miércoles, 3 de noviembre de 2010

2 de septiembre (Parte 1).

       SEGUNDA PARTE
   LOS SONIDOS DE MI DESESPERANZA

  Anteanoche estuve divagando un poco, pero me hizo bien. Reflexioné sobre algunas cosas… ¡Mentira!... ¿Cuál reflexión si no tengo siquiera capacidad de pensar en paz?... Cuál reflexión, si a veces lo único que sale de mi mente son incoherencias… Incoherencias de amor y sufrimiento. Bueno, eso no importa. El asunto es que estoy vivo y escribiendo nuevamente. Eso es lo importante… Eso y el amor.
  El amor es el todo en la nada, la exaltación de la vida. No lo dejaré escapar aunque muera en el intento… “Navega siempre en el mar donde el amor desata su tempestad de gloria”, escucho que me dice mi conciencia, y lo haré. Juro que navegaré en ese mar hasta en el último suspiro… ¡Dame luz, sabio Dios!... Dame luz para seguir amando… Dame luz para amarte aún más… Por favor, ¡dame luz!... Escucha mis súplicas.
  Vivir sin amor es como estar desterrado en una jungla tormentosa y salvaje. Todos lo saben. Yo lo estoy sabiendo ahora y probando su acre dolor.
  Sé que brinqué un día en mi desesperación. Fue el de ayer, creo. Ayer… prefiero no contar nada de ayer, excepto una cosa. Tendido en la cama de mis sueños tomé la palabra amor entre mis dedos y comencé a jugar con sus letras. La más suave es la O. Redondita y tersa. Mientras pasaba la punta de los dedos sobre su delicada superficie me hizo recordar el cuerpo, el abdomen sedoso de mi Carolina. Mientras lo palpaba, la diminuta O fue poco a poco creciendo y su textura convirtiéndose en piel humana, con sus poros, olor y toda su delicadeza. Cerré los ojos y pensé por instantes en Carolina. En como pasaba mi manos sobre su suave abdomen y la veía a ella mirándome con dulce pasión. Sus ojos me sonreían y sus labios semiabiertos insinuaban amor y placer. Viendo aquella escena en mi mente, con rubor confieso que llegué a excitarme. Pronto la aparté para no perturbarla y quedara así en mi recuerdo. Pura, limpia, sin pecado concebido… La O encierra todo. Es un globo. Es el mundo en amor. El amor mismo convertido en todo un planeta. Es la esfera de la eternidad a través de amor. ¡Qué hermoso y necesario es el amor! Hace falta más que aire, más que el oxígeno para poder vivir. Estar sin amor es como estar sin cordura. Aparte delicadamente a un lado la O, para que no fuese contaminada en su inmaculada pureza y redondez y comencé a jugar con todas las demás letras del amor. La R no me gustó. Su rabillo final parecía una espina. Una daga que olía a traición. La dejé y enseguida tomé entre mis dedos a la A… ¡Ah, qué hermosos recuerdos trajo a mí memoria! La A es el todo, el principio y el fin del amor. Es el alfa y el omega. ¡Qué hermosa letra! Y es que amor no podría comenzar con ninguna otra letra que no fuese esa. Además, es la primera en todo. En el abecedario y en las vocales. En fin, la A es el amor en toda su magnificencia y divino fulgor. La M, en cambio, aunque grande y majestuosa, con sus largas patas a cada uno de los lados, se me asemeja a dos centinelas, a dos alabarderos que cuidan, vigilan bajo sus pórticos y columnatas romanas la entrada del amor. Si este es bueno y noble, lo dejan pasar. Si es cruel, cínico y falso, le cierran el camino. Me encanta la M. Además, la asocio con maternidad. Es la primera palabra que se me viene a la mente cuando veo la M de amor. No hay nada más tierno, sublime y angelical que la maternidad. ¡Es el milagro de la vida y la existencia!... ¡Es Dios en el vientre de una mujer!... Una reflexión final y una disculpa. Creo que en mi dolor traté muy mal a la R del amor. No intuí con claridad su representación. Recapacité y me disculpo. La R, la R es el final. La conclusión y realización del amor en toda su magnificencia divina. Es el vivir junto al ser amado hasta el fin de la vida, hasta el fin de los tiempos abrazados. Tiernamente abrazados porque el amor, el amor verdadero nunca acaba, nunca muere, persiste en el tiempo por siempre.
  Y así, mimando y adorando a la palabra amor, me quedé un rato más echado en la cama. Embelesándome con esa divina palabra. Y entre los juegos que hacía, me percaté que deletreando amor al revés se lee Roma. También hice otros “reveladores” descubrimientos. Al combinar sus caracteres leí en mi mente el nombre Omar. Y siguiendo el juego con sus letras que compone amor, pronto me conseguí con el nombre de Mora, Ramo, Orma sin H, Maro, Arom (aroma en inglés, creo yo), Maor (que si mal no recuerdo era un guerrero vikingo amigo Thor, el dios escandinavo del amor y las guerra), Moar y así otras… Entonces concluí que el amor tiene mil sonidos y su universo mil formas, siempre y cuando se ame con noble desprendimiento y pureza.
  ¿Se nota?... Se nota que estoy fastidiado y que no tengo nada, absolutamente nada, qué hacer en esta montaña excepto pensar... Al menos esas estupideces me alejan del dolor… De imágenes funestas.

MAÑANA:                                                                  
  Las manillas del reloj siguen imperturbables su camino, sin conmoverse de mi dolor. Sólo les interesa ir en busca del nuevo día. Ellas no piensan. Son mecánicas. ¡Cómo me gustaría ser como ellas!...