, debo decirles con toda la autoridad y claridad que mi condición de pensador me confiere, que hasta los muertos piensan. La gran mayoría piensan dulce y alegremente en la función que les tocará vivir en el próximo Mundo Paralelo donde será trasladado por función anímica y corporal, la cual describiré en otra oportunidad. Mientras los muertos, todo los muertos del mundo, esperan llegar a ese otro Mundo, cumplen con disciplina militar su trabajo todavía terrenal dos metros debajo tierra. Este consiste en su descomposición y recomposición de materia en otros seres vivos e inanimados que también piensan. El ciclo, como dije anteriormente, nunca termina.

Podría estar citando ejemplos sobre el pensamiento de la materia inanimada durante días y llenar muchas, pero muchísimas páginas, las cuales podrían confundir al pensador que va a leer y discernir sobre estas cortas líneas. Para comprender lo elemental del pensamiento no hacen falta grandes tomos o enciclopedias, no sería didáctico ni provechoso para el pensamiento humano masivo.



LOS NIÑOS LUZ



Posiblemente unos pocos ya estén entre nosotros y no nos hemos dado cuenta. No obstante sus nacimientos pronto se multiplicaran por todo el orbe. Serán tantos, que no será difícil reconocerlos. Son los Niños Luz, seres casi divinos que aparecerán sobre la tierra con una única y sublime misión: conducir a la humanidad hacia la Tierra Nueva. A una concepción más espiritual y menos materialistas del mundo. Buscarán convertir al hombre en un ser más humano y menos en insensato depredador.

Los Niños Índigo y Cristal fueron los pioneros. Los encargados de abrirles el camino a los Niños Luz para que el shock humano ante su presencia sea menos perturbador y más aceptable.

Los Niños Luz, que por muchos serán llamados Elegidos de Dios, son seres de sensibilidad casi divina, muy parecidos a los que nosotros imaginamos como son los ángeles. Poco a poco, muy despacio y con acciones ejemplarizantes, irán reeducando, en todo el estricto sentido de la palabra, a la humanidad hacia la vida espiritual. Le irán despertando la parte del cerebro donde mora su espiritualidad, la cual está adormecida hace milenios.

Como anunciamos en otro Evangelio Sotroc (ver EL ALMA DE LOS MUERTOS VAGA POR EL ESPACIO), los Niños Luz son seres de una inteligencia espiritual súper avanzada, ética y moralmente alejados de los principios materialistas que desde hace muchos siglos están acabando con el verdadero sentido de vida del ser humano.

Los Niños Luz nacerán por todo el planeta. En cualquier país o rincón del mundo y serán concebidos por el vientre de cualquier madre común y corriente. En apariencia, serán iguales a los demás niños, pero con mentes muy evolucionadas. En sus nacimientos no habrá ninguna discriminación y toda mujer podrá gestarlo sin importar su pasado o presente.

Su denominador común es transformar al hombre para conducirlo a la añorada Tierra Nueva, donde imperará la igualdad, libertad y justicia más absoluta.

Desde tiempos inmemoriales San Juan lo reveló en forma clara en el capítulo 12:36 de su evangelio. Creed en la luz para que seáis hijos de la luz. Estas cosas habló Jesús, escribió haciendo referencia no sólo a poder divino de Dios sino también como un anuncio de la vendida de los Niños Luz sobre la tierra. En la Biblia hay muchísimas alusiones y referencias al respecto.

En La Estrella Perdida igualmente se deja evidencia de que esto sucedería: “…no terminó de decirme el asunto de Los Elegidos. Usted habló en la reunión de un supuesto Evangelio inédito de San Juan y del actual capítulo 12:36, donde se habla de los hijos de la luz y del papiro trascrito por el profesor Gagliardi que dice como testigo fiel el cielo, nacerán con aura de cristal los nuevos ungidos. El día que el sol ilumine delante de mí serán esparcidos por toda la Tierra”.

Sea como sea, una cosa es inobjetablemente cierta. Los Niños Luz nacerán sobre la tierra, tal como ya hace bastantes años nacieron los Niños Índigo y los Niños Cristal. En aquel entonces, alrededor de ellos se tejieron un sin número de especulaciones y muchísimas “maldiciones”. Entre otras cosas se les calificó de desadaptados, de niños excepcionales con problemas de conducta. Nada más lejos de la verdad. Hizo falta un buen tiempo para que psicólogos y estudioso comprendiesen su verdadera naturaleza.

Al principio sucederá lo mismo con los Niños Luz y con quienes sostengan sus dones divinos.

La realidad es que ya están aquí. Se han comenzado a mostrar muy despacio a fin de evitar alboroto innecesario a su alrededor. Ese no es su propósito, sino llevar a la humanidad hacia un nuevo amanecer. Un mundo nuevo, totalmente espiritual alejado de la codicia, ambición y las guerras producto del voraz materialismo. Una Tierra Nueva donde imperará la justicia y cuya única meta de existencia será el amor al prójimo.

La Tierra Nueva se convertirá en un bloque homogéneo constituido por todas las naciones de nuestro planeta. Será un único país. Las fronteras dejarán de ser las líneas imaginarias que dividen estados y se convertirán en una triste remembranza de la codicia y afán de conquista y sumisión del hombre.

En fin, veremos el nacimiento de un mundo sin odios y rencores. Sin maldad ni egoísmos y apartada de toda violencia. Una Tierra Nueva lleno de paz y amor, donde la verdad y la fe serán los principios más absolutos del ser humano. Donde no existirá las desigualdades sociales y la pobreza apenas el triste recuerdo de una civilización déspota, sanguinaria y cruel.

El día está cercano. Sólo hay que esperar. ¿Será un hijo tuyo un Niño Luz?



HAY QUE ALIMENTAR


A LAS SOMBRAS



Aunque suene descabellado no tiene nada de insólito ni de paranormal. La revelación de este Evangelio no es producto de una mente frenética y desquiciada. Tampoco es una locura. Doy fe de ello.

Las sombras, todas nuestras sombras, las que a diario nos acompañan, necesitan alimentarse. Tienen que ser alimentadas y si es a diario, mejor. No se trata, como posiblemente muchos prejuiciaron a priori, de alimentos comunes y corrientes. De simple comida, como caraotas, carnes o pollo. No. Se trata de otro tipo de alimento. Un alimento muy conocido por todos nosotros, pero no es físico. No se muestra en forma material sino en forma etérea y de pensamiento. De percepciones, sensaciones de la conciencia y del subconsciente. De nuestro alter ego. En fin, catalóguese como se quiera o prefiera, ese alimento es simple y llanamente autoestima. Para estar siempre contentas y a nuestro lado vigilantes de lo que nos pueda venir o suceder desde atrás, cuando damos las espalda, nuestras sombras necesitan de un poco de caricias. De mimos, para así ir, con nosotros y a nuestro lado, siempre orgullosas, altivas y destilando dignidad hasta por sus propias sombras. Porque, si no lo sabían, en algunos de nuestros Mundos Paralelos, las sombras tienen sus propias sombras y allí, como nosotros los humanos las maltratamos tanto en este mundo, ellas las estiman y encariñan como si se tratasen de pequeños y dulces bebés.

Además una sombra maltratada, descuidada y mal querida se convierte en una sombra triste, deprimida y melancólica. Y eso es muy, pero muy peligroso para los humanos, porque estarán expuestos a muchos peligros tantos psicológicos y mentales, como físicos y corporales. Una sombra deprimida puede conducir al humano a daños irreparables y, en el peor de los casos, hasta la muerte. Por ello, aunque no tengamos alimento para nosotros, hay que alimentarlas a diario y, en especiales momentos, a cada instante o cuando ellas así lo requieran. Hay que autoestimularlas a que siempre estén alegres, dicharacheras, contentas y felices. De otra manera andaremos por el mundo desprotegidos y a la buena de Dios. Cualquier cosa podría pasarnos. Y no es nada bueno. Hombre avisado vale por dos y sombra avisada vale por cuatro.

Las sombras más alegres y felices del planeta Tierra, o sea de este Mundo Paralelo, son las sombras enamoradas. Ellas están muy bien alimentadas y nadie podrá atacarlas o hacerles daño. Son inmunes a cualquier ataque o maldad si el amor es puro y verdadero. De otra manera no sobreviven en ese nimbo de indestructibilidad foránea o de otros Mundos. Mientras persista el amor no hay daño que valga para la sombra enamorada. Porque si una persona se enamora y su amor es verdadero y sincero, también las sombras de cada uno de los individuos enamorados se enamoran. Esa invulnerabilidad puede durar años, muchos años y hasta siglos, porque es trasladable a otros Mundos Paralelos cuando su vida en el planeta Tierra haya concluido. Porque, como en todo quehacer humano, el amor todo lo puede.

Es imperativo alimentar a las sombras en este mundo para que siempre estén a nuestro lado, vigilantes, cuidándonos las espaldas y los flancos como si fuesen avezados y rudos guardaespaldas. Si las descuidamos y no las alimentamos, no nos quejemos si después sufrimos algún insospechado accidente. Que un auto nos atropelle o que un malhechor nos ataque por la espalda a fin de despojarnos de nuestras pertenencias. Aunque esa sea sólo una de las múltiples y complejas funciones de nuestras sombras, no por ello debemos desatenderlas en su alimento cotidiano.

Otra de las tareas de nuestras sombras, aunque parezca muy simple, es la de cuidar nuestros sueños para que sean realmente reparadores y alejados de la dañina perturbación de los fantasmas y espíritus de otros Mundos Paralelos. Cuando nosotros dormimos nuestras sombras no duermen. Son centinelas de la noche. Se posicionan a nuestros lados firmes y atentas para evitar cualquier intento de penetración de algún maligno ser que se cuele en nuestros sueños a través de la mente. Por eso hay que alimentarlas devotamente y con mimos. Sin hipocresía y falsa adulancia porque ellas tienen un sentido de percepción extrasensorial que les permite, al microsegundo, saber si nuestras intenciones de alimento son falsas o verdaderas. Las sombras nos protegen de noche y de día. Incluso cuando estamos muertos nos protegen. Cuidan que nuestro ascenso o descenso a otro Mundo Paralelo, sea el adecuado, el verdadero y el que en justicia nos pertenezca. Evitan que nos hagan trampa o se cometan errores que después son más que irreparables.

Las sombras nos protegen en todo momento. Incluso cuando los humanos que se ocupan de los asuntos relativos a finanzas, bancos, industrias, seguros, bolsa de valores y cosas por el estilo, las sombras los protegen en el momento y antes de cerrar una negociación importante. Ahuyentan a la sombras mal intencionadas, perversas y de mal agüero de las personas con quien están cerrando el trato a fin de que este se concrete sin contratiempos o artimañas. En caso de que las sombras “enemigas” sean muy astutas y malvadas, simplemente les advierten. Una de las formas más utilizadas por las sombras para advertir a su par humano, es derramar intencionalmente, aunque la acción amerite mucho desgaste y esfuerzo, el vaso de agua que está sobre el escritorio o mesa de conferencia donde se realiza el acto. Otra, la de “obturar” la pluma fuente o bolígrafo con el que se estamparía la firma. Una advertencia más que contundente es la de provocar el estruendoso ruido de un portazo o de una ventana que súbitamente se abre aparentemente al viento sin que en el lugar no haya una brizna de brisa. Un café derramado sobre el traje por una “descuidada” secretaria, es otro de los más comunes ejemplos. Y así, otra gran variedad de significativas acciones que buscan revelar que ese día, especialmente ese día, es mejor y más sano dar marcha atrás e irse. Quedarse tranquilo. Olvidarse de todo y salir de donde se esté en paz y sin heridas. Y, todo eso, gracias a la advertencia de nuestra querida y amada sombra. Porque las sombras bien alimentadas, prodigan un amor y autoestima muy elevado hacia nosotros. Son puras, decentes y aborrecen las trampas y triquiñuelas.

Para saber y reconocer si un individuo marcha por las calles con su sombra bien alimentada, sólo se le debe mirar fijamente en los ojos y penetrar dentro de ellos por fracciones de milésimas de segundos. Si la persona logra resistir la mirada y no la desvía, se podrá ver en el iris de sus ojos un segundo arco, no tan brillante como el primero. Si es así, esa persona tiene bien alimentada su sombra y es de fiar. Si no se le ve o es opaca, esa persona tiene problemas con su sombra y, por ende, no es conveniente estar a su lado. ¡Aléjate de él! Sea hombre o mujer muy hermosa y bien formada. Vete. Huye de esa persona. No te conviene. Es perversa, maligna y negativa.

Para reconocer si la sombra de una persona enamorada está bien alimentada se utiliza el mismo procedimiento. Su iris paralelo, que es el de su sombra, se verá luminoso y brillante. Esa persona está verdaderamente enamorada y es sincera. Puedes confiar en ella con los ojos cerrados. Es positiva, pura y sincera. Es lo más cercano a la divinidad que existe en el planeta Tierra. ¡Comiencen a alimentar ya a sus sombras! Mañana puede ser tarde. Muy tarde.



SALTO HACIA ATRÁS

Realmente sí sabemos quiénes somos y de dónde venimos. Lo que pasa es que lo hemos olvidado. Y no fue un olvido casual, sino programado. Fue borrado de nuestro ADN por nuestros ancestros, seres venidos del futuro, de más allá de donde las estrellas brillan con mayor luz, cuando regresaron con la intención de repoblar la Tierra hace aproximadamente unos cuatrocientos o quinientos millones de años. Quizás más, quizás un poco menos. El tiempo es relativo e irrelevante y, por ahora, tampoco importa mucho, menos el cuándo regresaron a repoblar la Tierra Ancestral, en aquel entonces un planeta árido y veladamente desconocido para muchos de ellos, pero sumamente importante para su supervivencia porque reunía todas las condiciones y, ellos lo sabían, para volver a comenzar de nuevo, porque su mundo, el planeta Tierra del Futuro donde vivían, estaba a punto de eclosionar, de abrirse como una cáscara de huevo que se estrellas contra el piso. Su ciclo en el universo había finalizado y la Tierra del Futuro, donde nuestros ancestros lograron su máxima evolución, pronto estallaría en miles de millones de pequeños y grandes pedazos que pasarían a formar parte de uno de los tantos cinturones de asteroides que vagarían a la deriva en un universo que pronto sería convertido en la nada. En el no espacio y en el no tiempo.

Igual a lo que le sucedió a la Tierra del Futuro aconteció en miles de sistemas planetarios y galaxias del infinito y cambiante universo, el cual está en constante transformación y siempre marcha hacía la hecatombe final, hacia el gran holocausto sideral. Por ello nuestros ancestros decidieron emigrar y dar el salto hacia atrás y no hacia adelante como la gran mayoría de los pensadores y científicos creen que sucederá o podría suceder debido a nuestro afán de exploración interplanetaria, de conocimiento. De saber dónde estamos, de dónde venimos y qué somos.

Dar el salto hacia delante hubiese supuesto la extinción de la humanidad y de la vida universal, porque era saltar hacia la autodestrucción, al fin de los tiempos, tal como aconteció en infinidades de galaxias en el espacio-tiempo. Era ir directo a la muerte, porque en aquel momento, hace miles de millones de años, en la Tierra del Futuro, cuando nuestros ancestros dieron el salto hacia atrás había comenzado el fin, el verdadero fin. El big ban al revés. El regreso a la nada cósmica. Al silencio total y al sin espacio y el sin tiempo.

Antes de proseguir y explicar en qué consistió el salto hacia atrás es necesario dejar bien claro y asumir de una vez por todas (la ciencia pronto lo hará) que nosotros, los seres humanos actuales, los de hoy, los mismos de carne y hueso con los que interactuamos todos los días, sin importar raza o color, somos polvo de estrella. Venimos del espacio. Que hace millones de años llegamos al planeta Tierra y lo colonizamos “otra vez”. Nosotros somos los extraterrestres, los alienígenas, los grises y todas esa serie de criaturas de otros mundos que imaginamos ver y que creemos que de un momento a otro nos podrían invadir. Y con esto no quiero decir que esa “invasión” no sea posible. ¡Por supuesto que existe esa posibilidad ya que muchas, pero muchas vidas muy distintas a la nuestra, pueblan el universo! Aunque esa posibilidad esté siempre latente, por ahora no será. No será hoy. Tampoco en cientos de miles de años. Y no porqué esos seres extraterrestres a los que de ahora en adelante llamaré Hixyant, no quieran invadirnos o colonizarnos. ¡No! No es por eso. No lo harán durante los próximos cuatrocientos o quinientos millones de años porque no pueden. Y no pueden por la sencilla razón de que están, al igual que nosotros, los humanos, en proceso de “reconstrucción y desarrollo”, de sus propios planetas ancestrales, en un ciclo que posiblemente se repetirá en espiral por toda la eternidad.

Me explico. Dando por sentado que nosotros los humanos somos extraterrestres que después de millones de años de evolución regresamos otra vez a la Tierra Ancestral, a la de nuestros orígenes, debido a un cataclismo cósmico y comenzamos una nueva etapa de desarrollo en todos los órdenes, los Hixyant están en lo mismo y, al igual que nosotros, carecen, en estos momentos, de la tecnología necesaria para iniciar viajes interestelares. Ellos, al igual que nosotros, debido al holocausto sideral dieron también el salto hacia y están, de la misma forma que nosotros, volviendo a colonizar su planeta de origen de vida.

Quiero insistir, aunque con ello no pretendo convencer a nadie, que nosotros somos los alienígenas que tanto nos atemorizan y que en el futuro (ese futuro puede tardar miles de años) seremos física y anatómicamente idénticos a esos seres de otros planetas que hoy imaginamos ver y que, supuestamente, nos podrían invadir. Los Ovnis, esos aparatos que vemos en el espacio, son nuestras naves preparando el regreso a la Tierra Ancestral. Nosotros somos los grises que las tripulan y que decimos ver y que muchos aseguran haber sido raptados por ellos. Los que así creen, lo que no dudan de esa posibilidad, ya están recuperando parte de su memoria evolutiva borrada intencionalmente del ADN humano por nuestros ancestros del futuro. Dentro de algunos miles de años terrestres, lapso que medido en tiempo cósmico son apenas fracciones de segundos, retomaremos nuestra verdadera y última forma humana: cabeza grande y alargada hacia arriba en la parte occipital, ojos achinados y grandes. Cuerpo enclenque, nariz y boca casi inexistente y rostro carente de orejas. No tendremos casi músculos en el cuerpo porque se habrán atrofiado por falta de uso, por ser absolutamente innecesarios en nuestra nueva forma de vida. El cerebro nos crecerá de una forma jamás imaginada y toda una gama de nuevas y diversas funciones, las cuales nos harán semejar a seres divinos y celestiales, serán regidas por ese órgano. Nuestras neuronas se multiplicaran en ciento de miles de millones y nuestra sabiduría será ilimitada. En fin, seremos seres súper inteligentes con más cabeza que cuerpo, aunque el balance entre los dos será perfecto, armónico y sublime, aunque nuestros movimientos lentos. Nuestra mente será la ágil y la que regirá todas nuestras funciones corporales. Todas. Hasta de autoreparación, cuando por algún infame motivo, nos atrape un “desarreglo”, ya que en la Tierra de futuro no habrá enfermedades, mucho menos médicos. Cada uno de nosotros tendremos la capacidad innata de auto desarrollo mental e intelectual. No más maestros. No más estudios. No más escuelas y universidades. La Biblioteca del Universo estará en nuestro cerebro. Será parte de nuestro ADN. Nacemos con el conocimiento implícito y nos desarrollamos con el de igual forma como crecemos y nos desarrollamos biológicamente. Todo gracias a un circuito neuronal de incalculables capacidades. Aunque, como es obvio, habrá mentes más brillantes que otras.

Poco a poco y a través de los milenios, iremos recuperando en forma muy sutil la memoria ancestral escrita en nuestro ADN. A medida que se vaya descodificando el Genoma Humano, iremos, igualmente, recobrando memoria y habilidades. Podría durar cientos, quizás miles de años, pero, inexorablemente, llegaremos a la evolución que tuvimos hacia miles de años atrás, cuando vivíamos en la Tierra del Futuro. Quizás, sólo quizás, nos superaremos a nosotros mismos.

El salto hacia atrás fue del todo inevitable. Si queríamos subsistir como raza humana debíamos darlo. No había alternativa. Saltar hacia delante en el tiempo hubiese sido nuestra extinción y el fin de la vida humana debido a que hacía adelante sólo nos esperaba la nada y la destrucción. Por ello nuestros ancestros, utilizando su avanzada tecnología y ciencia, construyeron con muchísimo tiempo de antelación al cataclismo sideral, una sofisticada e infalible máquina del tiempo y dieron el salto hacia atrás utilizando como “vía de escape” las virtudes y seguridad que ofrecía para el viaje un agujero de gusano. Mucho antes de que el fin de la Tierra del Futuro aconteciese, nuestros ancestros probaron y comprobaron la seguridad del agujero de gusano haciendo innumerables viajes a su Tierra Ancestral, o sea nuestro planeta actual. Esos son los acercamientos y avistamientos de Ovnis, así como otros fenómenos y experiencias siderales inexplicables que los humanos actuales vemos y experimentamos hoy en día, pero que aún no comprendemos. Todo es un ciclo repetitivo. La vida humana en el tiempo-espacio es como un deambular dentro de una espiral sin fin que gira y retorna dentro de si sin tener conciencia de cuándo ni porqué. Igual lo hacen las galaxias que albergan a millones de sistemas planetarios.

Aunque todavía existen muchas interrogantes, de una cosa podemos estar seguros, muy seguros: el agujero de gusano es confiable y para nuestra seguridad y perpetuidad de la especie, ha sido analizado y controlado minuciosamente por nuestros ancestros terrenales para cuando comience el fin de los tiempos en sus interminables ciclos.

