Son las 9:45 p.m. Oigo ruidos a mis espaldas. Son Fernando y Sonia que están llegando. Dejaré la pluma a un lado y esperaré cinco minutos. Después les tocaré la puerta. Abrió Sonia. Danger estaba adentro con ellos. Le relaté lo de la tormenta y pregunté si no se les había inundado la cascarita. Sonia afirmó que no. Después les conté que en la tarde le di a Danger, que en las tardes se monta en dos patas y se asoma solícito a mi ventana, toda la olla de caraotas blancas con arroz y salchichas que me sobró del día anterior. Sonia quedó pasmada. Al rato vino Fernando, quien estaba en el baño, y me pidió que no volviese a hacerlo porque el perro es muy delicado del estómago. Le recordé que él mismo me había dicho que le daba caraotas porque contenían mucho hierro. Fernando consintió, pero agregó que sólo le daban un poquito y mezcladas con perrarina. Pedí disculpas y le aseguré que no lo volvería a hacer aunque me siga manipulando con su carita de víctima mimada cuando se asoma por las tardes. Fernando sonrió. Sonia afirmó que iba a comprar y darme un paquete de galletas especiales para que se las diese. “Eso si, advirtió, raciónalas. No se la des todas de un sólo golpe”.
PAUSA DE INQUIETUD: ¿Dónde carajo está Carolina? ¿Dónde tiene a mi hijo? Esperaré uno minutos más, que sea un poco más tarde, y me meteré otra vez en el sistema de mensajería del teléfono de la casa, mi antiguo hogar. Espero que al celular les den ganas de funcionar.
Les referí a Sonia y a Fernando lo de la cera y deshumificador y lo económico que costaron. Los invité a ver los resultados. Vino sólo Fernando. Me pidió que les mostrase uno de los deshumificadores y mientras iba a buscarlo, vi que curioso observaba de reojo este Diario, el cual tenía abierto sobre el mesón y con el bolígrafo encima, tres o cuatro páginas atrás de la que estaba escribiendo antes de ir a tocarles la puerta. El pobre no habrá podido descifrar siquiera una palabra de mis garabatos, los cuales son bastante confusos. Tanto, que a veces hasta a mi me cuesta leer lo que escribo.
El deshumificador, le pareció bien.
–Vamos a ver si funciona, porque esos hongos son muy poderosos –expresó dubitativo y luego agregó– Lo del sábado si va. Mi tío (Patricio) llamó para reconfirmármelo.
– ¡Buenísimo! No te preocupes, iré a conocer a esa “pavita” (jovencita) de 54 años –respondí mordaz.
Mi respuesta fue una mierda. No lo hice por maldad, sino arrastrado por esa intolerante agonía que no me desampara.
PAUSA DE INQUIETA IRRITACIÓN: Llamare a mi antiguo hogar y me meteré en la contestadora… Suspenso y espera… Traté, pero el odioso celular no quiso funcionar… ¡Lo freiré en la sartén para quemarle toda la humedad y hongos!... Pensándolo bien: ¿Será que la pila expiró o, definitivamente, el aparato se dañó? Sea lo que sea, ni remedio, ya lo puse a “tostar” sobre la lamparita. Tal vez se apiade de mí y me deje hacer aunque sea una desesperada llamada más. El alcohol ya está haciendo mella en mi maltratada humanidad. Son las 10:20 p.m. y Soledad Bravo me taladra el cerebro con la canción número 9, titulada “Al son de este bolero”, la cual dice: Comenzaría todo otra vez si contigo fuera corazón/ La llama aún quema en mi pecho/ Nunca se apagó… ¡Qué torturante!… ¿Tendrá Carolina un amante?
El aparato de sonido se detuvo de golpe. Ceso de tocar. Por más golpecitos que le doy con mi pluma y las manos, nada. Se quedó mudo. Como que se apiadó de mí y no quiere que escuche la número doce (“No puedo ser feliz”), mí preferida, o me quiere terminar de desesperar. Por aquí aislado, sin música, y sólo con el croar de las ranas y los grillos de melodía de semifondo, es como para volverse loco. Necesito un pequeño descanso. Me fastidié de sacudir y darle golpes al aparato y me estoy desesperando… ¡Qué angustia, que sufrimiento, Dios mío! Tengo ganas de estallar en llanto, pero sólo logro que mis ojos se humedezcan apenas un poco más de lo que siempre están. Todos complotan contra mí, ¡hasta el bendito aparato!
PAUSA DE VIDA: Un trago para que la desesperación baje sus decibeles.