Es necesario redundar a fin de que se entienda. Un salto hacía adelante hubiese sido el fin de la civilización y la vida. Nuestros ancestros de la Tierra del Futuro lo sabían. Hacia atrás era el comenzar de nuevo, casi de cero, pero aseguraba la sobrevivencia humana. Fue lo acertado. Nuestros ancestros optaron por colonizar de nuevo la Tierra que habían dejado atrás hace millones de años. Era el nuevo y fatigoso renacer. El volver a aprender y reconstruir. Esos somos nosotros. Los seres venidos de las estrellas somos nosotros. Somos polvo de estrellas porque al pasar a través del tiempo por el agujero de gusano escapamos, al igual que el polvo de las estrellas, de la explosión que volvió añicos a todo el universo del futuro donde vivíamos. Antes, mucho antes, en la Era de la Nada Infinita, también éramos polvo de estrellas. (Ver Evangelio Sotroc UN METEORITO ORGINÓ LA VIDA EN LA TIERRA).

Nuestro regreso a la Tierra Ancestral aconteció exactamente después de la desaparición de los dinosaurios. Nosotros (nuestros precursores) sabían que eso sucedería. Por eso esperaron y emprendieron el viaje de retorno a la Tierra después de que se “enfriase” todo y que las condiciones para la nueva vida estuviesen servidas. Sabían que el holocausto sideral también, aunque en menor escala, tocaría de cerca y causaría estragos al planeta Tierra. Vagaron un tiempo en el agujero de gusano y cuando lo creyeron oportuno aterrizaron en el planeta de sus orígenes. Había mucho que hacer y comenzar a reconstruir. Al principio guardaron muchas de sus tecnologías futurísticas y las naves con las que hicieron el viaje a través del agujero de gusano. Por supuesto, que a la Tierra Ancestral no viajaron todos. Sólo unos cientos de miles fueron escogidos para reiniciar la reconstrucción ya que era imposible salvar a todos los que poblaban la Tierra del Futuro. Sus líderes tuvieron que elegir y le dieron prioridad a las mentes más brillantes y a sus dirigentes. En fin, eran humanos y esa condición no cambiaría en sus percepciones aunque fuesen terrestres del futuro. Era de vital importancia preservarlos para poder comenzar con “algunas ventajas” la reconstrucción que los llevaría nuevamente a la Tierra del Futuro.

Al principio, como dije antes de divagar en otros asuntos menores, tenían en sus manos el conocimiento, el poder y las herramientas para una evolución rápida del planeta, pero hubo conflictos, ambiciones y, signados por la confusión y el desespero, hubo algunas batallas entre ellos. Muchos perecieron al ser aniquiladas sus mentes, aunque no sus cuerpos, los cuales siguieron con vida. Las mentes que sobrevivieron tomaron una decisión, la misma que dentro de miles de millones de años repetirían en ciclo infinito: borrar la memoria evolutiva de sus ADN. Prefirieron que todo se fuese redescubriendo poco a poco a medida que sus mentes, que una vez fueron súper evolucionas volviesen a evolucionar. Esos es lo que somos ahora. Seres en evolución y perfeccionables. Sólo nos resta esperar y reaprender. La herencia nos fue legada y está escrita y descrita en forma inequívoca en nuestro ADN. Fue su llegado antes de partir a la eternidad y borrar todo vestigio de su presencia en la Tierra Ancestral. Aunque por más que se afanaron, algunas trazas de su presencia quedaron esparcidas por el planeta Tierra. (Ver Evangelio Sotroc 2012: EL REGRESO DE LOS MAYAS Y LA NUEVA ERA DE HIELO).

Cientos de años antes de tomar esa decisión nuestros ancestros, a quienes los humanos actuales llaman los grises, ayudaron a las nuevas especies creadas por ellos mismos en sus “laboratorios” a construir grandes monumentos que perdurasen a través de los siglos y la historia, tales como las Pirámides de Egipto y los monumentos mayas y aztecas, sólo para citar algunos. El color de la piel de los seres humanos actuales también se debió a un ensayo de laboratorio de nuestros ancestros. No siempre será así. Dentro de millones de años todos seremos grises azulados. Lo azulado se deberá a nuestro complicado sistema nervioso y circulatorio, el cual se transparentará sutilmente dando esa imagen azulada grisácea.

Repetimos, el salto hacia atrás era inevitable. Nuestros ancestros los grises tuvieron obligatoriamente que regresar al pasado porque el futuro no existía, dejó de existir, debido al Apocalipsis Estelar.

Quizás dentro de apenas unos cuarenta años o menos, cuando los científicos actuales hayan logrado descifrar más del cincuenta por ciento de los códigos de nuestro ADN, comenzará la humanidad a comprender. Todo, toda la historia de la humanidad está escrita en nuestro ADN. Incluso de dónde venimos, qué somos, porqué regresamos y porqué tendremos que repetir nuevamente el mismo ciclo dentro de miles de millones de años. Quizás antes, mucho antes. Sólo falta recuperar nuestra memoria evolutiva y con ella la esperanza de un mundo mejor y menos apocalíptico.



PROPULSIÓN POR OXÍGENO COMPRIMIDO



Está delante de las narices de todos, y en abundancia, sin embargo la humanidad inconscientemente no logra verlo pese a que lo utiliza diariamente y es de vital y necesaria importancia para su subsistencia. No lo ve, no porque sea invisible, que ciertamente lo es. Tampoco porque sea incoloro, inodoro e insípido, que también lo es. No lo ve por una sencilla razón de lógica elemental: para la humanidad es, inclusive, imposible imaginarlo. Su reticencia, aunque obvia e infantil, es más que válida.

Me refiero, por supuesto al oxígeno, la nueva forma de propulsión que moverá al mundo y lo sacará de la inevitable crisis energética que en el próximo lustro podría causar millones de muertes innecesarias, guerras y desolación. La solución para poder evitarlo está a la vuelta de la esquina. No tan simple como parece, pero factible en un cien por ciento. El oxígeno será el combustible del futuro, pero si los científicos terrestres se apuran un poco será el nuevo combustible del ahora. Del hoy. Si así de simple y relativamente fácil.

Si, claro que me refiero al oxígeno que diariamente respiramos. A la fuente vital de nuestra existencia. No, no es ningún desatino. Ya nuestro propio cuerpo humano, la máquina perfecta dirigida por la más pequeña y al mismo tiempo más inteligente y poderosa de todas las computadoras existentes y por existir, descubrió esa fuente energética hace milenios. El cerebro sabe que sin la energía que le proporciona el oxígeno el cuerpo humano no podría vivir. Dejaría de existir, de moverse. Sería el fin, la muerte. Con poco siquiera podría moverse. Carecería de energía suficiente para hacerlo. Con mucho autoanularía muchas de sus funciones corporales y sería incapaz hasta de moverse. La hiperventilación es un ejemplo claro e indiscutible. Y cuando el cuerpo humano no tiene la capacidad de procesar el oxígeno, no importa por cuál o qué motivo, podría sobrevenir la muerte súbita, como en los casos de una crónica e irregular inconducción o falta del oxígeno. Un ejemplo común es el asma en todas sus múltiples fases y condiciones. En fin, ejemplos hay muchos. Cuando el cuerpo humano no tiene energía suficiente, y en este caso nos referimos al oxígeno, no funciona. El oxígeno es esencial para el metabolismo. Que quedé claro que no estamos hablando de otras fuentes energéticas, igualmente vitales para el ser humano, como el agua y los alimentos, en todas sus variantes, que necesitamos para mantener “vivas” las constantes biológicas del cuerpo.

En espera de que la sucinta explicación haya aclarado dudas e interrogantes, revelaré en forma de doméstica comprensión en qué consiste la propulsión por oxigeno comprimido. Cuando hablo de propulsión me refiero a tracción, arrastre, movimiento, navegación, lanzamiento y todos los derivados que de la palabra exista. Y para lograr propulsión, necesariamente se necesita energía, sea del tipo que sea. En este caso será el oxígeno, que es una forma de energía limpia. Pero antes se deberá comprimir en una medida de justa fisión (no fusión). Para convertir oxígeno comprimido en energía serán necesarias algunas fórmulas matemáticas y otras de física cuántica. Siendo el oxígeno electronegativo, hay que buscar una fisión múltiple y convexa de sus átomos. Esto debe lograrse antes de que su punto de ebullición llegue a –133 grados centígrados. Si se consigue hacerlo, apenas una pequeña porción de la energía liberada sería capaz de mover un auto durante toda una semana. Siempre y cuando, por supuesto, se construya el motor adecuado para la fisión de átomos descrita. El anterior sólo fue un pequeño ejemplo. La utilidad el oxígeno como energía sería múltiple y a un costo exiguo. Recuerden que el veinte por ciento del oxígeno del planeta Tierra está libre en el aire y el resto combinado en el agua, rocas, óxidos, plantas y demás materia viva.

La interrogante es: ¿podrán los humanos de hoy convertir el oxígeno en energía de propulsión? ¿O hay qué esperar que nuestros ancestros regresen? (Ver Evangelio Sotroc SALTO HACIA ATRÁS). Es tan difícil así. Una idea, más que una pista, he dado. Lo demás se lo dejo a ustedes, terribles pensadores de lo imposible.



DIÁLOGO INTROSPECTIVO


CON UNA MOSCA



Para hablar con una mosca no hacen falta aparatos especiales o de alta tecnificación científica. Mucho menos ser ventrílocuo o utilizar los poderes de médium y espíritus venidos de los misteriosos confines del más allá. ¡No!, nada de eso ni de cualquier otro artificio extrasensorial, paranormal o de avanzada ciencia. Lo único que se necesita es “sentarse” uno al lado del otro, o frente a frente, y ponerse a hablar. Hasta aquí no hay problema. El problema se suscita en el lenguaje y el mensaje. En cómo poder descifrar el mensaje. En cómo comprender su vocabulario en todo su compleja estructura y real significado. Trataré, con la ayuda de Dios, transcribir lo más fielmente posible sus palabras e inquietudes en el vocabulario humano.

El encuentro con ‘mi’ mosca, con la que voy a dialogar, no fue para nada casual y mucho menos debido a cuestiones del azar. Previamente fue escogida por un consejo de ancianas y sabias moscas, quienes tras deliberar por espacio de tres días seleccionaron para la misión a quien de ahora en adelante, a fin de una rápida, precisa y deferente identificación, llamaré José Moscatel o, simplemente, Moscatel.

Pues bien, con el propósito de acortar, diré que nuestro diálogo se sucedió en la acogedora intimidad y seguridad de mi habitación. Yo me senté en un cómodo diván dispuesto al lado de mi cama, el cual muchas veces uso como “despensa” de libros, y la mosca frente a mí, sentada sobre la rodilla de mi pierna derecha, la cual tenía cruzada a fin de que descansara sobre parte de mi regazo una imperturbable libreta de notas donde tenía escritas una serie de preguntas que pensaba hacerle, pero que al fin no le hice, ya que nuestra conversación comenzó y fue sucediéndose de manera espontánea, franca, sincera y muy reveladora, muy distante de las banales e impertinentes preguntas que de antemano había construido mentalmente y luego trascrito a la libreta.

La plática se realizó la mañana de un cálido día de abril, en plena primavera en flor, mientras acontecía ese milagro de la naturaleza que en un abrir y cerrar de ojos convierte un gris paisaje en campo florido y pleno de vida. Tenía que aprovechar al máximo nuestro encuentro ya que apenas nos dieron una hora de tiempo y en mi mente bullían muchas interrogantes, así como un raudal de confusiones. Debía apurar y ser preciso en mis preguntas. Una oportunidad como esa jamás volvería a concedérseme. Cada segundo contaba. Cada instante era importante. Traté de hacerlo lo mejor posible pese a lo apremiante del tiempo y la vorágine de preguntas que como torbellino furioso inundaban mi febril mente.

Con la mosca sentada cómodamente sobre mi rodilla, ansioso espere el momento en que un trío de moscas-árbitros que estaban también sentadas en una esquina del televisor que está colocado en un lateral de mi cuarto, diesen la orden de comenzar el diálogo. Un silencio expectante arropó la atmósfera de la habitación. Mi corazón, como el de José Moscatel, parecía querer salirse de nuestros cuerpos. No sé cuál latía con mayor fuerza. Los sonidos se confundían en una sinfonía de anhelante espera.

De pronto, las tres moscas-árbitros levantaron vuelo y salieron de la habitación. Era la señal que esperábamos. Desde ese momento comenzaba a correr el tiempo, el cual finalizaría cuando regresasen. José Moscatel y yo nos quedamos solos. En cuestiones de segundos la tensión precedente fue amainando y pude, no sin cierto apremio y excitación, lanzar mi primera pregunta.

– ¿Qué piensan ustedes de nosotros, los humanos? –atiné a decir viendo directamente a los ojos del minúsculo insecto en la seguridad de que él me estuviese viendo de la misma manera a mí y dando por sentado que las moscas, al igual que los humanos, también piensan.

Pasaron algunos segundos y no vino ninguna respuesta. Espere un momento más… y nada. No escuché nada que pudiese identificarse como voz, sonido “labial” o algo parecido. José Moscatel parecía mudo. Sólo atinaba a ver que sus dos patas delanteras vibraban febrilmente ante sus ojos. Parecía frotárselos con frenesí.

Estaba a punto de dejarlo todo. Pensé que aquel planificado encuentro sólo había sido una travesura de mi imaginación. Un disparate. Algo que sólo podría ocurrírsele a una mente enferma y perturbada.

Pensé en desdoblar las piernas de la posición en las que se encontraban a fin de que la mosca o José Moscatel, o quien quiera que fuese que la imaginación me había puesto sobre la rodilla, volara y saliese de la habitación. Pero todo quedó en un anticipado pensamiento.

–No seas impaciente –escuché de pronto como respuesta a mi ansiedad.

“Al parecer las moscas no sólo piensan sino también adivinan los pensamientos”, cavilé en mis adentros.

La voz de José Moscatel era clara, modulada. De un tono suave y para nada insípida. No hizo ninguna inflexión mientras pronunciaba cada una de sus palabras. Más bien parecía la lineal voz de uno de esos locutores y narradores de noticias de la BBC de Londres. No había nada que descifrar o interpretar en su lenguaje, como pensé en un principio. ¡Hablaba tal como hablo yo o hablan ustedes!

– ¡Por supuesto qué pensamos! –afirmó con matiz armonioso respondiendo a mi pregunta inicial–. Quizás más de lo que ustedes podrían jamás imaginar. Más que cualquier otra forma de vida existente en el planeta. ¿De otra forma cómo crees qué hemos sobrevivido a tres Apocalipsis? –sentenció muy seguro de lo que decía al tiempo que replegaba con gracia sus alas.

– ¿Tres? –repetí desconcertado, asumiendo que la voz que había escuchado provenía de labios de la mosca–. Asumiendo que uno de los Apocalipsis fue la extinción de los dinosaurios, el cual se debió a un gran holocausto sideral, el segundo el Diluvio Universal del que habla la Biblia, ¿cuál sería ese tercero del cual dices haber sobrevivido? –interrogué a un José Moscatel que mientras formulaba la pregunta no cesaba de acariciarse con una de sus patas delanteras lo que podríamos definir como su hipotética barbilla.

–Está por venir –contestó con lacónica indiferencia–, y también sobreviviremos. Pero de eso no me está permitido hablar. Pregunta lo que quieras y te responderé con cristalina verdad –acotó moviendo un poco su balancín, a fin de cambiar de posición y no perder el equilibrio.

Me quedé callado por unos segundos. Estaba desconcertado. No me esperaba tan aterradora respuesta. Mientras con velocidad de rayo maceraba en mi mente la siguiente pregunta veía como en armonioso y sincronizado movimiento José Moscatel estabilizaba su cuerpo sobre mi rodilla.

– ¿Ustedes creen qué por su admirable capacidad de supervivencia son mejores que los humanos y que otros seres vivos existentes en el planeta? –inquirí un poco descompuesto debido a que no estaba satisfecho con la respuesta anterior.

– ¡No, por favor! –exclamó–. Sólo somos diferentes. Cada quien tiene sus virtudes y defectos. No creo que este sea el momento de ver o sopesar quién es mejor o peor. No creo que eso sea relevante… Todos somos criaturas de Dios –precisó con serena humildad y clavándome sus ojos o al menos esa fue la sensación que sentí–. Todos los seres, vivos o no, tenemos una misión en la vida –acotó moviendo impertinentemente una de sus antenas.

–Es cierto. Tienes toda la razón. Además, las cucarachas y otro cientos de insectos y bacterias también sobrevivieron al holocausto sideral. ¡Disculpa! –exclamé sin mucha convicción y deliberado aire de superioridad–. Había olvidado que ustedes son muy necesarias como polinizadores de girasoles y muchas cosas más –agregué con falsa complacencia.

Volví a sentir la sensación de que los penetrantes ojos de José Moscatel me escrutaban microscópicamente.

–No sólo de girasoles, tal como lo hacemos en los invernaderos de Japón, sino también polinizamos coliflores, nabos, berros y muchas otras hortalizas –comenzó relatando en tono sincero, sin ambages–. Por si no lo sabías, junto a los escarabajos excavadores somos importantes en el consumo y eliminación de cadáveres de animales y otras porquerías que dejan diseminadas por doquier los humanos. –acotó con letánica misericordia–. Somos, como todo lo que hay sobre el planeta Tierra, esenciales, pero no imprescindibles, porque el único imprescindible es Dios, en transformar la materia fecal y ayudamos a los hombres y otros animales en la descomposición de la vegetación y…

–No lo sabía. Sinceramente, no lo sabía –sentencié con auténtico asombro.

José Moscatel estaba inspirado. Con un movimiento de mis manos disculpe la interrupción y él prosiguió.

–Además, y estoy seguro que siquiera imaginas lo que voy a decirte –afirmó convencido de que así sería–, la moscas taquínidas, mis hermanas del alma, ustedes las usan para el control biológico porque parasitan a diferentes especies de chinches y otras sabandijas dañinas para la salud humana, animal y vegetal. Nosotros, las moscas, todas sin importar la especie, también servimos de suculenta presa a otros animales, incluyendo aves y pequeños roedores. De esa forma, como te darás cuenta, nos convertimos en parte importante de la cadena alimenticia. En fin, hemos sido amigas y aliadas de los humanos desde la prehistoria y siquiera se han dado cuenta.

–Gracias por tan ilustrada reflexión. Es cierto. Siquiera pasaba por mi imaginación todas esas virtudes de las moscas…

–No creas, también tenemos nuestros defectos –me interrumpió con delicadeza–. Pero, por supuesto, visto desde la óptica de ustedes, los humanos, como…

–No, detente por favor –atajé impaciente–. Después me los enumeras. Antes, y a fin de aprovechar al máximo la hora concedida para nuestro diálogo, quisiera saber qué piensan ustedes de los humanos… No me has respondido a eso. Dime cómo nos ven.

Antes de contestar José me volvió a clavar sus grandes ojos. Esos maravillosos y complejos ojos formados por muchos lentes refractarios individuales que, cada uno de ellos, constituyen una unidad individual para detectar la luz. Seguramente los científicos jamás lograrán imitarlos en sus laboratorios. Son un verdadero prodigio de la naturaleza. Tanto, que de la luz que se refleja del ojo de la mosca de burro se puede formar un arco iris.

–Como una plaga necesarias… –soltó sin titubear o meditar siquiera su respuesta–. No quise decírtelo antes por simple y elemental cortesía y a fin de no herir tú susceptibilidad. Estoy en tu casa y eso lo respeto. Las moscas los vemos como una perniciosa, pero necesaria plaga, para nuestra supervivencia. Ustedes nos son útiles. Los necesitamos para mantener el equilibrio ecológico… Sin los humanos nuestra población se hubiese reducido sólo a unas pocas y aisladas colonias de moscas. Son los proveedores de materia prima básica para nuestra existencia, como la basura y los cadáveres, tanto de animales como de humanos… Y es que son tan sanguinariamente depredadores y ciegos egoístas que no se dan cuenta del daño que le hacen al planeta. Su ceguera es más que nada mental y existencial. Están aturdidos por su codicia y afán de conquista. Y, lo peor, es que nos acusan de transmitir muchas enfermedades, como el cólera, la fiebre aftosa y muchas infecciones, pero ¿quién produce la basura?... ¿Quiénes dejan a la intemperie cadáveres de vacas, ovejas, perros, gatos, gallinas, caballos, humanos y otro sin fin de animales, que son los vectores de esas y otras nocivas enfermedades?

–Es cierto… Me abrumas, pero es la triste realidad. Al parecer nadie se ha percatado de ello. Aunque creo que no sirva de mucho, transmitiré al mundo tus observaciones –confesé apenado por haber asumido desde el inicio de nuestro diálogo un aire de premeditada arrogancia–. Otra cosa –acoté enseguida, antes de que siguiese con sus “reproches”–. Desde hace algunos minutos una inquietud está corroyendo mi mente y me gustaría compartirla contigo. No quiero que el tiempo termine y te vayas sin respondérmela. La pregunta es simple y quiero que la contestes de la forma más elemental que puedas, okey… ¿En vuestro universo, en el mundo de las moscas, existe un Dios?… ¿Ustedes creen en Dios? –inquirí con aprehensión y cierto titubeo.

– ¡Claro qué existe un Dios y, por supuesto, que creemos en Él!... Es el mismo de ustedes –se apresuró a responder José Moscatel–. Él nos creó al igual que los creó a ustedes y a todos los seres y cosas, humanos o no. Él rige el destino de todo lo que existe y se mueve en todo el inmenso universo.

– ¿Y cómo se llama si se puede saber? –solté curioso a bocajarro.

– ¡Dios!... Simplemente Dios, aunque otras moscas, las asiáticas, le dicen Divinidad y otras, las de oriente y la región de los desiertos, Inteligencia Superior e Infinita, aunque es el mismo Dios porque sólo existe un Dios en el universo… Nunca podrá haber dos. En ese sentido ustedes, los humanos, están confundidos. Todavía no entienden que sólo existe un Dios en todo el universo aunque en algunos países de este ínfimo y trastornado planeta le pongan otros nombres. Como Buda, Alá, Mahoma, El profeta, Visnú o Shiva y así por el estilo, pero es el mismo Dios porque Dios es único e indivisible, además de eterno y todopoderoso –explicó asombrado de mi ignorancia–. Ustedes los humanos son tan imperfectamente egoístas que siquiera en eso se ponen de acuerdo. Su afán de posesión los induce a tener un “Dios” particular según la región o latitud del planeta que escojan para vivir. No les gusta compartir a Dios y en su imbécil arrogancia creen que sólo el de ustedes es el “verdadero” y el de los otros no. Desde tiempos inmemoriales viven sanguinariamente batallando usando como estandarte a Dios y en su nombre cometen los más abominables crímenes… ¡Eso es blasfemia!... Eso es un vil y cruel atentado contra el género humano… ¡Esa no es la bandera que Dios quiere!... Gústele a quien le guste ¡hay un sólo y único Dios llámenle como le llamen y punto! –concluyó José Moscatel apacible, sin molestia, utilizando el mismo tono sereno que empleó desde que se inició nuestro diálogo.

–Estoy totalmente de acuerdo contigo –expresé aprobando todas y cada una de sus palabras–. Yo también estoy convencido de que hay un solo Dios sin importar de cómo lo llamen en otras culturas. Además, aunque no soy ducho en el asunto, sé que casi todas las religiones del mundo, llámense como se llamen, se basan en los mismos principios y en mandamientos similares, los cuales podríamos resumir en el amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo, pasando, por supuesto, por todas las condenas morales y sociales como la de no matar, robar o desear la mujer del prójimo. El gran proverbio de Cristo que señala sólo la verdad os hará libres y el de amaos los unos a los otros, resume, en parte, la fundamental igualdad que hay en todas las doctrinas y religiones, al menos en el planeta Tierra –concluí a fin de reforzar su convicción y la mía.

José Moscatel me observaba atento. En su mirada presentía un dejo de satisfacción, aunque, y pese a sus grandes ojos con relación al cuerpo, yo apenas los distinguía como unas minúsculas manchas.

Borré de mi mente cualquier otra alusión religiosa y me deje seducir por un pensamiento psicológico que me condujo al mundo de la fantasía onírica.

– ¿Ustedes sueñan y si lo hacen en qué sueñan?–solté dejando emergen el esbozo de una débil sonrisa en mis labios, la cual no era de manera alguna producto de mofa o burla, sino de nerviosa e impaciente excitación por escuchar su respuesta.

–Si te refieres a los laberintos del subconsciente, te diré que soñamos y tenemos pesadillas al igual que ustedes. Ahora si tú pregunta atañe a nuestras fantasías, metas e ilusiones, te diré que soñamos con un mundo mejor y menos salvaje… En un mundo sin humanos, que son la esencia de la construcción-destrucción, vida-muerte, bien-mal, que se traduce en un espiral agónico y sin sentido el cual, con el pasar de los siglos, convertirá a la Tierra en la nada, en la desolación más absoluta donde ni hasta las moscas tendremos cabida… Será el volver, el regreso al génesis, al volver empezar todo de nuevo y de cero… Ustedes son los Príncipes de la Destrucción Planetaria.

–Entiendo… Entiendo tú preocupación –acerté a balbucear sintiendo un gélido frío descorrer por todo mi cuerpo.

Ese nocaut existencial me dejó la moral en el subsuelo de la implacable paradoja. Mi conciencia estaba cabizbaja. Sin embargo había que seguir.

El tiempo transcurría rápido. Pensé preguntarle muchas cosas. Cosas que aludiesen a la humana vida, pero me contuve. Las proféticas reflexiones de José Moscatel me impidieron ahondar en cosas que no quería escuchar. Sabía y entendía que todo lo que él decía era la lapidaria y desconsoladora verdad. Por instante me sentí abrumado. No quería seguir profundizando en asuntos que, inexorablemente, sabía que podrían ocurrir si no se suscitaba un cambio radical en el pensamiento humano. Un cambio que nos llevase a la más pura y simple espiritualidad. Por eso no seguí por esos aciagos derroteros. Preferí cambiar el curso del diálogo hacia un rumbo más pueril e inofensivo.

–No entiendo el porqué, si son tan inteligentes, a las moscas siempre las han menospreciado de forma tan brutal.

–Tampoco yo lo sé y no lo concibo –refirió José–. Sé que desde tiempos legendarios nos han descrito como agentes de muerte y destrucción, tal como sucedió durante la cuarta plaga Bíblica de Egipto. Todos, hasta grandes escritores, literatos y poetas, a veces se refieren a nosotras, las moscas, con desprecio y maldición. Otros nos tratan un poco mejor y con condescendencia.

– ¿Mejor, dices?

–De cierta forma sí. Figúrate que los griegos tenían a su propio dios Cazamoscas, al cual llamaban Myiagros, y eso es, de cierta forma, darnos crédito, aunque este no sea visto con beneplácito por muchas de nosotras. Pero como casi siempre nos salimos con la nuestra, durante los sacrificios a Zeus y Atenas, Myiagros fue castigado cruelmente por Zeus porque desobedeció los mandatos divinos de no cazar lejos de los predios que le estaban permitidos. Debido a su desacato, Zeus envió a una mosca para que mordiese a Pegaso, el caballo alado que condujo a Belerofonte a la victoria sobre Quimera, una bestia de múltiples cabezas que asolaba los territorios de Licia. De esa forma el animal, infectado por una grave enfermedad producto de la picada, no lo llevó de vuelta al Monte Olimpo, donde estaba su hogar, sino a la Tierra –sentenció José risueño. (Al menos eso fue lo que intuyó mi imaginación)–. Si lees un poco de mitología griega y buscas los escritos de Eliano –prosiguió José Moscatel–, podrás enterarte también de que él afirmaba que nosotras, las moscas, nos íbamos de las instalaciones donde se celebraban los Juegos Olímpicos solas, como por arte de magia, sin que nadie nos “ahuyentase” y que nos “atrincherábamos” al otro lado del río Alfaeo. En parte eso es cierto. Lo que pasa es que Eliano no sabía que, por gozar de libre albedrío, lo hacíamos únicamente para ver y disfrutar cómodamente los juegos. A esa distancia nadie nos molestaba o manoteaba como orates.

– ¿Libre albedrío?... ¿Y qué tiene que ver el libre albedrío con las moscas? Me disculpas José, pero eso me suena a disparate.

–No. De ninguna manera es un disparate. Te adelantaré algo, pero no creo que lo entiendas. Apenas te diré que, además de otras muchas virtudes, tenemos la capacidad de elegir, tal como elegimos durante los Juegos Olímpicos de Atenas estar lejos del bullicio de la gente y disfrutar nuestros juegos a distancia, en sana y armoniosa paz. Nuestro cerebro, aunque ínfimamente más pequeño que el de los humanos, tiene la facultad de elegir y decidir por diferentes alternativas. Los patrones cambian según el país en el cual nos encontramos. De ahí estriba nuestra diversidad de especies y comportamientos. Nuestra conducta no está sujeta a un principio único, sino a un criterio ‘biodiversificado’, reflexivo y conductista. Normalmente basamos nuestra “acción” en la observación de la conducta humana. O sea, en términos de estímulo-respuesta. No sé si me entiendes.

–Quieres decir qué piensan y reflexionan cómo los humanos ¿Qué actúan de acuerdo a nuestro comportamiento?... ¡Eso es imposible!

–Claro qué es posible. Eso y mucho más… Hay tantos imposibles que ustedes los humanos todavía no conocen, pero cuando llegue el momento de hacerlo comprenderán muchas, pero muchísimas cosas, que ahora les son vedadas por el Creador.

–Juro, José, que hago esfuerzos por creerte. No sé si lo percibes, pero mi lógica me lo impide. Por lo que contaste sobre la Plaga Bíblica y los griegos, veo que siempre han sido perseguidas.

–No nos quejamos. Aunque hoy en día somos un poco más libres y menos asediadas, el acoso sigue igual. Pero lo que más nos molesta es escuchar a cada rato expresiones como “Mosquita muerta”… “¡Diablo de mosca!”... “¡Vete al diablo mosca!”. Te aclaro, para que lo sepa todo tu público y el mundo, que nosotras no tenemos nada que ver con el diablo y mucho menos con el infierno… Apenas somos unos insectos-pensantes muy útiles y siempre prestos a ayudarlos a desintegrar los desperdicios que ustedes dejan desperdigados por doquier… Aclaro: No tenemos nada que ver con el infierno. Además, somos diurnas y, según ustedes, el diablo domina la noche, es el príncipe de la oscuridad –sentenció como queriéndose mofar de los miedos y creencias humanas.

–No sé qué decir –contesté sin salir de mi asombro por su sorprendente respuesta–. Sé que son útiles... El mundo a veces es cruel, muy cruel e injusto, José. Repito. No sé qué decirte y tampoco cómo poder remediarlo, pero es así.

Por un instante percibí que José Moscatel se subía de hombros. Quizás fue mi imaginación, quizás no. Lo único verdadero es que no respondió a mi estúpida, aparente y misericordiosa justificación ante el depredador asedio al que son constantemente sometidas por parte del género humano.

–Tal como la de Pegaso, hay otras miles de historias ancestrales, como la de los antiguos faraones y la de Hércules. Si hay tiempo te contaré algunas –dijo denotando cierto reflexivo agobio.

–Bien, pero primero me gustaría saber debido a qué prodigio ustedes se multiplican por miles –apresuré a indagar a fin de seguir con mi secuencia de preguntas triviales.

–No hay ningún prodigio en eso… Ustedes también se multiplican por cientos de miles y no hay prodigio en eso. Simplemente es el milagro de la vida. Nuestro ciclo de vida es holometábolo y se desarrolla en cuatro fases morfológicas. La primera es el huevo, la larva, crisálidas y adultez.

Para completar nuestro magnífico ciclo necesitamos apenas unos pocos días. Otras de nuestras hermanas necesitan uno o dos meses. Debo decirte que no todas nosotras ponemos huevos. Algunas especies son ovovivíparas. O sea que los huevos eclosionan dentro de la madre y las crías salen al exterior ya en forma de larvas y pronto se convierten en adultas y vuelan tan rápido que, aún hoy, ustedes los humanos no han podido imitar todas nuestras formas de vuelo, tanto directo, como diagonal, ascendente y descendente. Mucho menos nuestra técnica de aterrizaje invertido, sin importar superficie o densidad de materia.

–Lo sé y es una de las grandes maravillas de la naturaleza. Si me permites, José, voy a desdoblar las piernas –comuniqué cortés–. En esta posición se me están adormeciendo los muslos.

– ¡Claro! Procede, por favor –expresó elevándose de mi rodilla en pausado vuelo vertical para enseguida desplazarse a gran velocidad hacía el borde inferior de mi mesita de computación, donde se colocó boca arriba gracias a la planta de sus patas acolchonadas y pegajosas.

En esa posición también parecía estar dándome la cara. Al menos advertía la extraña sensación de que sus grandes ojos apuntaban directamente a los míos.

Después que terminé mi operación de “desdoblamiento”, retomó vuelo y se posó sobre uno de mis libros, muy cerca de mí.

–Otra cosa, José. Y del amor, ¿qué piensan ustedes del amor? –solté vacilante, en espera de una respuesta ambigua.

–Que el amor todo lo puede si amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos –contestó de sopetón, como si fuese la cosa más natural del mundo y, de hecho, lo es desde el punto de vista religioso–. Dios dijo amaos y multiplicaos y eso hacemos nosotras, las moscas. Satisfecho con mi respuesta o quieres que abunde en vaguedades como el romance, la procreación y la descendencia.

–No, suficiente. Aunque sospecho que vuestra actitud en ese sentido debe ser bastante mejor que la del común de los humanos. Y del destino… ¿Ustedes creen en el destino?

–El destino es simplemente vivir hasta que Dios quiera. Ni más ni menos. Lo importante es obrar bien mientras se tenga vida. Genéticamente hablando el deseo de cada mosca al nacer es hacer el bien y, en conjunto, servir a la humanidad y dedicarnos sin angustia y en sana paz al oficio para el que fuimos creados. En nosotros no existe la ansiedad, el deseo, la ambición, la inconformidad, los celos y todas esas series de dañinos sentimientos y pasiones de los humamos.

–Entonces tampoco creen en el futuro –lo interrumpí dando por hecho que había finalizado su explicación.

– ¡Por supuesto que no! –respondió denotando cierto asombro en su pausada voz–. El futuro no existe como tal. Sólo existe en la mente humana. El futuro es el hoy. A veces lo que ustedes llaman futuro se funde con el presente. El futuro es el presente que viene, el presente que “camina” hacia delante. Me explico: El instante que está por venir es el futuro, pero luego se va y el presente sigue su camino. El futuro es irreal e intangible. No se puede pesar ni ver ni muchos menos medir en la distancia y el tiempo. Lo que ustedes llaman pasado, presente y futuro se funde, todo se funde en microsegundos en un solo orden, al que nosotros llamamos el “ya”, “el ahora”… “El ahora” es para las moscas lo que ustedes llaman futuro… Sólo pensamos en el ahora…

– ¿Y la vida? –interrogué embobado por su maravillosa concepción del espacio-tiempo.

–La vida es el ahora, el ya… El estar vivo. Es el no concederse ni un segundo perdido.

Antes de proseguir mi conversación con José Moscatel es bueno aclarar, a fin de entender muchas cosas, que las moscas son insectos de la familia de los dípteros y que hay muchos insectos a los cuales los humanos llaman moscas pero que en realidad no lo son, como las “moscas” porta-sierra, que son himenópteros e incluidas en el grupo de las hormigas, abejas y avispas. Así como las “moscas” de mayo, que son efemeróptodo, y las de las piedras, las blancas, las llamadas escorpión, las de España (coleópteros) y las de la arena, que apenas son mosquitos. Los familiares más próximos a las moscas verdaderas son los moscardones, tábanos y algunos mosquitos con características similares a la muscidae, o sea la mosca común, cuyo abdomen es amarillento. Esta aclaratoria la hago a pedido del mismo José Moscatel, quien dijo que en ese sentido la confusión de los humanos es harto irritante. Es como si las moscas confundiesen al hombre con un mandril, orangután, gorila o chimpancé.

De pronto y aparentemente inquieta, comenzó a frotarse los ojos con sus patas delanteras. Las moscas lo hacen constantemente porque no tienen parpados y son extremadamente sensibles a la luz. Además, también son muy aseadas. De esa manera mantienen sus ojos siempre limpios.

–José, ¿las moscas tienen sentimientos? –indagué curioso–. ¿Ustedes tienes sentimientos? –repetí demostrando un poco más de respeto a su condición de mosca, aunque fingía porque en realidad, ciertamente, no se lo abrigo. No por sus reflexiones, las cuales están impregnadas de un profundo criterio filosófico, sino por el hecho de ser una simple mosca. Debo admitirlo. Aunque estaba fascinado con sus palabras, no podía digerir ni discernir con racional lógica aquel insólito diálogo. Mi yo interior no lo aceptaba. No era natural. Más bien parecía obra de un sueño fantástico o de una pesadilla infernal.

–No de la forma a veces falsa y antinatural como la de ustedes, los humanos. El nuestro es puro, muy puro, porque en nuestra conciencia no existe el engaño… Nacemos sin pecado concebido y de la misma manera morimos –afirmó respondiendo en forma simple mis dos interrogantes: la que le había expresado directamente, a viva voz, a través de mis palabras, y la que almacenaba en los laberintos de mi razón.

–Aunque sea difícil, más bien imposible aceptarlo desde el punto de vista humano, tú aseveración me parece digna del más minucioso análisis –acoté asombrado. Hace rato te noté algo extraño, ¿te incomoda algo? –pregunté.

–Incomodo no. En lo absoluto. Esa palabra no existe en nuestro diccionario. Quizás cierta impaciencia.

– ¿Impaciencia por qué?

–No quería dejar pasar el plazo que nos dieron sin antes explicarte a qué se debe tanta animadversión hacia nosotros. El porqué los humanos nos consideran nocivos –respondió preciso, mientras volvía a frotarse los ojos con sus patas–. Claro que desde vuestro punto de vista tenemos aspectos negativos, pero quiero aclararte que todos esos “males” fueron creados por ustedes mismos. Te explico. Ciertamente la materia fecal y la carne en descomposición nos atraen por cientos, porque nuestra labor es desintegrarla y convertirla en abono para que ustedes puedan seguir viviendo con más comodidad y menos enfermedades, las cuales serían altamente mortales, ya que toda esa inmunda basura que dejan desparramadas por doquier producirían pestes que diezmarían a la humanidad en instantes, si consideramos que en el tiempo cósmico un instante pueden ser algo menos que una docena de años –señaló preciso, como si se hubiese liberado de un peso de encima al decir lo que en su interior le molestaba–. También es cierto que en ese proceso de reconversión y ayuda para que ustedes vivan mejor, puedan transmitirse enfermedades infecciosas como la disentería, el cólera y la fiebre tifoidea. Pero si tuviesen un poco más de cuidado con su higiene personal, la de sus alimentos y la del planeta, eso no ocurriría. Con esto no quiero disculparme sino sólo aclarar que sin nosotras el daño para el hombre sería mucho, pero mucho mayor. Un daño que llevaría a la extinción de la humanidad tal como se le conoce.

–No había pensado en esa funesta posibilidad –consentí pensativo.

–Por otro lado, bien sabes, porque eres un hombre estudioso, que hay otro tipo de moscas rebeldes, parias, las cuales fueron expulsadas hace tiempo de nuestra familia universal, como las moscas tsé-tsé, cuya picadura causa la enfermedad del sueño entre el ganado y los humanos. Otra de las supuestas “pestes” que causamos podría ser las larvas que algunas hermanas débiles depositan en el organismo de animales y humanos provocándoles gusaneras.

–Me tienes casi convencido de vuestra “santidad”, pero no se trata de convencerme a mí, sino cómo hacérselo entender a la humanidad… A ustedes parecen gustarles la mierda y ese no es ningún secreto –solté rebelde.

– ¡Sí!... Si nos gusta la materia fecal. Siempre saboreamos lo que pisamos, aunque eso se llame mierda, como tú dices. Para nosotros en cambio es nuestro pan de cada día. Depende de la óptica por la que se le mire.

Me sentí avergonzado de mi impulsiva pregunta porque de hecho sabía que con los pelitos que cubren su cuerpo las moscas pueden saborear, oler y sentir. Por ello cuando pisan algo sabroso, algo que les gusta mucho, (como la mierda), bajan su boca y lo vuelven a probar para estar seguros de que es un rico manjar.

–Disculpa José, por instantes perdí la entereza –confesé apenado.

–Por otro lado, nuestra tarea no es convencer a nadie para que nos quieran –afirmó haciendo caso omiso a mi disculpa–. Nuestra misión, como ya te dije, es la de descomposición y limpieza. Con el tiempo y algunos ejemplos quizás lo entenderán.

– ¿Ejemplos?

–Sí. Como la Terapia Larval, a la que muchos de ustedes conocen como terapia de larvas o terapia de gusanos.

– ¿Terapia de gusanos?…. ¿Qué es eso? En mi vida había oído hablar de algo semejante.

–Me lo imaginaba. No te preocupes. Te lo explicaré de manera sencilla. La Terapia Larval consiste en la introducción intencional por parte de uno de vuestros médicos de larvas vivas y esterilizadas de moscas, o sea de nosotras, en heridas peligrosas y no cicatrizantes, tanto de ustedes los humanos, como de animales, con la finalidad de limpiar selectivamente los tejidos necróticos de la herida o llaga y lograr un rápido sanado. De esa forma se evita una amputación o males mayores.

–Cuando estabas hablando de la Plaga Bíblica, dijiste algo relativo a Hércules. ¿Qué tiene qué ver Hércules con las moscas? –proseguí con mi interrogatorio llevando mi diálogo con José Moscatel hacia un rumbo menos fétido y escabroso.

– ¡Ah, amigo! –expresó lanzando un largo suspiro–. Eso forma parte de nuestra mitología, la cual es bastante vasta y llena de fascinantes historias y leyendas.

– ¿Puedes contarme algo o no te está permitido? –pronuncié extrañado.

–Oh, sí. También te contaré algo sobre los faraones, en Egipto, si es de tú gusto, pero recuerda que la hora que nos dieron los sabios está pasando aceleradamente.

–No importa. Cuéntame. Por ahora no se me ocurre más nada que preguntarte. Quizás durante tú relato se me ocurra algo realmente importante… Soy todos oídos. Puedes empezar cuando quieras –pedí con un tan sincero respeto que hizo ruborizar lo más profundo de mi conciencia. Al parecer mi mente había roto todos los tabúes y lazos racionales y, por primera vez durante todo el diálogo, estoy tomando a José Moscatel como un ser humano pese a que estoy más que consciente de que se trata de una simple mosca… ¿Simple?

–Bueno. Comenzaré con la leyenda de Hércules. En la antigua Roma habían erigido un hermoso templo en honor a Hércules a fin de recordar todas las batallas alcanzadas por el mítico héroe griego, pero como cosa curiosa y por respeto a sus hazañas las moscas jamás entraban al templo y si así hubiese sucedido, aunque el héroe habría querido ahuyentarlas jamás lo lograría porque según Teófilo y Paracelso ni el mismo Júpiter poseía el poder de espantar a las moscas. Otra leyenda cuenta que las moscas acudían por legiones a los sacrificios de Molloch… Una menos antigua narra que cuando los judíos no veían moscas cerca del Templo de Salomón quería decir que era un día de buena suerte y que grandes acontecimientos vendrían para su pueblo…

José Moscatel se quedó callado dejando en un hilo de suspenso sus últimas palabras. Pensé que se había arrepentido de decir lo que iba a decir. Que no proseguiría contando historias de sus antepasados.

– ¿Y los faraones? No has dicho nada de los faraones… –demandé presumiendo que no iba a seguir con su narración.

–A eso iba. Son muchas. Estoy pensando por cuál empezar o cuáles contar. Voy a ser breve. No quiero que se vaya nuestro tiempo en leyendas e historias, sino en realidades. Bueno, te contaré la de Ahmose, faraón fundador de la Dinastía XVIII del Imperio Nuevo de Egipto. En ese entonces, gracias a nuestro valor, insistencia y tenacidad frente a los avatares y conflictos que nos deparan la vida, en Egipto la mosca era el símbolo de la más alta condecoración militar que otorgaba el faraón a sus valientes guerreros. En algunos jeroglíficos que están en el Museo de El Cairo se narra el momento en que el faraón Ahmose condecora en solemne ceremonia a Ahhotep, su madre, con el gran collar de las Tres Moscas de Oro. Ninguna otra reina de Egipto recibió nunca más tan alta distinción militar. De esa manera el faraón reconoció la valentía, espíritu indomable, insistencia y tenacidad (tal como el de las moscas) que había tenido su madre, la reina, considerada la gran inspiradora de la guerra de liberación que realizó para sacudir a Egipto del yugo de los hicsos. Entre las armas ceremoniales y joyas encontradas en la tumba de la Reina Ahhotep se encuentran Las Moscas de Oro que les fueron otorgadas por su valor.

– ¡Fascinante!… Realmente fascinante –dejé salir de mi boca después de un complacido suspiro.

–Hay muchas más… Figúrate que los acarnianos veneraban a las moscas y los nativos de Accaron ofrecían incienso a la divinidad que las cazaba. Poetas como Antonio Machado, Ogeid Otanutrof, la martirizada poetisa norteamericana Emily Dickinson así como muchos otros, elevaron odas a las moscas. En muchísimas novelas clásicas, así como en películas y grandes best-seller contemporáneos se nos toma en cuenta. Una veces para bien, otras con sarcasmo y maledicencia insidiosa. Pero eso a nosotras no nos importa. No da igual –sentenció con cierto halo de resignación.

–No dejas de sorprenderme José. Sé que el tiempo está por expirar, pero antes, aunque sea muy cortico, dime qué piensan las moscas de la guerra… ¿Qué de la muerte?... ¿Entre ustedes existe el odio? –pregunté atropellando cada una de mis palabras e ideas.

–No amigo… ¡Nosotros somos moscas no humanos! En nuestra sociedad no existen las guerras. Siquiera una palabra que signifique algo similar. El humano es el gran destructor. Nosotros somos constructores. Además, ¿has visto tú alguna vez guerras entre animales? Sobre la muerte sólo te diré que es la continuación de la vida. Es el siguiente paso que da vida a otras especies. La muerte es un acto de creación. En cuanto al odio te diré que es una imperfección del ser humano, una maligna y perversa condición inherente únicamente a los humanos. ¿Satisfecho?

– ¡Sí!... Claro que sí… Claro que no hacen guerras, pero entonces, ¿por qué su sofisticado sistema de defensa? –indagué como un niño travieso en espera de un absurda respuesta.

– Para defendernos de ustedes, querido amigo, no de otras moscas.

Mi pregunta se debió más que nada porque científicos norteamericanos descubrieron que las moscas cuentan con un sofisticado sistema de defensa que las hacen anticiparse a sus atacantes. De ahí proviene su gran habilidad para escapar con suma facilidad de quien busque arrinconarlas. Utilizando los recursos de métodos altamente modernos, los científicos comprobaron que las moscas son capaces de mover sus patas traseras y colocarlas en una única y excepcional posición que las hacen “eyectarse” en vuelo bidireccional casi automáticamente cuando presienten una amenaza cercana. Es un movimiento generado por un grupo de ‘neuronas’ psíquicas de reflejo espontáneo.

Me sentía ansioso. Miré varias veces el reloj y estábamos a apenas segundos de concluir el diálogo. Muchas interrogantes, casi por cientos, burbujeaban en mi cerebro, pero sabía que no podría hacérselas. No esta vez. “Al menos le haré una más”, pensé. Ojalá alcance el tiempo y no se quede en el aire, sin respuesta.

– ¿Hacen dieta?... ¿Las moscas hacen dieta? –fue la imbécil pregunta que salió de mi boca pese a que tenía cientos revoloteando en mi cabezota.

– ¡Claro qué no! Comemos sólo lo necesario para nuestra sobrevivencia, al igual que todas las demás especies, tanto de animales como insectos… ¿Has visto alguna vez a una mosca obesa?... ¡Qué ocurrencia la tuya!

No sé si fue mi imaginación o si realmente mis oídos lo percibieron, pero como venido de un mundo que no era el mío escuché débiles acordes de oboes y trompetas. Tal como empezó, en fracciones de segundos se disiparon en el espacio y cabalgando sobre los últimos acordes de sus notas entraron a mi habitación las tres sabias moscas-arbitro. Las tres, en perfecta formación, pasaron cerca de José y está emprendió vuelo tras de ellas. Con nostalgia vi como las cuatro salían de mi habitación. Se me hizo un nudo en la garganta. De momento me sentí confundido y perdido. Creí no haber aprovechado al máximo aquel privilegio que me concedió el Todopoderoso. Creí haber desperdiciado mi tiempo en vanas y banales preguntas. Que mi soberbia y prepotencia humana habían ofuscado mi razón. Que mi lógica había pervertido una concesión divina y la había convertido en mundana y sin sentido. Fue entonces cuando sentí el peso de mi conciencia y una lágrima que corría por mi mejilla me devolvió a la vida, al deber cumplido.




NADIE O NADA

La interpretación humana de nadie o, mejor dicho, el concepto de nada, no existe. En ninguna de sus formas o estructuras. Sólo se tiene una definición gramatical, la cual es muy vaga y simple, ya que la nada en su acepción cosmogónica es igual que el todo: inmenso.

Al no existir la nada humana, sino apenas una enunciación gramatical, tampoco podría existir el nadie. Aunque los filólogos se esfuercen en definir la palabra nadie o nada, y por más vueltas y revueltas que le den en cualquier idioma existente o por existir a la palabra, la nada no existe en el mundo tal como lo conciben los humanos. Sólo existe en el ilusorio colectivo, en el pensamiento humano, en la gramática. Creen que existe, pero no lo pueden ver ni tocar, mucho menos alcanzar, conquistar y domeñar. Por ende, no se le puede dar una definición a algo que no existe porque, simplemente, no existe y cualquier cosa que escribamos, digamos o elucubremos carece de total y absoluta veracidad y comprobación, sea esta cual fuere o del tipo que sea.

¡No! No estoy jugando y mucho menos desvariando, como podrían creer o juzgar a priori y muy a la ligera algún bien habido mal intencionado, que los hay a montones, tanto en la oscura profundidad de las ideas como en la superficie de la ignorancia. Al final entenderán dónde me estoy permitiendo llegar y porqué.

Bien, aclarado ese punto y para tratar de hacer más compresible este acertijo que más bien parece un túnel sin salida o un laberinto filosófico-filológico, comenzaré por transcribir la definición asentada en cualquier pequeño, pero respetable diccionario , de la palabra nada, en primer lugar, y después del vocablo nadie.

Comenzamos: Nada según el diccionario significa f. 1 El no ser, la carencia absoluta de todo ser. 2 Cosa mínima. II pron. Indef. 3 Ninguna cosa, la negación absoluta de las cosas. 4 Poco o muy poco. Estas, además de otras acepciones de ningún interés para el tema que estamos tratando de desmenuzar son, en definitiva, el significado que los académicos atribuyen a la palabra Nada. Pero no se explica el concepto real de la palabra. Por ejemplo su yo digo pera y busco su significado en el diccionario, claramente se me dice que es una fruta jugosa de la familia tal y etcétera, etcétera, además de todas sus demás significados conexos. En el caso de la pera, todos y cada uno de sus conceptos los puedo comprobar. No así en el caso de la nada, a la cual calificarán de intangible como los sentimientos, el pensamiento, las ideas y bla, bla, bla pero y, he ahí la cuestión, tanto los sentimientos como los pensamientos y las ideas existen porque las percibimos, sentimos y tenemos. Eso es inobjetable y de fácil comprobación, como la percepción del dolor. No así la nada. No se puede sentir, ver, tocar, oler, oír, localizar y mucho menos comprobar. Sólo sabemos que existe una explicación que trató y buscó, infructuosamente, de definir la nada. También sabemos que existe la palabra como tal, o sea nada.

En primer término el diccionario dice que la nada es el no ser, la carencia absoluta de todo ser. ¿Qué significa el no ser y qué el ser en este caso? ¿A los seres humanos, a las cosas que conocemos en esta dimensión del espacio o a qué? Muchos creen que en el universo se vaga en la nada o sea con la carencia absoluta de todo ser. ¡Qué errados están! Todo lo contrario: el universo es el todo y la nada. En su espacio-tiempo se encuentra el todo y allí tampoco se puede aplicar el concepto de la nada porque existe como un todo. En el infinito espacio el todo y la nada se complementan y contraponen. Es algo así como la luz y la oscuridad. El blanco y el negro. El día y la noche.

En cuanto al Nadie, el diccionario humano define lo siguiente: pron. Indet. 1.- Ninguna persona. 2.- fig. Persona insignificante. II ser un don nadie, etcétera. Creo que con estas dos pequeñas citas queda muy bien explicado lo que el diccionario da a entender sobre el significado de la palabra. No obstante, también están errados los académicos porque la nada y el nadie no existen en forma física y tangible en el planeta Tierra y si no existen, difícilmente se puede dar una definición a una cosa inexistente. Es imposible comprobar algo que no existe. No sé si me entienden. Pero así es la cosa. Lo único que podría existir, en todo caso, es la palabra en si (o sea nada), pero la misma no admitiría una definición precisa por el único y sola razón de que no existe. Es lo mismo que yo dijese ahora uynjfjgjhzxcm y tratara de definir la palabra escrita. No podría hacerlo porque no sé qué significa o dónde se encuentra. Podría darle a uynjfjgjhzxcm la misma definición de nada y nada ocurriría porque ni una ni la otra cosa existe. Podría decir, y valgan las continuas redundancias, que para mi uynjfjgjhzxcm significa nada. Y si, en todo caso me impusiese el reto de definirla, ni yo ni nadie podría porque sencillamente la palabra escrita no existe. Es una fantasía, una ficción del lenguaje, tal como la palabra nada.

Sí, sé que se han dado cuenta. En unas cuantas líneas más arriba escribí ni yo ni nadie podría definirla. No es un error de principios filológicos ni de sintaxis al decir ni yo ni nadie podría definirla, sino simplemente como el nadie no existe, utilizo la expresión de la misma forma como en los comics utilizan los caracteres *%$”3#Ç/)’6{ €¬# para expresar que un individuo está molesto o irritado al extremo. Esos signos (*%$”3#Ç/)’6{ €¬#) también son una fantasía del lenguaje. No existen. Son inexistentes, tal como la nada. De tal forma que los caracteres que componen la palabra nada únicamente pueden existir como un conjunto de letras unidas entre si, las cuales también podría ser adan o sea nada al revés, anad, dana, anda, aand, aadn, dnaa o ndaa, todas combinaciones de la palabra nada, o cualquier otra que se les ocurra utilizar para explicar nada, o sea algo que no existe y únicamente se utilizaría para decir algo semejante como, el todo y la nada, para referirse a los extremos, como se hace cuando se cita el blanco y el negro, lo bueno y lo malo, el principio y el fin, por ejemplo.

Posiblemente, sin son curiosos y acuciosos y estoy seguro de que lo son, de otra forma no hubiesen siquiera comenzado a leer esta nueva revelación de Los Evangelios Sotroc, se dieron cuenta de algo que salta a la vista.

Algunas de las diferentes combinaciones extraídas de la palabra nada, nos remite a Adan (así sin acento, según el alfabeto arameo, la lengua que hablaba Jesús), el primer hombre sobre la tierra según las creencias bíblicas y que de su unión con Eva proviene toda la descendencia humana sobre nuestro planeta, que no es azul, sino de otro color (pero esto lo explicaré en otro Evangelio). La cita anterior no es la única combinación de letras que nos remite a otros Mundos Paralelos desconocidos, actuales o pasados. Hay más.

Otra de las combinaciones (aadn) se lee cacofónicamente como ADN, siglas del ácido desoxirribonucléico, compuesto de la célula humana donde está escrita la herencia del hombre y de toda la humanidad. Y en otra, dnaa, se entiende y lee como DNA que viene a ser lo mismo que el ADN, pero con sus siglas ordenadas en el idioma inglés. Y la subsiguiente se lee dana (o Dánae ) que según la mitología así se llamaba la hija de Acrisio, rey de Argos. Un buen día Zeus, que todo lo podía, penetró en forma de lluvia de oro en la prisión donde la había encerrado su padre y la poseyó. De esa unión nació Perseo, héroe mitológico y legendario que mató a Medusa, una de las tres Gorgonas y salvó a Andrómeda, con la que se casó. Reinó en Tirinto. También fue Perseo el último rey de Macedonia al suceder a su padre Filipo V en el año 179 a.C. Luego fue derrotado en Pidna (168 a.C.) y llevado cautivo a Roma. Perseo también es una constelación de cielo norte, citado en algunos textos bíblicos y papiros hallados en las cuevas del Qumram, a orillas del Mar Muerto, en Jordania. Todas las demás combinaciones escritas en este Evangelio Sotroc también llevan implícitas otras informaciones contextuales que no es el caso desarticular ahora. ¿Y en Andrómeda? ¿En Andrómeda existe la nada?

Sintetizaré. No se puede definir ni explicar en qué consiste nada, menos aún analizar su consistencia, estructura física, forma, catalizador, átomos que la componen, etcétera, etcétera, porque, como ya debe estar suficientemente demostrado, no existe. Nada sólo existe como palabra, la cual podría ser cualquier otra y escribirse de la forma que se les antoje a quienquiera para describir algo que no existe. ¿De dónde nació la palabra nada? Yo no lo sé. Posiblemente del capricho de los primeros, más antiguos y prehistóricos lingüistas de la humanidad. Quizás. Quizás viene del arameo, del chino o tailandés. Quizás. Yo no sé. Lo único que sé es que la nada o el nadie son sólo palabras imaginarias que no resisten ninguna demostración científica porque, sencillamente, no existen y ni yo ni nadie podrían definirla. No se puede demostrar la existencia de algo inexistente ni en la probeta de un laboratorio ni en la forma gramatical más compleja y enrevesada. Pero, y he aquí la paradoja, pese a todo el afán que puse en demostrar que la nada no existe, concluiré afirmando que la nada sí existe y es parte del todo. Del todo y la nada del universo, que, a fin de cuentas, es la energía, el motor que la da vida y movimiento al cosmos. El todo no podría existir sin la nada y viceversa. Se complementan. Nada existiría sin la nada, siquiera el todo. ¿Me contradigo?... ¡Claro qué me contradigo! Yo soy parte de la nada. ¡Y si yo existo también la nada existe, tal como el mismísimo universo existe! Lo que acaban de leer no es nada. Apenas un simple juego de palabras. Un ejercicio filosófico fallido. Es posible. Pero en el universo en el que habito la nada y el todo son tan visibles y palpables como el cielo y la tierra, como la voz y la palabra. Y, además, se complementan y no pueden existir el uno sin el otro. Es algo así como Dios: el todo y la nada. Es como la fe: creer sin ver. Aquí quería llegar. Sin fe no hay nada, siquiera la nada.




UN METEORITO ORIGINÓ


LA VIDA EN LA TIERRA

Un simple meteorito no más grande que una manzana originó la vida en la Tierra hace miles de millones de años. No hubiese sido jamás posible, pero gracias a un magnífico capricho de la naturaleza pudo acontecer el milagro. El meteorito, del cual toda la especie humana, animal y vegetal es originaria, formaba parte de un gran asteroide que vagaba en el espacio y que al ser atraído por el campo magnético de la Tierra estuvo durante milenios gravitando primero en la orbita de la Luna y luego alrededor de nuestro propio planeta como si fuese una segunda pequeña Luna con una masa no más grande que 330 kilómetros cuadrados. Poco a poco y debido a la fuerza del campo magnético de la Tierra esa segunda Luna, a la que llamaré Soid, debido a su forma de orbitar oblonga se fue ovalando hasta llegar a un punto que perdió toda su forma convirtiéndose en materia amorfa. Así duró muchos miles de años más en la estratosfera circunnavegando la Tierra hasta que un buen día fue atraída definitivamente por la fuerza de gravedad de nuestro planeta. Cómo un bólido de fuego, a una velocidad de más de treinta y tres mil kilómetros por hora, perforó nuestra atmósfera y comenzó su vertiginoso recorrido “a la vida” absorbiendo a su paso, y en su caída, nitrógeno, helio, gases nobles, hídrido carbónico, ozono y oxígeno.

Su gran y amorfa masa fue desintegrándose a medida que se alejaba de la magnetosfera y se acercaba a la Tierra. El mayor pedazo de Soid (el asteroide) se convirtió enseguida en miles de millones de meteoritos de diferentes formas, peso y tamaño. El pedazo más grande cayó en lo que es hoy el Mar de Japón, despedazando en cientos de pedazos (de allí sus más de seis mil ochocientas islas) lo que hoy conocemos como Japón, que en aquel entonces no era un archipiélago sino parte de la actual Corea (las dos) Mongolia y Rusia, en el continente asiático. Uno de los meteoritos, el cual era un fragmento del centro o corazón de Soid, por prodigiosa casualidad cayó en un pantano muy diluido y se enterró hasta su fondo, a casi cien metros de profundidad, frente al Golfo de Aqaba, en el Mar Rojo, muy cerca de lo que hoy constituyen las penínsulas de Sinaí y Arabia Saudí. El pedazo de meteorito, no más grande que una manzana y parte del Corazón de Soid, estaba cargado de microbacterias, las cuales sobrevivieron a la fricción y calor extremo del ingreso a nuestra atmósfera. Durante los cientos de miles de millones de años que Soid vagó por el universo después del big bang y durante el tiempo que gravitó primero nuestra Luna y después la Tierra, la gran mayoría de la vida microscópica que albergaba en su masa, en su mayoría microbacterias y detritos de polvo de estrellas que tenían vida, fueron muriendo y desapareciendo. Otras acostumbrándose a subsistir en esas condiciones tan adversas gracias a sus moléculas ionizadas. Y muchísimas otras migaron y buscaron refugio en el Corazón de Soid, donde hacían vida y se reproducían. Muchas de esas microbacterias y polvo de estrellas con vida microbiana ricas en hidrógeno, fueron evolucionando en el pantano del mar Rojo, donde cayó, y poco a poco fueron adaptándose a las condiciones terrestres y al oxígeno, el cual absorbían del agua. Sus condiciones vitales y reproductivas fue mejorando a través de los años y al fin, cuando estaban listas, emergieron creando vida, primero unicelular y después pluricelular.

El polvo de estrellas de donde descendemos los humanos y toda vida sobre la Tierra fue evolucionado hasta llegar al bacter sapiens, o sea bacteria con sabiduría o entendimiento. De allí, en el transcurso de 333 millones de años o más, pasó a ser homo bacter. O sea que la bacteria con sabiduría evolucionó a hombre-bacteria, u homo bacter y de allí a homo sapiens. El resto es por todos conocido y bastante parecido a la Teoría de la Evolución de Charles Darwin, pero con ligeros y substanciales cambios que no es el momento ni el espacio de explicar ahora.

Esto ocurrió cuando Pangea, el supercontinente formado por la unión de todos los continentes actuales, fuesen separados por el movimiento de las placas tectónicas y tomaran su aspecto actual, el cual no será el definitivo, porque dentro de miles de millones de años volverán a unirse formando los que denominaré Alfacenit, el centro de todos los mares y océanos.

La evolución y transición de la bacteria hasta llegar al hombre, el humano, no fue nada simple. La primera bacteria comenzó a tener pensamientos, razón, alma y capacidad de reproducirse en forma cosmogónica y cromosómicamente ordenada hasta transformarse en el homo bacter, el primer eslabón genéticamente apto para dar el salto hacia el hombre primitivo.

Todo, toda la historia del origen de nuestra vida en la Tierra, está escrita en nuestro ADN. Sólo falta decodificarlo. Cuando lo hagan, de seguro encontrarán vestigios de polvo de estrellas en nuestro genoma y, si buscan un poco más al fondo, trazas del Corazón de Soid.



¿QUÉ ES EL ALMA?



El alma es la conciencia de ti mismo y de Dios envuelta en al nada. Cobijada en la nada más absoluta de tú propio ser, que también es parte de la nada infinita y del todo de la conciencia consciente de tú propia existencia. Es la luz y energía del ser.

Me explico: el alma es la presencia etérea de tu existencia y de Dios dentro de ti mismo. No puede verse ni tocarse y mucho menos pesarse, pero si oírse. No se puede ver, tocar o pesar porque es etérea. O sea impalpable, incorpórea, inmaterial. Pero si oírse. Es la voz de tu propia conciencia. Es la palabra muda que te habla desde lo más profundo del corazón, porque el corazón sí habla cuando el cerebro se lo ordena, igual como sucede cuando mueves un brazo, caminas o abres o guiñas un ojo. El cerebro ordena primero. Luego viene el movimiento, la acción, el sentimiento, el pensamiento, el dolor, la alegría, el sufrimiento y todo lo demás que sientes y percibes.

Todo en el universo tiene alma. Hasta los animales y la materia inanimada, la cual también piensa (Ver Evangelio Sotroc EL PENSAMIENTO DE LAS COSAS INANIMADAS, EL ALMA DE LOS ANIMALES, ¿QUÉ PIENSAN LOS ZANCUDOS?, EL UNIVERSO NOS HABLA y EL LENGUAJE DE LA MATERIA VIVA).

El alma, en fin, es parte de ti mismo. Es el todo que integras junto a tu cuerpo, al planeta donde vives y al universo que habitas y del cual formas parte importante y vital. Y aunque parezca paradójico, también es parte de la nada infinita, pero vive y siempre seguirá viviendo mientras exista un átomo de energía en el universo.

El alma es indestructible, indisoluble e inamovible. O sea que no se puede mover de dónde está. Menos destruir o disolver, aunque sí expandir ya que cuando muere el cuerpo o materia en el que mora, se transforma, al igual que el mismo cuerpo, en energía pura y cambiante.

Y otra de las grandes paradojas de la vida y del ser es que todos los humanos hablan de alma sin haberla nunca visto o tocado, pero si presentido. Por ello nadie niega, siquiera el científico más extravagante del mundo, su existencia, aunque muchos investigadores buscan su comprensión y descomposición, pero el alma no se puede desintegrar en un laboratorio, menos analizar, ya que no se puede estudiar lo que no se ve.

El pensamiento no se ve. Tampoco se puede pesar o tocar y, sin embargo, nadie duda de su existencia. Lo mismo sucede con los sentimientos y las emociones, sólo para citar ejemplos simples y contundentes. ¿Por qué entonces dudar sobre la existencia del alma? ¿Por qué no concederle todas sus virtudes de vida? ¿Por qué no alimentarla y encariñarla? ¿Por qué tanta reticencia?

Aunque algunos estudios busquen empíricamente demostrar que el alma tiene un peso específico, eso no es real. Carece de fundamento ya que todas las almas son diferentes. Y, por ende, no pueden “pesar” igual, de la misma forma que un cuerpo humano cualquiera tiene diferentes pesos y medidas. Un bebé pesa de una forma y un obeso adulto de otra. Tienen diferentes pesos. Puede haber pesos similares, pero esa ecuación no puede aplicarse a toda la vida humana existente en el planeta Tierra. De tal manera, si supuestamente el alma podría pesarse, la de un niño de un año no podría jamás pesar como la de un gordo de ciento cuarenta kilos de peso corporal.

Además, el tamaño del alma no tiene nada que ver con el peso de la persona, sino con sus acciones. Digo esto porque algunos estudiosos han afirmado que después que una persona muere su peso corporal varía en algunos gramos. Eso es cierto, pero no se debe “al alma que escapa del cuerpo”, sino a otros factores biológicos que no es mi intención explicar en este momento.

Repetiré: el alma es el todo en la nada infinita. Es, al mismo tiempo, el todo y la nada consciente. Es la energía cambiante y viva, pero invisible. El motor de tus pensamientos y sentimientos. Tus ideas y el aliento que te da vida. El Dios que vive dentro de ti y parte de la nada infinita y de la conciencia consciente de tú propia existencia. Es lo absoluto e indisoluble. La luz de la vida… ¿Ahora crees?



TEORÍA DEL HOMBRE


BACTERIA


No es una especulación. Mucho menos una fantasía. Siquiera una teoría sino una realidad pero, por ahora, la llamaremos teoría a fin de no apesadumbrar a la humanidad más de lo que está. No queremos llevarla al límite de su resistencia y comprensión. Eso sería un fuerte shock para su debilitada psiquis colectiva y muchos no lo resistirían. No es objeto de este Evangelio Sotroc alarmar a la humanidad, menos causarle angustia y tristeza. Pero no podemos, en honor a la verdad, obviar esta realidad, ya que la verdad será el único principio moral que regirá en la Tierra Nueva, la Tierra que está por venir. La Tierra del renacer de la humanidad y que pronto todos podrán disfrutar. Por eso, en honor a la verdad, tenemos y así nos fue dispuesto, revelar la Teoría del Hombre Bacteria.

El asunto es tan simple que no merece mucha explicación. Está “a la vista” y es comprobable científicamente. Lo único que se resiste y seguirá resistiéndose por milenios a esa comprobación es la aprobación humana, aunque algún día tendrá que hacerlo, asumir esta verdad. Es inevitable. El hombre se resistirá por mucho, pero muchísimo tiempo, pero inexorablemente tendrá que aceptar la realidad. No tan triste, sino muy reveladora, pero que al principio lo acongojará y entristecerá.

Si se toman apenas un par de minutos para reflexionar, pensar en ello, se darán cuenta rápidamente y en forma clara y contundente que el hombre es una simple bacteria estelar. Todos y cada una de todas las generaciones, venidas o por venir. Para corroborarlo en un abrir y cerrar de ojos solo imaginen y visualicen el simple sistema planetario que aloja, que le da cobijo a la humanidad. Es ínfimo. La Tierra, en comparación con el infinito universo no es nada. Pero volviendo a nuestros “lares”, a nuestro hogar planetario, si cotejamos a Júpiter con la Tierra, nuestro planeta se verá ínfimo. Sería como poner una pelota de golf al lado de un balón de básquet. Hasta allí todo podría estar bien ya que la diferencia de tamaño no es significativamente alarmante. Pero si hacemos esa misma comparación con nuestro propio Sol (diez veces más grande que Júpiter) la diferencia convertiría a la Tierra en una simple moneda de un cuarto de dólar y al Sol en un superbalón playero. La comparación también sería admirable pero aún nada alarmante. Ahora, si hacemos el mismo parangón con nuestra galaxia, el planeta Tierra ya sería más pequeño que un grano de arroz y si el balance de tamaños de unos con otros lo hacemos con cualquiera de las otras galaxias que pululan nuestro universo, la Tierra, nuestro hogar, simplemente desaparecería y sólo podría verse con un superpotente microscopio estelar, tal como si se tratase de un diminuto microbio, quizás algo o mucho menos que este. La semejanza es válida. En ese mismo ritmo de comparaciones, nuestra galaxia, la Vía Láctea, con todos sus miles de millones de sistemas solares aún más grandes que nuestro ínfimo sistema solar, apenas se vería como un pequeño punto en el espacio y si seguimos con los cotejos, también desaparecería del mapa del universo, tal como lo harían casi todas las otras galaxias.

En fin, creo que está ampliamente explicado e ilustrado. En resumen, si el tamaño del planeta Tierra en comparación con todos los demás astros, galaxias y masas planetarias del universo no es nada, siquiera un minúsculo grano de arena, los miles de millones de seres humanos que la habitamos no podemos ser más que microscópicas bacterias. Eso sí, bacterias pensantes y racionales que en su ADN poseen un alto coeficiente dirigido hacia la construcción y, lamentablemente, debido a algunas desviaciones cromosómicas, algunas están encaminadas hacia la destrucción. Decirlo de esa forma, creernos simples bacterias, es lo más optimista que se nos puede ocurrir. De repente no somos siquiera eso. ¿No lo creen?





¿QUÉ PIENSAN

LOS ZANCUDOS?



Bajo la premisa de que todo piensa, abordaré esta fascinante realidad. O sea, cuando digo todo es todo. Hasta el mundo, el planeta Tierra, las piedras, un granito de arena, las montañas y las nubes piensan, porque en el universo todo está vivo, en movimiento y constante evolución, tal como lo expuse en mi Evangelio Sotroc publicado bajo el título El pensamientos de las cosas inanimadas. Por tal motivo, no es disparatado afirmar que los zancudos, esos insectos molestos que andan por doquier por miles y miles de billón de billones por el mundo, también piensan.

Antes de proseguir debo aclarar muy bien, según me ha sido revelado, que el pensamiento no es atributo exclusivo de los seres humanos. Los animales piensan, las bacterias también. Si la ciencia no ha tenido la capacidad de descubrirlo y menos de interpretarlos, no significa que no piensen.

El zancudo, cuyo nombre científico es Culicidae, o sea culícidos, es una familia de insectos pertenecientes al orden de los dípteros. Incluye, entre otros, los géneros de los Anopheles, Oclerotatus, Psorfora, Culiseta, Culex tarsalis, Sabetes, Haemagoggus y el mortal y virulento Aedes. En total existen unos treinta y cinco géneros con más de 2.700 especies reconocidas. Son insectos voladores, cuyo tamaño en los adultos varía de especie a especie, pero rara vez superan los 15 mm. Como se sabe, las larvas se desarrollan en el agua.

Para seguir siendo un poco didáctico, también acotaré que el culícido, o sea el zancudo, es uno de los insectos, junto a la cucaracha, más inteligentes del planeta y a esa inteligencia se debe, precisamente, su subsistencia desde el principio de los siglos. Desaparecieron los dinosaurios y grandes y avanzadas civilizaciones, pero ellos sobrevivieron a todo cataclismo universal. ¿Por qué? Por su capacidad de adaptación, inteligencia y camuflaje. Tanto, que apenas necesitan menos de un centímetro de agua y una micro gota de sangre para reproducirse.

El zumbido de un zancudo, por ejemplo, lleva implícito un pensamiento. Su vuelo también. Apenas les toma instantes en pensar y decidir si picarte y dejarte el escozor de su picada o no. Es una decisión propia, de su naturaleza. De esa picada depende su propia subsistencia y la de su especie. Y no solamente piensa uno, sino dos, en conjunto, porque comúnmente atacan en pareja de macho y hembra, que es la que realmente pica mientras el macho distrae con su zumbido a la víctima. ¿No es eso inteligencia? ¿No es eso pensamiento compartido y estrategia pensante? ¿Cómo podrían ponerse de acuerdo macho y hembra para lograr su cometido si no es con la transmisión, telepática o no, de su pensamiento?

Aunque el ser humano los aborrezca por los virus y enfermedades que transmiten con su picada, ese acto está absolutamente justificado porque se debe única y exclusivamente a su supervivencia. La ínfima porción de sangre que nos extraen las hembras sirve para alimentar a sus larvas, a sus bebés, para que puedan crecer sanos y fuertes y, muchas veces, en ese acto de extremo amor maternal dejan sus vidas. Al depositar la sangre en el agua donde están sus críos (las larvas), la mamá zancuda virtualmente se inmola, se echa a morir, para que sus hijitos absorban todas las proteínas de su flacuchento cuerpo. Un acto de verdadero y misericordioso amor maternal. ¿Lo hacen instintivamente o piensan antes de concretar el sacrificio? ¿Han sabido ustedes de alguna mamá-zancudo arrepentida de su inmolación?

Los zancudos piensan y piensan muy bien y claramente. Ha sido tal su evolución a través de los siglos, que llegaron a desarrollar un programa sumamente avanzado y sofisticado de protección y estrategia hacia la subsistencia. El minúsculo y delicado mecanismo comienza a funcionar cuando el zancudo nos pica para extraer de uno de nuestros poros la sangre necesaria para su reproducción. En ese instante, y en sincronía con la picada, utilizando un sistema de bombeo incorporado en su cuerpo, el mosquito inocula dentro de nuestra piel su saliva, la cual es altamente ácida e irritante. Al rascarnos se activa una especie de alarma en un radio de cinco metros a la redonda, la cual emite un haz de señales infrarrojas a través de las que sus otros compañeros de safari detectan con precisión milimétrica nuestra ubicación para volvernos a picar y extraer más sangre. Esa señal es parecida a un código secreto zancudiano que traducido al lenguaje humano podría descifrarse de la siguiente manera: Vayan allá. Ese imbécil está profundamente dormido. ¡Es pan comido! Definitivamente, y pese a que los zancudos tienen un cerebro microscópico, ese es un acto de suprema inteligencia que involucra el pensamiento.

El zancudo también pensaba durante los siglos pasados. Su primer peldaño evolutivo fue lograr sobrevivir con poca agua y microscópicas gotitas de sangre. El segundo, el del camuflaje y desplazamientos. Su color negro vidrioso es casi imperceptible sobre superficies oscuras o polvorientas. Su trabajo en pareja (hembra, que es la que pica y macho, que es el que emite el zumbido para distraernos) es de una connotación y técnica de un pensamiento armónico y depurado. El tercer peldaño de su evolución fue, sin duda alguna, la hábil forma de volar, la cual no se ha podido imitar siquiera en los laboratorios científicos de la más alta tecnología. Su peculiar manera de desplazarse con la ayuda de las corrientes de aire es de precisión irrefutable, igual que su método para absorber y utilizar la onda calórica emitida por nuestras manos cuando “las aplaudidos” para tratar de darles muerte. Los zancudos se deslizan sobre ellas como si fuesen surfistas en el mar. Me imagino que en sus rostros esbozarán una burlona sonrisa, si bien a veces perecen en el intento.

Aunque no tienen visión de rayos equis, los zancudos están dotados de un receptor de alta densidad en sus cerebros que les permiten saber por dónde y cuándo penetrar en una casa u oficina, aunque esté casi completamente sellada o cerrada. Buscan y esperan pacientemente el momento oportuno y lo logran. Y eso que algunas especies de hembras apenas viven tres o cuatro día. Por tal motivo y a fin de no perecer sin antes haber logrado su reproducción, tienen que actuar rápido y ser quirúrgicamente precisos. De ello depende la subsistencia de la especie y cómo lo han logrado, ya que se cuentan en miles de billones de billones sólo en apenas cientos de kilómetros cuadrados. Por eso piensan y luego actúan. Su dogma existencial debe ser Pienso y viviré por siempre. De tal manera, su pensamiento primario se centra en preservar la especie.

A veces su actuación en masa es vital para muchas especies de grandes mamíferos, como el Caribú, en Canadá. De los zancudos, quienes los atacan por miles de millones a la misma vez, depende su migración y aparejamiento, ya que a fin de escapar de sus molestas picadas las manadas se desplazan hacia zonas altas, gélidas y en ruta de buen pasto. Si diariamente los miles de millones de zancudos no los picasen, es posible que esa especie estuviese por extinguirse. Al guarecerse hacia zonas muy frías, el Caribú evita la persecución de los zancudos, que no resisten altas temperaturas, y logran su período de acoplamiento en paz. Se estima que son tantas y tan seguidas las punzadas de los zancudos a los Caribú, que en un sólo día pueden extráeles hasta tres litros de sangre de sus cuerpos.

Todo esto conlleva un pensamiento metódico y planificado de antemano. Es tanta la evolución de los zancudos, que en sus propios laboratorios de Zancudilandia han logrado sintetizar fórmulas químicas muy avanzadas para soportar, burlarse y hasta reírse de los pesticidas actuales, a los cuales se han adaptado con suma facilidad. ¿Cómo lo hacen? A través del pensamiento vital que les proporciona el trabajo en grupo para obtener su subsistencia.

¿Logrará el hombre algún día superar y vencer esa fuerza vital? ¿Podrá alguna vez aniquilarlos? Es posible, pero sólo cuando los superen en pensamiento, decisión, habilidad, amor y paz interior y eso está muy lejos de ser una realidad. Quizás se alcanzará cuando la humanidad logre albergar suficiente misericordia en sus corazones para poder amar al prójimo como a sí mismos, tal como lo hacen los zancudos. Entre los zancudos, pese a ser una “civilización” mil millonaria, no hay guerras porque viven en armonía, amor y paz absoluta. Esa armonía la obtienen amando a su prójimo-zancudo como a si mismos. ¡Qué utópica ilusión para los humanos!



EL ALMA DE LOS ANIMALES



¿Quién, qué y porqué estableció que los animales no tienen alma? ¿La Iglesia o quién? Y cuando digo la Iglesia me refiero a cualquier Iglesia o religión. ¿A quién se le ocurrió tamaña idiotez? ¿A los herederos del oscurantismo de misioneros católicos que cuando llegaron al Nuevo Mundo afirmaron que los aborígenes eran animales sin alma? Aunque después de meditarlo mucho y por pura conveniencia de la Iglesia Católica, debido a que serían utilizados como esclavos (que es lo mismo que burros de carga) de la colonia, rectificaron y dijeron pues sí, sí tiene alma y punto cerrado. Qué fácil fue otorgarle, como si se tratase de un Bula Papal, alma a los aborígenes americanos que, por supuesto tenían alma y eran mucho, pero muchísimo más puros y dignos, que sus conquistadores y colonizadores españoles. Un facilismo tan brutal como el que ha signado desde el principio de los siglos a la Iglesia Católica. Y, lo peor, siempre para mal de la humanidad. Como el cuento aquel de La Inquisición que sólo sirvió para perseguir y aniquilar judíos, árabes y todo aquel que no comulgase con su oscurantismo supino y criminal. Pero dejémoslo hasta aquí. La intención de esta nuevo Evangelio Sotroc no es juzgar a la Iglesia Católica ni a nadie sobre la Tierra y el universo, sino ilustrar. Abrirles un poco los ojos a los humanos.

Nadie que yo sepa, a excepción de Dios, ha tenido en sus manos un alma. Mucho menos la ha visto, examinado, fotografiado, pesado o sometido al escrutinio científico de un laboratorio. Nadie, en conclusión, siquiera ha visto de lejos algo que podría presumir que se tratara de un alma. Entonces porqué designo se le ha otorgado sólo a los humanos. ¿Por qué y quién dice que los animales no tienen su propia alma? ¿Lo dicen porque los animales, aunque tienen su particular método de comunicarse entre sus propias especies y en esto van incluidas bacterias, gérmenes, microbios y toda clase de microorganismos, no pueden hablar? ¿Es qué una de las características del alma es el don de la palabra tal y como la conocemos hoy en día los humanos? ¿Quién puede sustentar y aseverar tamaña estupidez? ¿Quién se atribuye el poder de decidir quién debe tener alma o no? ¿A quién le otorgó Dios el poder de establecer que el alma sería potestad única y exclusiva de los seres los humanos y de los otros seres vivos, sean animales o bacterias, no? No lo sé. Si alguien lo sabe por favor que me saque de mi ignorancia, pero no con argumentos pseudos religiosos, sino a través de una realidad racional, sea tangible o no. Además, ¿por qué no otorgarles alma a esos hermosos, puros, incógnitos y paradisíacos pájaros, mamíferos, peces, insectos que con su encantadora belleza e inocencia comparten y hacen más armonioso el mundo que habitamos? Todos y cada uno de ellos, hasta las bacterias, son e pureza sin igual. Ellos no se asesinan, roban o hacen guerras de exterminio entre si. Tampoco odian, envidian o codician, sólo para decir algo. Son seres de pureza celestial. Todos, todos ellos. En cambio, el ser humano es salvaje, aunque racional. Es el depredador por excelencia en la escala zoológica y, además de eso, muchísimos son ladrones y homicidas crueles y malvados, solo para citar dos “defectitos” de los humanos. Y, pese a ello, tiene el descaro de usurpar, como cualquier ladronzuelo de medianoche, el derecho del alma como propiedad única y exclusiva.

Lo cierto es que no sólo los animales tienen alma y pensamientos propios, sino también todas las formas de vida que hay en el universo, excepto las piedras, arena, polvo, guijarros, rocas y todo lo que se le asemeje, los cuales tienen exclusivamente pensamiento pero no alma, aunque últimamente se les está moldeando una forma de alma rudimentaria.

Es más. Me ha sido autorizado revelar que no sólo los animales tiene alma y piensan igual que nosotros pensamos, sino que tienen su propio Paraíso, que es el mismo Edén al cual muchos humanos creen que alcanzarán después de la muerte si su comportamiento en la Tierra fue signado por el amor, misericordia y paz.

A los hombres del planeta Tierra, carnívoros depredadores por excelencia, les diré, y esto lo reafirmo con mayor fuerza a los que cometen pecado de gula, que cuando están comiendo pollo, un pedazo de carne de cerdo, res o pescado, recuerden que están ingiriendo el cadáver de un ser-animal que tiene alma y que al sacrificarlos para poderles alimentar, truncaron todos sus sueños animales de una mejor vida, de un mejor proceder y de un camino pleno de esperanza y felicidad. ¡No se rían! Esto es serio y no saben cuán serias son estas revelaciones. Por ahora podrán reírse a mandíbula batiente, pero dentro de apenas cuatrocientos años, cuando la población mundial supere los treinta y tres mil millones de habitantes, esta pequeña y depredada nave especial que llamamos Tierra, habrá dejado de reírse porque la risa será sólo un efímero recuerdo incrustado en la memoria, en su ADN. En ese entonces, en apenas cuatrocientos años más, que en el tiempo cósmico son apenas fracciones de segundos, sólo habrá tristeza y desolación. El bien más preciado será el agua y los animales que utilizábamos para saciar nuestra atroz hambre, habrán desaparecido de la faz de la Tierra. De igual forma lo hicieron los demás animales. Unos perecieron debido a nuestra depredadora cacería, otros de hambre y sed. En ese entonces muy cercano, tan cercano que es posible palparlo, tampoco habrá siembras ni bosques y nuestra insignia a la salvación y a la añorada Tierra Nueva será una espiga de trigo. Débil en su apariencia, pero fuerte e indestructible en su contenido espiritual. Será el símbolo de paz de la Tierra Nueva y su dorada forma ondeará en el centro de nuestras banderas blancas. Sólo habrá una bandera y una única nación unida en paz. Pero antes de que ello acontezca, muchas lágrimas serán derramadas sobre la Tierra. Otros lúgubres sucesos acontecerán antes de que florezca la Tierra Nueva, pero, por ahora, me es prohibido revelarlos.



EL DIABLO SE VISTE


CON EL COLOR DEL DINERO



Durante milenios han tratado de descifrar esta paradoja. Nadie ha podido o, mejor dicho, nadie ha querido. No han querido porque sería o es casi imposible librarse de esa seducción. De la seducción que lleva implícito el dinero. Sería como un autosuicidio, como dijese alguna vez un pensador a fin de dar un énfasis superlativo a la palabra suicidio. El dinero no representa un simple papel moneda. Conlleva la carga de todas las aberraciones y maldad humana, arrastrando tras de si un infinito tren perverso lleno de codicia, envidia, voracidad, ambición, rencor, odio, maldad, frustraciones, deseos, crímenes, violaciones, culpas, delitos, asesinatos, muertes y todas las demás viles pasiones imaginadas e inimaginables. Por ese y otros motivos el dinero es nido y morada de Satán y sus huestes infernales.

Que otros no lo hayan querido decir o escribir antes con diáfana claridad, no es nada nuevo. Siempre se ha dicho. Se ha dicho desde el inicio del hombre. La revelación existe hasta en los pasajes bíblicos. Se ha dicho, y mucho, entre labios. Entre la gente. Ricos o no. Se ha susurrado en sueños. Todos lo saben. Saben que es satánico porque la idea vive, al igual que el Diablo, en el inconsciente colectivo. Está en el ADN humano desde el principio de los tiempos, pero todos han evadido el tema para no desprenderse de su diabólica influencia. Han obviado ex profeso un análisis profundo y real sobre su mortal peligro. Les conviene a sus maléficos intereses ocultar que el dinero es peligroso, mortal. Tanto para el que lo posea, como para el no lo tenga y desea. Es el camuflaje de Lucifer y está metido hasta en las Iglesias, en la Santa Sede y donde menos uno se lo espere.

Hoy en día que la humanidad, no el mundo, está más putrefacta que nunca, el Diablo está feliz. Ha triunfado sobre la debilidad humana. Sobre su voracidad y deseos de poder y fortuna. Hoy en día el Diablo se viste de gala con el color del dinero. De todos los dineros del mundo. Ese es el arco iris del demonio. Es el arco iris de la maldad incondicional.

Muchos pensadores lo saben, pero callan porque no encuentran como abatir el daño del dinero sin llevarse a rastras en el intento el progreso de nuestra civilización y a todos los obreros del dinero. Los que trabajan o delinquen toda una vida para amasarlo y disfrutar de su maldad. Las naciones, las grandes naciones, los imperios saben que el Diablo está infiltrado en su dinero, en su papel moneda, que ese es su camuflaje perfecto para derrotar al espíritu humano. Por ello han tratado, muchos en vano y otros con muy pequeños resultados, introducir en el diseño de su papel moneda símbolos divinos, espirituales y celestiales. Han utilizado los conocimientos y auspicios de sectas a fin de combatir el demonio que ha penetrado tanto en sus billetes como en las monedas. Han buscado asesoramiento de religiosos, espiritistas, astrólogos, quirománticos y hasta del más allá. Los Masones desde sus inicios se han especializado en el diseño de símbolos que deben llevar siempre impreso el papel moneda. Unas naciones los han adoptado. Otra no.

También hay gobernantes muy perversos que son discípulos de Satán. Estos hacen todo lo contrario a los gobernantes de naciones devotas y religiosas. Mandan a imprimir en sus billetes y monedas símbolos, emblemas y figuras demoníacas y oscurantistas a fin de complacer al demonio. Y el demonio entonces los complace a ellos preservándolos en el poder por muchos, pero muchos años bajo su guía y mandato. Por eso es que otros pensadores no han querido decir nada. No sólo temen por sus vidas o de perder sus pertenencias y dinero. Temen, más que nada, a la venganza de Satán. A una muerte despiadada y cruel, que de ninguna forma será de forma casual o accidental, sino demoníaca y por sus propias manos, las manos del pensador, que serían las mismas manos de Lucifer. De esa forma, obligando al suicidio al pensador, Satán logra su venganza al tener a su alma por siempre en infierno.

Yo me he atrevido a contar algo de esta historia por designio y protección divina. Me fue asignado decirlo y así lo estoy cumpliendo. No tengo miedo por que mi alma fue despojada de temor humano o infernal. Mi comisión no es sólo revelar lo ya sabido a través de los siglos, sino advertir que el fin de la humanidad podría estar cerca, muy cerca en tiempo y espacio con relación al tiempo cósmico, si no se cambia la actitud hacia el dinero. No hace falta quemarlo o destruirlo para eliminar el hechizo demoníaco, sino sólo voluntad, mente y actitud. No hay ver al simple papel moneda como un elemento de poder y codicia, sino como un instrumento, muy útil por cierto, para cambios y transacciones. No hay que almacenarlo, adorarlo ni venerarlo. Quien lo hace, de esa forma está vendiendo y entregando su alma al Diablo en bandeja de fuego y muerte. El dinero nunca ha brindado la felicidad, aunque si un relativo y efímero poder, que en sus cinco letras encierra todo el crimen conocido y desconocido por la humanidad y su perversa mente. El que tenga dinero no deberá botarlo ni quemarlo sino transformarlo en bienes que contrarresten el mal diabólico. Una forma de esa transformación es la elevación del espíritu humano al adquirir con el diabólico papel, alimentos para los miles de millones de seres humanos que padecen hambre en el planeta Tierra. Satanás se ríe al ver y sopesar la codicia y ceguera del género humano, que de humanos tienen apenas el nombre, porque ante su indiferencia cruel cada segundo que pasa mueren de hambre a miles de inocentes seres en todo el planeta. En un día miles. Es indolencia perversa y maligna.

Otra forma de transformar ese dinero en misericordia es construyendo hogares para los desposeídos hasta en el último rincón del mundo donde haya una persona necesitada. Otro sendero hacia la compasión es utilizar ese papel perverso para educar al que vive en la oscuridad del conocimiento. Convertir ese documento maligno de su estado demoníaco a uno bendito al devolverle la salud al enfermo construyendo hospitales, formando médicos y donándolo a las grandes instituciones de investigación científica que buscan mejorar la calidad de vida humana. En fin, hay muchas formas de transformar el mal en bien. Incluso nuestro planeta Tierra dejaría de recalentarse con tantos demonios que nos han invadidos. Esa es a la verdadera invasión que hay que temerle. No a los seres de otros Mundos Paralelos, los cuales unos están purificadas, otros (quizás sólo un par de ellos) tan diabólicamente contaminados como el planeta Tierra.

Hay que estimular la conciencia de todos los gobernantes y países del orbe para que se unan en esta titánica lucha contra el maligno. Una de las claves para derrotar a Satán es creando un único y verdadero papel moneda en el cual, por partes iguales en tamaño y formas, estén representadas todas las religiones del mundo. Sólo las religiones que prediquen el bien y el amor al prójimo como elemento fundamental de su doctrina podrán tener sus símbolos en el nuevo dinero. Debe ser un papel moneda sagrado y bendecido antes de que entre en circulación y ser destruidos, cuando llegue su tiempo, en hornos especiales herméticamente sellados por donde no haya fugas de elementos nocivos e infernales. Esa incineración deberá hacerse en sitios muy abiertos, donde previamente se deberán construir los hornos, a las tres de la madrugada, hora de Satán y la que salen a deambular los demonios, el mes treinta y tres después de su confección y entrada en circulación del dinero bendito. Los billetes quemados inmediatamente serán repuestos por otros nuevos, previamente bendecidos y no contaminados por las bacterias satánicas.

Por ahora recomiendo a todas las personas del mundo y de las diferentes civilizaciones, las de ahora y las que vendrán después de esta, que no porten dinero en sus bolsillos mientras no se soluciones el problema o se tomen las medidas drásticas que señalo. Y si deben portarlo en sus bolsillos, carteras o guardarlos en casas, que sean en muy, pero muy pequeñas cantidades, porque ese dinero es el alimento de Satán. Y al alimentarse el demonio también alimenta y corrompe tú alma y espíritu hacia el sendero del maligno y la perversidad. No le des ese gusto. Al hacer lo aquí indicado pronto verás un cambio muy positivo y radical en tú espíritu y alma. El gozo interior que tendrás será indescriptible, pleno de felicidad y pureza inmaculada. Estarás protegido por siempre y ningún mal habrá en ti mientras vivas. Al ser purificado podrás ayudar a otros a lograr la purificación. Es un inicio, lento, pero un inicio al fin. Hasta la creación del universo comenzó por un pequeño inicio, ahora es infinito.

Definitivamente hay que tomar conciencia. El demonio existe y está entre nosotros camuflado en el papel moneda. Aunque tiene otros disfraces, ese es su preferido. El que le ha hecho merecedor de más crímenes, asesinatos, muertes inútiles, suicidios y guerras de exterminio en nuestro planeta. Debemos transformar el papel moneda en misericordia, compasión, clemencia, piedad o si no el nos transformará a todos nosotros, los humanos, en escoria diabólica y pestilente. En ese momento, el cual podría estar muy, pero muy cerca, el mundo sería Imperio de Satán y cuartel del maligno. En ese entonces no habrá santos, vírgenes y ángeles que los salven porque habrán emigrado a otros Mundos Paralelos porque este, la Tierra, será el Infierno.



DOBLAR LA LUZ HACIA ATRÁS



Hoy puede parecer imposible, mañana quizás un juego de niños. Pero el reto existe. Es el misterio de la invisibilidad, el cual no se debe a ninguna ilusión óptica ni a percepción de los sentidos. El secreto de la invisibilidad está en la luz, en cómo doblar la luz hacia atrás. No es tan fácil pero tampoco difícil o imposible.

Para comenzar tenemos que abrir nuestro cerebro, más que nuestros ojos. Entablar un diálogo con la naturaleza. Escucharla. Ella constantemente nos habla y nosotros parecemos sordos. No queremos oírla y los códigos para entender el misterio de la invisibilidad están allí. En principio hay que analizar la bioquímica de algunos insectos, peces, moluscos y ofidios para comprender y saber cómo logran su invisibilidad parcial. Extraer de sus cuerpos las enzimas y células que lo hacen posible y esto se logra decodificando su ADN. Allí está escrito no uno, sino muchos secretos, además de la “invisibilidad viva” animal. No es necesario buscar más allá del espacio. El secreto está debajo de nuestras propias narices.

Después de ese estudio preliminar, buscaremos lograr la invisibilidad en forma total doblando la luz hacia atrás. El proceso es simple, lo complicado es transformar en sus justas proporciones algunos metamariales electromagnéticos que logran que la luz se doble tanto hacia atrás como alrededor de su misma irradiación.

No, no es ciencia ficción, sino un hecho científico que pronto será tan irrefutable como la ecuación E=m.c², de la teoría de la relatividad de Einstein. Cobre, fibra de vidrio, oxígeno comprimido, microondas, oro, plata, cloruro de magnesio, condensación de rayos gamma, circuitos eléctricos y magnéticos, son algunos de los materiales con los que hay que empezar a trabajar. El secreto y la posibilidad de logarlo están en el ingenio humano. En descifrar cómo y en qué “piensan” esos materiales y cómo hacer que se unan sin crear caos en sus moléculas. Es el reto para domeñar la luz, doblarla hacia atrás, y hacer que nos obedezca.

Quizás la inteligencia divina que domina el cosmos, el infracosmos, el subcosmos y todos los universos paralelos que hay más allá del infinito, haya decido que todavía no es el momento. Que hay que esperar que el ser humano evolucione. Que su conciencia y sentidos hayan alcanzado la paz espiritual de la que tanto adolece, para que las miles de utilidades que se logran al doblar la luz hacia atrás, no sean utilizadas con fines bélicos o maléficos. En fin, la solución está ante nuestros ojos.

Cuando lo logremos, los campos de luz serán nuestra armadura invisible y no se trata de engañar al ojo, tal como hacían los famosos ninjas japoneses, sino una invisibilidad real, no un camuflaje.

Doblar la luz hacia atrás es una realidad. Sólo resta esperar. ¿Qué harías tú si fueses invisible?... Precisamente por eso, hay que esperar.



VIDA DENTRO DE LA VIDA



Bien se sabe que el cuerpo humano es un organismo rebosante de vida y que todas sus funciones son ordenadas por una súper computadora llamada cerebro, el gran ordenador y receptor de todo lo que sucede y pueda suceder en el cuerpo. Día tras día nos asombramos, y seguiremos asombrándonos por muchas décadas más, de su complejo e inexplorado poder. El cerebro es el arma más eficaz y letal que existe en el universo. Algunos lo saben, muchos lo dudan.

Lo que todavía no se sabe es que el cerebro, mejor dicho, muchísimas de las funciones del cerebro tienen vida independiente del cuerpo humano. Esas funciones, a las que llamaré Grupo 33, recubren la masa encefálica como si se tratase de un casco de luz invisible. Está situado a escasos milímetros del cuerpo del cerebro y su masa consiste en una especie de energía muy parecida a la de la luz, indetectable aún por aparatos de alta tecnología. En un futuro podrá hacerse y estudiar los átomos que la componen. El Grupo 33 sólo responde a la energía, estímulos eléctricos y órdenes que emanen del cerebro madre, o sea la base, que está ubicada en el hipotálamo, que es el encargado, entre otras cosas, de regular su temperatura. Es vida dentro de la vida. Es decir, dentro de cada ser humano hay dos vidas: una, la del cuerpo con todas sus implicaciones, incluido el cerebro. Otra: la del Grupo 33, igualmente con todas sus implicaciones, el cual se alimenta de energía extra corporal. O sea se auto alimenta. No necesita de las funciones del cuerpo para sobrevivir, a diferencia del cerebro propiamente dicho, el cual absorbe la quinta parte de las nutrientes y energía del individuo para poder funcionar a la perfección. El Grupo 33 no necesita de eso. Se retroalimenta sólo.

Pero, lo más sorprendente de esto, es que independientemente de que cada una tenga vidas separadas también trabajan en conjunto (Grupo 33 y cerebro-cuerpo) y en forma indisoluble. O sea una no puede existir sin la otra y, lo revelador del asunto, es que el Grupo 33 del cerebro tiene treinta y tres “comandos especiales”, de ahí su nombre, cuyas funciones son muy específicas y vitales para el ser humano.

Esos 33 comandos especiales a su vez están formados por cientos de millones de neuronas, las cuales, trabajando ordenadamente y en simbiosis perfecta, en muchas ocasiones deciden sobre la vida o la muerte del ser humano. Me explico. Los comandos, los cuales podría comenzar por clasificar a un primero como el Comando de Destrucción, es el principal encargado y responsable de, a través de todos sus circuitos eléctricos, atacar células cancerígenas u otras anomalías en el cuerpo de la Persona Residente. Por supuesto, cumple su tarea bajo la supervisión y conexión de los 32 comandos restantes. De cómo efectúe su trabajo dependerá la vida o la muerte de la persona. Si logra descomponer y reparar las células enfermas, el individuo salvará su vida y volverá a su sanidad. Por eso es tan importante, gracias a la neuroplasticidad del cerebro, alimentarlo con pensamientos optimistas y positivos a fin de que crezcan, sí, ¡que crezcan!, nuevos grupos de neuronas y dentritas sanas en el cerebro.

Por si no lo sabían, con cada sonrisa sincera y espontánea que el humano brinda a un semejante o cosa, nacen cientos de neuronas nuevas. Lo simple se transforma en complejo y lo complejo en simple, es el axioma que rige esta función.

El segundo comando podríamos llamarlos Comando de Limpieza, que es el encargado de eliminar del cuerpo enfermo los detritos, todas las células dañinas ya muertas. Un tercero sería el Comando de Regeneración, que es el encargado de generar y producir neuronas nuevas y sanas en el organismo.

Los 33 comandos del Grupo 33, valga la redundancia, se mueven constantemente y durante las veinticuatro horas del día a velocidad de la luz entre los dos hemisferios del cerebro humano en busca de cualquier desperfecto a fin de encontrarle solución. En un futuro, dentro de cientos de millones de años y gracias a la evolución, lo harán a velocidad de rayos gamma, por lo que la curación será casi inmediata.

El Grupo 33 nunca descansa. Siquiera con la muerte física del sujeto poseedor del cuerpo. Sigue funcionando en forma estable hasta que no comience su descomposición, la cual se da por falta de oxígeno. Antes de que esto suceda, emigran del cuerpo y una porción se transforma en energía mineral y otra en energía vegetal. Y, en ese estado metamórfico, a veces vuelven a ocupar cerebros dañados o de personas enfermas con el objeto de logar su recuperación y regreso a una vida sana.

En resumen, el Grupo 33 viene a ser algo así como el médico de cabecera del cerebro y del ser humano. Por eso es tan importante mantener una buena alimentación e, insisto, un pensamiento positivo y optimista ante la vida, porque de ello derivará un cerebro más sano y con miles de millones de neuronas en plan de nacimiento y crecimiento.

Los 33 comandos trabajan en los dos hemisferios. Su forma de actuar es compleja. No obstante, para graficar un poco su funcionamiento pondré como ejemplo un símil cotidiano: imagínense miles de millones de autos con sus faros encendidos moviéndose de noche a altas velocidades y entrecruzándose por centenares de alumbradas autopistas, las cuales a su vez están situadas en los laterales de miles de edificios con luces intermitentes de distintos colores. Al tener ese espectro en su mente supónganse estar filmando la escena desde un helicóptero. ¿Cómo se ve?

Para concluir, hay recordar que la neuronas, las cuales diariamente nacen y crecen por centenares de miles en el cuerpo humano, son células nerviosas que poseen la capacidad excitarse y propagar impulsos nerviosos a otra neurona. En su superficie hay regiones especiales de recepción, las dentritas, y de remisión o salida, el axón o neurita, las cuales reciben más de cien millones de instrucciones por segundo.

Cuando una persona común y corriente totalmente sana, que no esté enferma, siente en su cuerpo irradiaciones eléctricas (fasciculaciones), no se alarme. Los 33 comandos están trabajando. Están restaurando alguna anomalía encontrada en su cuerpo. Hacen el trabajo mientras usted duerme, porque es cuando las neuronas se sienten libres de otras funciones y pueden hacer su trabajo más cómodo, sin interrupciones. Prefieren trabajar, así literalmente hablando, sin que usted las moleste.

No enumeraré la lista de todos los comandos del Grupo 33 porque sería tedioso y largo explicar. Lo importante es que se haya comprendido el principio del mensaje.

El Grupo 33 es como su ángel de la guarda… ¡Cuídenlo!



EL ALMA DE LOS MUERTOS


VAGA EN EL ESPACIO



No es una fantasía. Mucho menos una especulación. El alma, la cual no se puede ver ni pesar, ni, por ahora, comprobar en forma científica su existencia es energía mutable. Eso no admite discusión. (Ver Evangelios Sotroc EL ALMA DE LOS ANIMALES y ¿QUÉ ES EL ALMA?, entre otros)

La mayoría de los seres humanos, católicos y no católicos, creen que sus cuerpos albergan la mencionada alma y que esta es parte de su ser, pero que al morir se esfuma, abandona los despojos mortales en forma etérea. Si es así, y ciertamente lo es, entonces no cabría la menor duda de que el alma es energía. Un tipo de energía aún desconocida por los humanos y, al ser sustancia sutil y volátil, pronto comienza a vagar por el cosmos.

En su peregrinar por el espacio infinito esa alma, por diminuta o grande que sea, se reúne con otras almas, miles de millones de ellas, de contenido químico-físico idéntico. Al estar todas juntas forman nubes de energía pura y renovable. Un tipo de energía depurada y benigna, la cual con el tiempo y gracias a la ciencia humana, será transformada y almacenada con intenciones terapéuticas dirigidas a la sanación de enfermedad muy dañinas y para combatir virus altamente mortales que están por aparecer y azotar al planeta tierra.

Sí, pensaron bien. Ciertamente es una energía divina. Igual a la energía que santos, ángeles, querubines, serafines, arcángeles y seres bañados por luz divina desprenden desde su coronilla y son visible a la vista humana detrás y alrededor de sus cabezas.

Esa energía, una vez que pueda ser domeñada y controlada, servirá para conducir a la humanidad por derroteros espirituales que los hará alcanzar una Tierra Nueva, la cual ya está “anunciada” en nuestra cadena cromosómica y escrita con tinta indeleble en el ADN humano, animal, vegetal y mineral.

En tal sentido, comenzarán a nacer por todo el orbe una nueva especie de niños: Los Niños Luz. Serán seres de una inteligencia espiritual súper avanzada y ética y moralmente alejados de los principios materialistas que desde hace miles de siglos están llevando a la humanidad hacia el despeñadero más absoluto y a su auto y total destrucción.

Desde hace aproximadamente quince años, los Niños Índigo y los Niños Cristal han estado abriéndoles el camino a los Niños Luz. Para su aparición y revelación en la Tierra falta poco. Quizás apenas otros quince años. O, en todo caso, cuando los Niños Índigo y Cristal cumplan sus 33 años de aparición sobre nuestro planeta.

Los Niños Luz no deberán ser vistos como seres excepcionales, sino como simples personas muy espirituales. Ellos pueden nacer en cualquier parte del mundo y cualquier madre común y corriente podrá gestarlo. Los habrá de todos los colores y razas y su anatomía será diversa entre unos y otros, pero tendrán un único denominador común: la Tierra Nueva. Entre ellos no habrá líderes ni guías. Todos serán iguales, sin importar edad ni sexo. Su misión fue escrita en su ADN mucho antes de nacer. ¿Por Dios?... Es muy posible… ¿Usted lo duda?



SUEÑOS PERDIDOS



Todo tiene una función y propósito en la vida. Los sueños no son la excepción. No pueden ser simples sueños, así nada más. Deben tener una explicación lógica. Sigmund Freud trató, pero se quedó apenas en el abc de los sueños. No podía ir más allá. No porque no quisiese. No pudo porque le era imposible, por más inteligente y audaz que fuera, llegar a una conclusión demostrable en el plano científico, simple y llanamente, porque en aquel entonces no se sabía nada del Genoma Humano. Todavía hoy es una aventura hablar de los sueños y relacionarlos con el ADN de cada persona. En un futuro cercano sí se podrá. Pero eso no es lo que nos ocupa hoy, sino revelar cómo funcionan los sueños y porqué.

Al principio de estas líneas asenté que todo tiene una función en la vida y es así. El cerebro, la computadora perfecta que cada ser humano posee y la cual jamás podrá ser superada por ninguna máquina debido a que es imposible dotarla de sentimientos y emociones, sólo para citar una de las tantas razones, tiene la respuesta a los sueños.

Los sueños no se deben a ninguna azarosa casualidad y no se proyectan a nuestra memoria onírica por arte de magia o porque, eso sea “lo normal” en un ser humano. Sería harto simplista pensar que un órgano tan perfecto como el cerebro, que cumple cien millones de instrucciones por segundo a fin de mantenernos vivos y sanos, distraiga tanto tiempo y neuronas sólo para proporcionarnos un relax mientras dormimos. Pensar que es así, más que infantil, es estúpido. Nada perfecto se puede permitir banalidades. Y el cerebro es más que perfecto.

Les revelaré que los sueños son uno de los tantos recursos del cerebro para poder cumplir con paz, tranquilidad y sin interrupciones, sus funciones de reparación neuronal y chequeo, las cuales realiza mientras dormimos. A tal fin utiliza imágenes, situaciones, recuerdos, colores, emociones, sentimientos, pensamientos, frustraciones, miedos, deseos, alegrías y etcétera, etcétera, ya archivadas en nuestro disco duro (cerebro) y con ellas hacen una especie de “micro” que proyecta desde una porción de nuestro lóbulo frontal a fin de “entretenernos” mientras los miles millones de circuitos eléctricos, terminaciones nerviosas, neuronas, dentritas, axón y demás componentes del cerebro trabajen sin ninguna perturbación.

Todas y cada una de las imágenes proyectadas en los sueños, o sea cuando las ondas cerebrales están en nivel Delta, nosotros las hemos visto en cualquier momento de nuestras vidas y fueron archivadas en nuestro disco duro y tomadas al azar y recompuestas en una “historia” entretenida unas veces, aberrantes en otras (pesadillas) y rebosantes de placer durante el paso de la pubertad a la adolescencia y premadurez (sueños mojados, por ejemplo).

Los sueños recurrentes, o sea repetitivos, obedecen a algunos factores metamórficos de nuestro organismo, los cuales, de proseguir deben ser tratados por especialista. En este caso psiquiatras. Los sueños premonitorios, en cambio, se deben a condiciones especiales escritas en el ADN de la persona que los tiene. A veces pueden confundirse, otros son reales. En este último caso, la persona poseedora de esa virtud, tiene el hipotálamo más evolucionado que otros seres humanos. Dentro de miles de millones de años, y gracias a la evolución, todos los seres humanos poseerán esa capacidad. No voy a distraerme en un tratado sobre los diferentes tipos de sueños y a su fisiología. No sería tan largo, más bien corto, pero inútil en este momento. Aprovecho este paréntesis para significar que todos los libros sobre interpretación de los sueños que circulan son, simplemente, un fraude. Carecen de cualquier fundamento científico y escritos en su mayoría por charlatanes de profesión y editados por inescrupulosos mercenarios de las letras.

Retomando la explicación sobre el archivo de imágenes y sensaciones de nuestro disco duro, recordaré, a manera de ejemplo, que el ojo humano puede captar y almacenar en fracciones de segundos cientos de miles de imágenes. Muchas de esa imágenes nosotros siquiera sabemos, conscientemente, que las vimos, pero sí las hemos visto y archivado sin darnos cuenta en la memoria inconsciente. Figúrense los miles de millones de cuadros captados por el ojo humano durante la proyección de una película de dos horas. El supuesto e insignificante trasfondo de una simple escena fílmica que representa un paisaje en la lontananza, pasa por nuestras retinas y se almacena en el cerebro. Incluso las “cosas” que no creemos haber visto, habiéndolas visto por milésimas de microsegundos. Tan rápido e imperceptible como un pestañeo. Ahora, imagínense cuántas imágenes con todos sus miles de millones de contornos ha visto el ojo humano en apenas un año. Muchísimas, verdad. ¿Y después de sesenta años o durante toda una vida?

El disco duro del cerebro tiene capacidad ilimitada y almacena imágenes, recuerdos y experiencias sin ningún esfuerzo. Todos los miles de quintillones de “cuadros fotográficos” que pasaron y siguen pasando por nuestros ojos son los que conforman los sueños. Nuestro cerebro los ordena y les “crea” un argumento acorde a nuestras emociones, recuerdos y sentimientos acumulados en el subconsciente y los saca a flote mientras dormimos. Los niños, a medida que van creciendo y almacenando en su virgen disco duro sensaciones y experiencias, soñarán y recordarán sus sueños a medida que avanzan en edad y recuerdos.

Nada es casual. El cerebro lo hace por dos motivos. Uno, como referí en líneas precedentes, para reparar y chequear sin molestias todos nuestros demás sistemas, órganos (incluido el mismo cerebro) y funciones del cuerpo. Segundo, para despejar al subconsciente de temores, frustraciones, pensamientos nocivos o utópicos, que bloquean al individuo en su devenir consciente.

Es bueno reiterar que el cerebro prefiere trabajar en sus labores de reparación y chequeo cuando el individuo está dormido y en descanso, porque de esa forma utiliza menos energía y trabaja en forma inequívoca y más cómoda. O sea, evita malgastar una energía que podría ser necesaria para otras funciones del cuerpo humano. ¿Todavía dudan que sea una máquina perfecta? Además, el cerebro es tan inteligente, que mientras dormimos también activa la imaginación, la cual mezcla con los recuerdos e imágenes de nuestro subconsciente a fin de hacernos más placenteros o más aterradores los sueños, según la imaginación o aberraciones imaginativas de cada individuo en común.

Los sueños nos pueden ofrecer todos tipos de sensaciones, menos olores, porque mientras dormimos el cerebro aísla adrede y por ciclos o instantes, nuestro olfato. Sólo nos hace recuperarlo en momentos de extremo peligro. Humo o una casa en llamas, por ejemplo. Los demás sentidos, como el gusto, la audición, vista y tacto también son bloqueados y podrían ser recuperados por el mismo motivo que el expuesto anteriormente: peligro inminente. En ese caso el cerebro activa enseguida todos los alertas de supervivencia y sus glándulas específicas a tal fin.

El habla, igualmente es liberadora de energía subconsciente. Cuando la persona habla dormida es porque ha acumulado demasiadas tensiones, frustraciones, miedos y etcétera, en su subconsciente y debe liberarlas de cualquier forma para que, literalmente hablando, evitar volverse loca. El hablar dormido es como abrir la compuerta de una represa para que toda el agua sobrante e innecesaria que ponga en peligro a la construcción salga sin causar daño alguno. Para el cerebro no hay sueños perdidos. Todo está controlado.

En fin, los sueños son el resultado de un “minestrón neuronal” que van en beneficio y reparación de nuestro propio cuerpo. Cuando se logre decodificar en un ochenta por ciento (hoy apenas se ha podido llegar a algo más de un veinte) el Genoma Humano, se encontrará entre un compuesto de proteínas y ácido fosfórico los pares nucleótidos responsables de los sueños y el secreto dejará de ser tan secreto.

Los sueños son beneficiosos para la psiquis y el comportamiento humano. Si recuerdas los sueños, estás bien. Si crees que no sueñas (todo ser humano sueña) y no recuerdas, posiblemente muchas cosas están mal en tu cuerpo a nivel psíquico y neuronal.

Quizás todo lo expuesto ahora puede parecer un disparate. Quizás, pero recuerden que sabemos más cómo funciona el universo que nuestros propios cerebros. Y, del universo, realmente, no sabemos nada.



SÓLO UNA CUESTIÓN

DE TIEMPO


Mucho se habla del calentamiento global. Que si subimos otros tres grados el desastre será cataclísmico e irreversible para la humanidad.

Eso es cierto. Como también es cierto que muchas otras amenazas se ciernen sobre el planeta. Tales como una lluvia de grandes meteoritos, igual a la que acabó con los dinosaurios, cometas que podrían estrellarse en suelo terráqueo o de explosiones en el sol que causarían la muerte súbita de toda vida existente en el planeta, así como otra infinidad de desastres siderales que podrían ocurrir en cualquier período de tiempo. Todo eso es cierto, incuestionablemente cierto.

Lo que no es coherente con ese argumento y posibles situaciones es que la Tierra, como planeta, desaparecerá. Los que desapareceremos somos nosotros como vida humana, así como gran parte de la vida animal, menos la microbiana y bacteriana, y muchas especies vegetales que hacen vida en las profundidades de cavernas, fosas y simas. Y por, supuesto, la vida mineral y otras formas de vida inanimada, así como la vida que hay en las fosas marinas. (Ver EL PENSAMIENTO DE LAS COSAS INANIMADAS y LA MATERIA VIVA HABLA, entre otros).

En tal sentido, hay que ser categóricos. La Tierra no está en peligro sino nosotros, los que la habitamos. Todo es cuestión de tiempo. Nadie puede saber cuándo, pero es irreversible y tan cierto como dos más dos es cuatro… ¿O no lo es? El cataclismo viene. La destrucción de la humanidad puede estar a la vuelta de la esquina y nosotros tan campantes. ¿Qué podemos hacer?... Nada, simplemente, nada. Sólo dejar que el rumbo de la humanidad e historia del planeta siga su curso.

Tengan muy en claro que el dióxido de carbono, el gran contaminante del planeta, no hará desaparecer a la Tierra, sin al ser humano.

Por lo demás, en un millón de años, aunque destruyamos bosques y dañemos el equilibrio ecológico, todo renacerá y en la escala de la evolución nacerán nuevas especies, pero el humano, tal como lo conocemos, habrá desaparecido. Nacerá una especie humana nueva, tanto genética como físicamente nueva. Con un ADN más evolucionado y más alerta e inmune a todas las enfermedades conocidas hasta el momento. Por supuesto vendrán nuevas. Habrán nuevos virus, pero nada semejantes a los de ahora. Su forma de combatirlos será más avanzada, tanto del punto de vista físico como científico.

Para adelantar algo, sólo diré que la nueva forma humana de ese imponderable futuro es muy parecida a la de los extraterrestres, alienígenas y grises de nuestros sueños e imaginación actual. Y digo actual, porque ellos, los nuevos pobladores del planeta azul, tendrán otra imaginación. Muy diferente a cualquiera de las actuales. ¿No lo creen?... Mírense fijamente, sin pestañear, los ojos delante de un espejo, muy cerca, durante dos minutos. Concéntrense sólo en uno de ellos. En un solo ojo, el que prefieran. Miren a través de el. ¿Qué vieron?... Se fijaron que tengo razón.





¿EXISTE EL MÁS ALLÁ?



¡Claro qué existe! Y no está ‘tan más allá’ como muchos creen, sino aquí, muy cerca de nosotros. En un Mundo Paralelo habitado única y exclusivamente por Materia Espiritual. Una Materia Espiritual que vaga en tres dimensiones en el espacio de ese Mundo Paralelo. Un mundo carente del tiempo humano, porque allí el tiempo tal como lo conocemos, no tiene sentido, sino el ciclo o período espiritual.

Las tres dimensiones que conforman ese mundo no se unen ni “conocen” entre sí y vienen siendo lo que en la Tierra y según muchas religiones, entre ellas, la cristiana, se les llama Paraíso, Purgatorio e Infierno. Aunque en algunos países y culturas a esas dimensiones se les dé otro nombre, en su estructura medular es lo mismo.

El Más Allá no es tan complicado como muchos creen. El asunto es simple y de fácil comprensión. Lo trataré de resumir de la siguiente manera: Después que cualquier forma de vida deja de existir, sea humana, vegetal, mineral o animal, pasa convertida en alma o Materia Espiritual a ese Mundo Paralelo, el cual tiene un nombre propio: Mundo de la Purificación. Después de vagar cierto tiempo en el espacio del Mundo de la Purificación, las almas o Materia Espiritual, la cual es energía pura, son devueltas por los líderes del Mundo de la Purificación a la Tierra para ser “injertadas” en los óvulos fecundados de humanos y animales, así como en el germen de la vida vegetal o mineral.

O sea, que cada nueva vida que nace el mundo actual, en el hoy nuestro de todos los días, ya existió antes. Para la clasificación e reinserción no se toma en cuenta el tiempo. O sea los años y hasta los siglos que esa Materia Espiritual o alma estuvo en el Mundo de la Purificación. Eso carece de la más mínima importancia. Lo único importante es su grado de pureza. De eso se desprende que toda vida nueva nace (y nacimos) sin pecado concebido o, lo que es lo mismo, con el “pecado original”. Nuestra actitud posterior, con los años, hacia el “pecado”, viene a significar la diferencia sobre el tiempo que debamos permanecer vivos en la Tierra y el tiempo que debemos estar vagando errantes o “reposando” en una de las tres dimensiones del Mundo de la Purificación.

En fin, El Más Allá es un campo energético compuesto de pura Materia Espiritual (almas), las cuales son sometidas a un minucioso y estricto control de pureza. Sólo cuando la purificación y “limpieza” llega a sus niveles de optimización absoluta, son clasificadas por género y devueltas a la Tierra y fusionadas en el embrión materno.

Debo aclarar, no obstante, tal como aseveré en el Evangelio Sotroc EL ALMA DE LOS MUERTOS VAGA EN EL ESPACIO, que al ser el alma un tipo de energía aún desconocida por los humanos y, al ser ‘sustancia’ sutil y volátil, al desprenderse del cuerpo humano, animal, mineral o vegetal, pronto comienza a vagar por el cosmos. Muchas de ellas quedan errantes en el espacio-tiempo del universo y por, ende, dentro de la atmósfera del planeta Tierra. De allí todos esos “fenómenos paranormales” de los que constantemente oímos hablar. Otro grupo de almas, millones de ella, antes de llegar al Mundo Paralelo de la Purificación vagan al libre arbitrio del Creador.

“En su peregrinar por el espacio infinito el alma, por diminuta o grande que sea, se reúne con otras almas, miles de millones de ellas, de contenido químico-físico idéntico. Al estar todas juntas forman nubes de energía pura y renovable. Un tipo de energía depurada y benigna, la cual con el tiempo y gracias a la ciencia humana, será transformada y almacenada con intenciones terapéuticas dirigidas a la sanación de enfermedad muy dañinas y para combatir virus altamente mortales que están por aparecer y azotar al planeta tierra.

Sí, pensaron bien. Ciertamente es una energía divina. Igual a la energía que santos, ángeles, querubines, serafines, arcángeles y seres bañados por luz divina desprenden desde su coronilla y son visible a la vista humana detrás y alrededor de sus cabezas”. (El entrecomillado es un extracto del Evangelios Sotroc EL ALMA DE LOS MUERTOS VAGA EN EL ESPACIO. Ver también ¿QUÉ ES EL ALMA?, LOS NIÑOS LUZ y EL ALMA DE LOS ANIMALES, entre otros).

Para concluir, por ahora, sólo concretaré que El Más Allá existe y que está muy cerca de todos nosotros. Sólo unos pocos pueden verlo y comunicarse con las almas que todavía andan errantes por el espacio-tiempo de la Tierra. Aunque existe una razón clara y categórica para que vaguen errantes, por ahora no adelantaré nada. Únicamente diré que “andar vagando” por ahí, para ellas no es nada gratificante y, aunque no es doloroso, si muy turbador y desesperante.



INVOLUCIÓN: REGRESAREMOS



Muchos creen que vamos muy aprisa. Ciertamente es así. En las últimas décadas nuestro desarrollo tecnológico y científico ha avanzado a pasos agigantados. El progreso es descomunal. Eso es inobjetable. Pero existe un pero. Un gran pero que hace una abismal diferencia. Y es que no ‘vamos’, sino van. Me explico. La humanidad no ha evolucionado en su conjunto. Sólo lo han hecho algunas mentes brillantes. Sólo algunos seres humanos han evolucionado. La gran masa, el común de la gente, la mayoría de la raza humana, se ha quedado atrás, muy atrás. Otros, han retrocedido.

Sigo explicándome. El hombre común y corriente de hoy en día, que en cifras forma parte de más de seis mil novecientos noventa y nueve millones de habitantes de los siete mil y algo más que tiene el planeta Tierra, se ha quedo atrás, rezagado y a la deriva de la ciencia y los avances tecnológicos. Muchos, incluso están, mental y evolutivamente hablando, todavía en el siglo XIX y XX. Otro grupo, muy grande y extenso, sin ánimo de exagerar ni ofender, en el siglo XVIII. Los hay de los que todavía están mucho más atrás, como ciertas comunidades indígenas de Australia, Asía, África, América y Oceanía y de algunos lugares remotos de Euroasia, como los Montes Urales y la Meseta de Siberia central, por ejemplo y sólo para citar algunos. O sea, que hay una total inconsciencia de la evolución en todos los continentes, sumando también a ellos la Antártida como un sexto continente, aunque, por ahora, no exista allí población autóctona y estable y esté limitada solamente a mantener algunas bases pesqueras, militares y de exploración científica.

En fin y para ser específico, hay que puntualizar que el 99,99 por ciento de los habitantes del planeta Tierra se han quedado a la deriva de los avances modernos. Sólo saben que existen y usufructúan (o sea, emplean y aprovechan) los descubrimientos e inventos de unos pocos. De unas pocas mentes brillantes y evolucionadas. De unas mentes brillantes que están dentro del 0,1 por ciento del restante de la población, o sea setecientos mil habitantes, de los cuales apenas cien mil pueden considerarse verdaderamente brillantes. De ellos, sólo y exclusivamente de ellos, depende el progreso y desarrollo de la humanidad actual. Los demás son sólo fuerza de trabajo. Mulas humanas que efectúan, como máquinas, el trabajo encomendado.

Apenas una mínima, pero muy mínima parte de esos seres humanos de la gran masa que constituye el 99,99 por ciento de la humanidad, saben cómo funcionan y porqué los aparatos que usan a diario, tales como neveras, lavadoras, teléfonos celulares o normales, televisores, aparatos de sonido, microondas, computadoras, telecajeros, dvds y sin fin de un largüísimo etcétera. La gran mayoría los emplea sólo para su “desarrollo” doméstico, sin comprometer en ello ni una minúscula parte de sus neuronas para saber el porqué y cómo hacen su “trabajo”.

El humano sólo repite, tal como hacen los monos adiestrados en los laboratorios experimentales, los movimientos más elementales y esenciales para que funcione su celular, televisor o microondas, igual como el loro amaestrado repite las palabras o frases que su paciente dueño le ha enseñado. Todo es una repetición de conducta y movimientos robóticamente alienantes, donde el cerebro no funciona como la súper computadora que es, sino como un “artefacto” de ‘lecciones aprendidas’.

La gran masa humana no va más allá del mono o del loro. Se está convirtiendo en una especie de degenerado y degradante reflejo condicionado animal. Quedó cegada, casi paralizada, ante la comprensión del porqué y cómo funcionan eso “aparatitos” que se convertirán y, de hecho se están convirtiendo, en su Babeo Mental de cada día. Dicho de otra forma menos grotesca, en un virus letal que bloquea su evolución real e integral. Un virus que a la larga y genéticamente hablando, les bloqueará las neuronas de la comprensión. Un virus que convertirá la cacareada neuroplasticidad del cerebro del hombre común en un bloque amorfo sin crecimiento, que se irá deteriorando, sin chance de recuperación, día tras día, año tras año, siglo tras siglo, hasta que el ser humano vuelva a su estado primario.

Esta realidad nos lleva a concluir dos alarmantes destinos. A ese paso, si el hombre no se corrige y vuelve a estimular su imaginación y curiosidad natural e innata desde la niñez (¿recuerdan cuando de niños se les rompía un pequeño auto de juguete lo abrían para saber cómo funcionaba y buscaban repararlo? ¡Hay que volver a eso!), pronto tendremos una raza humana compuesta de eunucos mentales. Una especie de robots humanos que deambularán por la Tierra siguiendo estrictas órdenes de los amos del mundo: los señores de la sabiduría. El planeta y todo lo que se encuentre en el y más allá del espacio, será regido por las Mentes Brillantes.

Bajo ese orden de ideas no hará falta para nada gastar dinero y esfuerzos científicos en clonar humanos porque los humanos serán clones de sí mismos y, sin siquiera saberlo o imaginárselo, seguirán las directrices impuestas por las mentes brillantes, que dominan la tecnología y la ciencia. Toda la humanidad será dominada por el 0,1 por ciento de los hombres, los Señores de la Sabiduría, quienes, numéricamente hablando, no llegan siquiera a cien mil personas de la siete mil millones que hay dispersas por todo el planeta.

Ese es un escenario posible, quizás el mejor. Muy traumático y alienante, pero el menos dañino para la raza humana. El segundo es más catastrófico ya que sería la involución total. De mente, cuerpo y sociedad. Sería regresar a estadios primitivos, a la vida en comunas y tribus. Sería como un empezar de nuevo. Partir de cero y volver a comenzar. Volver a construir el desarrollo, los cimientos de la humanidad.

Este se daría sólo en el caso hipotético de que por circunstancias anómalas, promovidas por la ambición y reparto de cuotas de poder (botín humano), las Mentes Brillantes entrasen en conflicto y comenzaran una guerra de exterminio entre ellos.

No, no es nada descabellado. Ya, en pequeñas y aisladas escalas, se ha dado en varios sectores industriales. En fábricas automotrices, transnacionales de detergentes, industrias lácteas y grandes consorcios que se pelean el monopolio de medicamentos y psicofármacos. Algunos de esos conflictos, con ciertas variantes manejadas muy bien por los encargados de las relaciones públicas de esas empresas, han trascendido sin su dramatismo real a la prensa. Otro no. Se mantienen en el secreto más hermético.

Pero, supongamos que a un grupo de esas mentes brillantes se le ocurre la “brillante” idea de ‘volar’ con un click de sus computadoras todos los sistemas eléctricos y de comunicaciones, incluyendo satélites, de un país. ¿Qué pasaría? ¿Ya se lo imaginaron? Y si sucede en varios países a la vez… El caos, verdad. Y luego, ¿qué ocurriría si deciden exterminarse unos a otros? ¿A dónde iría la raza humana? ¿Hacia qué despeñadero se precipitaría?... ¿Guerras y exterminio total? Y cuando acaben, con qué nos quedaríamos. ¿Arcos y flechas nuevamente?... Al irse los cien mil de la sabiduría con ellos se iría el conocimiento humano alcanzado hasta ahora y nosotros regresaríamos, en menos de un decenio, al primitivismo ancestral.

Por ahora, dejemos de pensar en qué podría ocurrir. No es lo fundamental en este preciso instante. Lo importante y urgente es no quedarnos sentados viendo como el desarrollo nos pasa por encima, sino palparlo, absorberlo, comprenderlo y digerirlo en toda su magnifica esencia. De otra forma, volveremos a las cavernas. ¿Es lo qué quieren?


EL CREADOR DE ILUSIONES



Partiendo de la premisa que las ilusiones no son potestad exclusiva del telencéfalo, de la materia blanca o de otra parte del complejo cerebro humano, nos permitimos revelar que muchas de las ilusiones no son creadas dentro de nuestro propio ser, sino fuera, en otros Mundos Paralelos, y “sembradas” en nuestro cuerpo por entes de esos mundos. Por supuesto que mucho antes de hacerlo, de tomar esa decisión, sometieron a un riguroso análisis y estudio a la persona que iba a ser depositaria de esas ilusiones. (Ver Evangelios Sotroc MUNDOS PARALELOS, ¿QUÉ ES EL ALMA? y VIDA DENTRO DE LA VIDA).

A fin de alcanzar la transparente y correcta comprensión de este no tan sencillo “asunto”, es necesario aclarar que muchas de nuestras ilusiones no son obra de nuestros propios pensamientos, sino de un Creador de Ilusiones. Un Creador que no busca premiarnos sino concedernos esperanzas y un futuro mejor, el cual cree que, justamente, merecemos. Sólo si seguimos el camino correcto y no nos desviamos de la ruta señalada por nuestro espíritu, las hará realidad. Es una ‘forma’ de prueba divina, una prueba celestial de fe, no una condición, la cual no admite flaquezas ni lamentos. Únicamente seguir el camino recto. El sendero de la verdad y la justicia.

Sólo el Creador de Ilusiones y no otro, es el encargado de depositar la semilla en nuestro cuerpo para que podamos hacer realidad todas nuestras ilusiones. Pero, y he aquí el gran pero, el ser que reciba la bendición de la ilusión, debe estar siempre sujeto al bien. A hacer el bien, sin egoísmo, malicia o pizca de odio y envidia. De otra forma ‘esa’ ilusión se desvanecerá en un segundo. Tal como llegó se irá. Y como la fe verdadera sólo pulula en las mentes positivas y optimistas y jamás comulga con fanatismos o fundamentalismos, la gracia será concedida y la ilusión patentizada en hechos reales y tangibles. Sólo con fe incorruptible se pueden concretar las ilusiones.

No hay ningún requisito especial o difícil para alcanzar una ilusión. Sólo fe, pura y simple. No existen en el universo suficientes bienes, poder o riqueza con los que se pueda obtener o comprar una ilusión, sino sólo y sencillamente, fe. La fe no cuesta nada, absolutamente nada. Es gratis. Anda libre como el viento y es tan fácil de alcanzar como el aire que respiras a diario y constantemente. Anda al arbitrio de los tiempos. Sólo hay dejarla entrar en nuestro ser. Una vez que la obtengas tendrás la fuerza, el poder absoluto sobre ti mismo, porque la fe es indestructible y tan sólida como el más puro de los metales. Vale la pena probar, ¿o no?



TORMENTA SOLAR 2011




Aunque el mundo científico esté alarmado por la inminente catástrofe sideral que causaría la eyección de un gran caudal de llamas de plasma solar hacia la Tierra cuando sus polos gravitacionales se inviertan y cambien de posición, todavía existe un “recurso” para que el planeta no quede calcinado y convertido en roca volcánica.

Ese “recurso” no es producto del azar o casualidad. Existe. Está allá afuera pero no lo vemos y no lo vemos porque todavía no estamos en capacidad de verlo. Nos faltan “piezas” muy importantes para una idónea exploración espacial, la cual todavía está en pañales, para no decir que aún se encuentra en el vientre materno y no ha nacido.

Para contener un ataque del Sol, sus tormentas, vientos y ríos desbordantes de material coronal, la Tierra está protegida, además del campo gravitacional y la magnetosfera, por un Magneto Neutro que oscila como un balancín entre la Tierra y el Sol y tiene la capacidad de mimetizarse en el espacio como una iguana, por eso es que los científicos aún no lo han visto y están muy lejos todavía de poder descubrirlo. Ese magneto, además del efecto “guardián” de Júpiter y la propia magnetosfera terrestre, sirven de escudo protector a la Tierra de cualquier tormenta solar u otro cataclismo sideral cuando los campos de nuestro planeta, hecho que está por ocurrir, se inviertan.

O sea, cuando el Polo Sur y el Polo Norte cambien de posición el Campo Magnético Neutro se activará y comenzará a oscilar, como si se tratase de una antena en busca de señal, en dirección hacia cualquier eventual amenaza. Y, lo extraordinario, es que el Magneto Neutro, de allí su nombre, tiene la capacidad de invertir en forma aleatoria sus polos en fracciones de segundos para repeler cualquier ataque solar o de otra índole sin importar la dirección de dónde provenga. Además, y por si fuese poco, el Magneto Neutro interactúa con el campo magnético y las células de transporte convectivo del Sol, neutralizando gran parte de ellos a fin de que no alcancen la Tierra.

En fin, el Magneto Neutro actuará como un muro de contención con capacidad infinita de desviar cualquier amenaza y a los vientos solares hacia el espacio cuando estos se desborden en dirección a la Tierra.

De esa manera, la más grave de las amenazas del Sol hacia la Tierra cuando los polos gravitacionales de esta se inviertan, estaría, en parte, resuelto. Pero, hay un pero inmediato.

Sin pretender ser alarmista ni ave de mal agüero, una cosa debo agregar. Lo que voy a revelarles no es ningún secreto, ya que la comunidad científica de la Tierra está muy al tanto y monitorea a cada segundo el espacio con sus grandes telescopios. El asunto es que dentro de poco, antes de que termine el año 2011, tal como sucede cada once años, el Sol entra en un turbulento ciclo llamado Actividad Máxima Solar, que podría causar una gran eyección de masa coronal hacia la Tierra. Dicho de otra forma, podría causar una tormenta solar con ondas de mucha radiación y vientos cargados de calcinante plasma y masa en dirección a la Tierra. Estas ondas, además de ser muy nocivas para la salud y vida humana, también causan serios daños en los sistemas de navegación aérea, redes eléctricas (apagones), señales de telefonía y todo tipo de comunicación, incluyendo la destrucción de satélites, por lo que nuestro planeta podría quedar sin comunicaciones y a la deriva por un período de tiempo indefinido, entendiendo por indefinido semanas, meses e incluso años, dependiendo de la capacidad de reparación de las ciudades y países afectados. La tormenta solar podría durar de veinticuatro a cuarenta y ocho horas o más y terminará con el cambio de polaridad solar. Pero y a pesar de todo, démosle gracias al Señor que el Sol existe ya que una pequeña parte de los cuatro millones de toneladas de su materia que se transforma en energía solar llega a la Tierra y sostiene la vida tal como todos la conocemos. Un poquito más estaríamos carbonizados. Un poquito menos, congelados.

En todo esto sólo existe un temor inexplicable, pero precisamente por eso, por ser sumamente enigmático e inexplicable, evitaré, por ahora, cualquier intento de explicación. ¿Ustedes quieren dormir tranquilos, verdad?... Entonces duerman tranquilos.



LA LUZ COMO COMBUSTIBLE



No hay forma de viajar al futuro a través de los agujeros de gusanos, ni con máquinas especiales, ni reduciendo el espacio-tiempo a niveles microscópicos a fin de “manipularnos” y hacer que nos obedezcan, ni con cualquier otra fantástica máquina que la imaginación humana pueda concebir.

Tampoco con el Gran Colisionador de Hadrones, el súper acelerador, al que no le tengo ninguna fe y lo considero más que una perdida de tiempo y esfuerzo innecesario, sumamente impráctico por su gigantesca dimensión y longitud, sólo para decir dos de las cientos de otras complicadas desventajas que tiene. Siempre recuerden que en las cosas simples están las grandes soluciones y no al revés. Para percibirlo sólo falta pararse en medio de un pequeño bosque-jardín y ver hacia todos lados. Por supuesto también encima de nosotros y alargar un poco más la vista hacia el infinito espacio.

Sinceramente, soy de la opinión de que el faraónico proyecto científico está haciendo perder y botar miles de millones de dólares al retrete. Con sus presuntos “logros” no se podrá “dar el salto” hacia ningún lado. Ni hacia el pasado, ni hacia el futuro. Hubiese sido más provechoso, justo y noble desde el punto de vista humano, utilizar toda esa gran cantidad de recursos, horas de trabajo, capacidad organizativa y dinero invertido en el Proyecto Hadrón, en amainar el hambre en el mundo.

La luz y sus prodigiosas y mágicas utilidades, es la ruta a seguir. Allí hay que centrar todos los esfuerzos científicos. Sólo a través de la luz se pueden dar saltos en el espacio e ir, más que nada, hacia el futuro. Aunque nuestros expertos físicos cuánticos no hayan dado aún con la solución, a fin de comiencen a armar el rompecabezas, revelaré que existen otras dimensiones y si quieren viajar en el espacio-tiempo, deben concentrar sus capacidades y habilidades en encontrarlas. Esa es una forma, pero hay otra más rápida, “fácil” y eficaz: utilizando la luz como combustible de navegación, pero no así de propulsión.

En un anterior Evangelio Sotroc expliqué que el oxígeno comprimido también puede ser utilizado como combustible, pero sólo como elemento de propulsión. Decía en ese Evangelio que el “oxígeno será la nueva forma de propulsión que moverá al mundo y lo sacará de la inevitable crisis energética que en el próximo lustro podría causar millones de muertes innecesarias, guerras y desolación.” (Ver Evangelio Sotroc PROPULSIÓN POR OXÍGENO COMPRIMIDO).

Por supuesto, que para utilizar la luz como combustible, como energía de navegación intergaláctica, primero se deberá domeñar la luz, descomponerla y comprimirla para luego almacenarla. Para domarla, primero es necesario convertir a la luz en una especie de gas o energía etérea.

“La conversión de la energía etérea a luz sólida se obtiene por una especie de fusión de más de 333.333 mil grados, a la cual los seres del Mundo donde estuve llaman diestrellización. Este proceso se logra gracias a la licuefacción y combustión de los elementos del denso aire del vacío sideral con las partículas microscópicas de luz estelar desprendidas de las novas y supernovas durante su desintegración, las cuales vagan al “arbitrio” por el universo y sirven para múltiples funciones según sea el caso. Esa luz estelar también sirve de combustible para sus naves, las cuales viajan cien veces más rápidas que la luz y, en algunos casos, pueden alcanzar velocidades muy, pero muy superiores”. (Ver Evangelio Sotroc EL PUENTE DE LUZ).

En un futuro no tan cercano descomponer la luz será un juego de niños. Ahora, en estos instantes, el problema más importante en resolver es qué materiales utilizar (¿una aleación de helio líquido con titanio y un 0,33 de carbono?) para reducir la fricción y evitar que las naves espaciales se derritan durante sus largos viajes a la velocidad de la luz y… ¡un poco o bastante más, según el caso!

Sí, totalmente cierto. Se puede viajar más rápido que la luz a través del tiempo, aunque Einstein en su “tiempo” asegurara que no. La forma más adecuada es utilizar una combinación de energía luminaria (luz), energía etérea y energía oscura, de la que se sabe que existe pero aún no se tiene idea de cómo funciona y cómo se puede “recolectar”.

En cuanto al problema de la edad de los navegantes en el espacio-tiempo es “fácilmente remediable”, ya que la velocidad de la luz ralentiza el tiempo y no “envejecerán” antes de llegar a su destino sideral sin importas los largas que sean las distancias en los que hoy en día medimos en lo que creemos y llamamos “millones de años luz”. Además, habrá otras formas de mantener el cuerpo jovial y activo. Ese no será un problema. Pueden estar tranquilos.

La partícula de Dios que confirman todas mis revelaciones está en una estrella. En Alfa Centauri. La naranja B encierra el secreto del aprovechamiento de la energía oscura y la energía etérea. Sólo falta ir allá y develarlo. Pero el problema es: ¿cómo, cuándo, quién?



SEMBRAR VIDA EN MARTE



El asunto es simple y no merece grandes explicaciones. Sobre Marte se ha especulado y dicho mucho. Eso no importa. Lo importante ahora es poner manos a la obra y comenzar a actuar. Si hubo vida o no, eso, por ahora, no es trascendente. Si se encontraron o en el futuro se encontrarán vestigios que podrían hacernos suponer que todavía existe la posibilidad de vida microbiana en su superficie es de importancia “histórica sideral”, pero no relevante en estos momentos. Lo fundamental ahora es que al próximo Explorador que se envíe a Marte para analizar su “terreno”, además de cumplir con esa misión, también se le asigne la tarea de sembrar vida cerca de sus polos.

Sí, de sembrar vida, leyeron bien. Eso se puede hacer de varias maneras. Primero, llevando en recipientes herméticamente sellados ciertos tipos de bacterias y microbios terrestres que se puedan adaptar y sobrevivir a las bajas temperaturas de sus polos, y, virtualmente, sembrarlas a diferentes profundidades de su superficie. Habría que envasar al vacío y proteger a algunas de esas bacterias recubiertas en diferentes tipos de lodo terrestre a fin de que su hábitat inicial, de adaptación, sea idéntico o muy parecido al de la Tierra y luego, una vez escogido el sitio, preferiblemente cerca de los casquetes polares ya que allí se presume la existencia de agua congelada a ciertas profundidades, simplemente sembrarlas. Por supuesto habría que acondicionador al Explorador Vida, se me antojaría llamarlo en caso de que se fabrique, para que realice esa delicada misión.

Una segunda misión del Explorador, el Vida II, debería desplazarse hacia los cráteres de impacto del hemisferio sur de Marte, hacia la llamada cuenca de impacto Hellas Planitia, la cual tiene más seis kilómetros de dos mil de diámetro, ya que, al igual que otros cráteres, su morfología indica que la superficie está húmeda y llena de barro.

El siguiente paso, siempre dentro del mismo experimento Vida, sería tomar otro grupo de cápsulas llenas bacterias, abrirlas y simplemente dejarlas rodar hasta los profundo de algunas grietas de la superficie marcianas previamente escogidas. Preferentemente cerca de donde se supone y especula que agua congelada emana del subsuelo gracias al descongelamiento y liquefacción de las grandes capas de hielo debido al calor de su núcleo, el cual sigue parcialmente “vivo” y podría revivir completamente con la “Operación Bacteria” impulsada desde la Tierra y llevada a cabo por el Explorador Vida.

La misma operación podría repetirse con ciertas semillas de plantas resistentes al frío gélido, tales como las que hay en los Himalayas y el frailejón y otras especies de la Cordillera los Andes, los cuales son resistentes tanto al calor intenso como al frío glacial.

Concluido este primer paso, solo restaría esperar y observar atentamente. Si le logra una “buena cosecha”, “pronto” los seres unicelulares se convertirían en seres pluricelulares y de allí en adelante seguiría el génesis, la verdadera creación de la vida, de la cual todos suponemos y “creemos” conocer.

Sería un primer paso. Un paso muy importante y un buen ensayo. Es posible que el desarrollo de esa vida sembrada en Marte lleve millones de años en evolucionar, tal vez no tantos, si tomamos en cuenta que el año marciano es casi el doble del de la Tierra. Además, existen otros procesos de aceleración de la vida. Nadie sabe cuánto tiempo se tomaría, pero por mí revelación presumo que mucho, pero mucho menos de los que podríamos imaginar.

Lo primordial es que se irían creando en Marte condiciones para que las generaciones futuras tengan la oportunidad de planificar y hacer con suficiente tiempo de antelación la “mudanza” extra planetaria, el Gran Éxodo Terrestre, cuando nuestro querido y amado Sol cese su vida y se apague.

Si el experimento marciano tiene éxito, enseguida hay que comenzar a llevar, además de microbios, bacterias y semillas, plantas de todo tipo y hacer un Invernadero Marciano. Sería posible ir creando “artificialmente” oxígeno en esos invernaderos hasta llegar al 21% sin importar sus condiciones actuales. Al aumentar el nivel de oxígeno dentro de los Invernaderos de Marte también podríamos elevar el de nitrógeno, el cual es muy bajo (2,7%) y, poco a pocos, ir creando una atmósfera muy parecida a la terrestre. ¡Imposible!... En eso estriba el reto del experimento. Podría comenzarse por recrear en la Tierra las condiciones atmosféricas y de terreno de Marte y ensayar. Ensayo y error. Ensayar y errar, hasta que se logré.

Un punto a favor es que (de acuerdo a mí revelación no cabe la menor duda de que así sea) el metano hallado en la superficie de Marte proviene de su núcleo, el cual aún sigue “vivo” y que su campo magnético se está regenerando en el espacio vacío que dejó desde el mismo momento que aminoró sus giros. Recuerden que ‘los espacios vacíos’ se llenan al dejar de funcionar el eje central.

No es ninguna incoherencia creer que en las profundidades del suelo marciano hay miles de billones bacterias subterráneas y que el metano que se escapa hacia la superficie del planeta proviene de la muerte de esas miles de millones de bacterias atrapadas en el interior de sus capas tectónicas durante miles de millones de años.

Además, la evidencia de pequeñas corrientes de agua (cauces secos de ríos y arroyuelos) descubiertas en Marte son producto del recalentamiento de su núcleo, el cual derrite ciertas áreas de sus polos y capas débiles y con fisuras, que van liberando el agua congelada que comienza a fluir como pequeños manantiales a su superficie pero por la condiciones de resequedad y calor de su atmósfera y superficie, pronto se seca y desaparecen dejando tras de si sus huellas, evidencia de que el agua fluyó.

Recuerden que el llamado Bombardeo Intenso Tardío al que fue sometido la Tierra por grandes y violentos asteroides hace aproximadamente 4.100 millones de años fueron semillas de vida (núcleos y bacterias venían adheridos dentro de la masa los asteroides) que luego se convirtieron en seres unicelulares (microbios o bacterias) que evolucionaron después de otros tantos millones de años a la vida multicelular y de allí, luego de múltiples y complejos procesos, hasta el hombre.

¿No fueron acaso las cianobacterias (algas verdeazuladas) la primera vida en la Tierra?… ¿No son ellas capaces de realizar fotosíntesis oxigénica de forma espontánea? En los inicios de la Tierra no había buenas condiciones oxigeno y ellas pudieron hacer la fotosíntesis.

Si el experimento planteado se llevase a cabo, recuerden que la mutación produce muchos organismos unicelulares muy distintos unos de otros, pero a través de ellos se puede llegar hasta la amiba (seres pluricelulares). ¿No existe acaso una teoría que afirma que los aminoácidos, provenían del espacio (panspermia) y que muchos compuestos orgánicos cayeron del espacio a la Tierra a través de los meteoritos? ¿Qué las bacterias o esencia de la vida prevalecen diseminadas por todo el universo y que la vida comenzó en la Tierra gracias a la llegada de esas semillas siderales a nuestro planeta?

¿Será cierto que puede haber evolución sin atmósfera terrena?… ¿No hay piedras que se alimentan de piedras, o sea la energía de la tierra? Además, ¿qué les parece si aplicamos a nuestro experimento el ADN (evolución, reproducción y copia) de las especies. Replicarse (copiar). La vida de cualquier organismo y su ADN se divide y crea otro.

Cultivar nueva vida en el espacio infinito es posible. Lo que no es posible es imaginar que no se puede. Hay que intentarlo… ¡Somos una réplica del todo y de la nada!


EL 11



Todo lo que ha de suceder sucederá y será un día 11. Un día 11 o alrededor de todo lo que se relacione o parezca a ese número. No obstante el número 11 estará siempre claramente presente.

No voy a hacer en este evangelio un recuento bíblico o de la edad contemporánea de todo lo que ha acontecido un día 11. No es el motivo de esta revelación, como tampoco la de causar alarma o desasosiego, sino de instruir para que la humanidad espere ese día 11 en que todo acontecerá, con paciente misericordia y paz en sus corazones. De todas formas sucederá. No vale la pena inquietarse porque la inquietud y el temor nublarán vuestra razón y entendimiento.

¿Qué pasará?... ¿Eventos apocalípticos oscurecerán la vida del hombre? ¿Un gran desastre nuclear o natural? Siquiera un quizás sí o un quizás no me está autorizado decir. No diré ni adelantaré nada, porque nada está permitido revelar. Sólo me es consentido decir que acojan con paz, armonía y amor los acontecimientos que vendrán.

¿Y por qué un día 11?... ¿Qué tiene que ver el número 11 con lo que deberá acontecer? Como iniciación, para que comiencen a realizar sus propios estudios y deducciones, les diré que el 11 es la armonía e igualdad perfecta. Es la divina proporción. Son las dos líneas paralelas que nunca se tocan y marchan con sutil paz hasta más allá de la nada. El 11 representa la pareja y la perfección y, al mismo tiempo, la dualidad y sus contrapartes, como el bien y el mal, el amor y el odio, la paz y la guerra, la luz y la oscuridad. El 11 es, igualmente, el todo y la nada, aunque transite hacia la nada solitaria y silente.

El 11 es el once porque es rectitud de pensamiento y aunque las dos líneas que lo conforman marchen por vías distintas y separadas, van paralelas en su camino de la nada infinita.

Por eso el 11 es tan importante, aunque hay otras realidades por las cuales es el 11 y no otro número el escogido para simbolizar el día en que todo lo que habrá de acontecer acontecerá. Aún no puedo revelar el porqué y cuándo. Lo haré si mis días se alargan hasta la víspera del día en que todo lo que habrá de acontecer acontecerá. Por ahora esperen y cultiven paz, amor y armonía en sus corazones porque el día en que todo lo que habrá de acontecer acontecerá y será un día 11.