Casi logro que funcione. Puse el selector en la canción Nº 10 y apenas comenzó a sonar, regresó a doble cero. Voy a poner la Nº 12 de una vez por todas a ver si la agarra. ¡No lo hizo! Regresó al 00. Otro intento y otro trago de gin. ¡Tampoco!... ¿Todo está contra mí?... Sí, tal parece que si… Otro trago para calmar la angustia… Este quema, pero no por ello deja de ser sabroso. Voy a poner otro CD. Necesito música, ruido, algo que acalle las voces de mí alma herida.
¡Aleluya! Al fin funcionó con los “Cantos sefardíes”… ¡No!... Fue una ilusión… Sólo duró unos segundos y volvió a enmudecer. Pondré el canal clásico en la radio. Quizás me dé paz. Un poco de Mozart, Shubert, Beethoven, Bach o Thaikovsky… O un Paganini con su inquieto y virtuoso violín que me lleven a otra dimensión, donde la tristeza (¡ja, ja!) no tenga universo ni cabida.
La muerte, ¿será qué tan sólo la muerte me concederá descanso?… No, no puede ser posible. Dios es piadoso. Tan piadoso que en lo más íntimo de mí ser escucho sonar campanas, pero me confunden… No entiendo… ¿Serán el augurio de una ruptura definitiva? El anuncio de que nunca volveré con Carolina, cosa que tercamente me resisto aceptar. Con ella se iría parte de mi existencia, lo sé… Todo, a mí alrededor, los árboles, los pájaros y el olor del viento lo perciben y me lo transmiten. Pero yo, mortal estúpido y egoísta, ególatra sin razón, busco darme por desentendido. Más que aplacar mi martirio lo avizoro a través de una esperanza que no existe, porque aunque haya amor en mí corazón, aunque sea cargado de furia, en el de ella no existe porque jamás existió. Nunca me amó, sólo estaba desesperada por sexo.
Ser misericordioso, ilumíname para no seguir torturándome... ¡Dame otra señal!… Sí, otra señal que dentro de mí imbecilidad pueda absorber con claridad.
Sé, Dios, que estoy pidiendo demasiado. Sé que Tú estás guiando mis entumecidas y desesperadas manos, pero Tú también sabes, en tu sabiduría infinita, que soy un imbécil y soñador romántico que no quiere, que se resiste, o no sabe, ver las cosas con claridad. ¡Dame luz, sabio Dios!... Dame luz para cumplir la misión que me destinaste en éste mundo. Dame luz para llevar hacia tu morada a hombres de fe. Seré tu incondicional pastor, Dios mío… Dame luz para amarte aún más… ¡Por favor, dame luz!
¡Coño, es que no logro entender nada!… Coño, todos me desamparan… Menos tú, mi Dios. Todos me hacen ver las cosas oscuramente, todos me rechazan. ¿Por qué Dios? ¿Qué cosa tan mala hice para pagar tan alto precio?...
¡Qué pregunta!... ¡Qué bolas tengo yo al increparte!... Qué bolas, si Tú todo lo sabes y diriges. No, no estoy maldiciendo ni reprochando nada, sólo estoy estúpidamente, filosofando.
¡Qué bolas las mías, Dios, queriendo contradecirte!... A ti, el Dios del universo infinito… El omnipotente, el omnipresente, el que todo lo sabe y lo ve. Qué bolas las mías, ¿verdad?
Sé que tengo que sufrir, Dios. Sé que me tienes destinada una misión… Que una de ellas es la de escribir éste Diario… Sé que me consideras un alma buena y piadosa. Sé, igualmente, que por Tú gracia divina aún estoy vivo… Sé tus pensamientos mi querido Dios, pero ¿hasta cuándo ésta prueba?... Coño, qué pregunta estúpida, si Él lo sabe de antemano.
Coño Dios, si sabías todo esto, si sabías que Carolina no era mí pareja perfecta, ¿por qué coño me hiciste casar con ella y engendrar un hijo? Perdona mi pregunta Dios… Ya recordé el porqué… Recuerdo mis rezos. Veo que no fueron vanos. Que escuchaste mis mudos pensamientos y luego de viva voz que yo lo deseaba. Que quería estar con ella…Lo recordé… Ya entendí, Dios. Lo que pasa es que soy un poco torpe (¿mucho?) en entender tus designios… Escuchaste mis súplicas de entonces. Cuando con mis labios depositados sobre el vientre gestante de su madre pedía que Dorian fuese un profeta, un nuevo conductor de la humanidad. Que de grande se convirtiese en un guía espiritual, en un gran cristiano, cuya misión de vida sería derrotar el materialismo y conducir a la humanidad hacia un mundo mejor y más humano para llevarnos a todos, seres imperfectos, hacia ti, mí Dios… Hacia la verdad absoluta, más allá de la verdad aparente que cercena el pensamiento puro de los hombres. Cuántas veces te lo supliqué Dios... ¡Qué olvido tan misterioso y estúpido el mío, Dios!
Gracias, gracias por hoy, aún 31 de agosto, mostrarme la verdad de mí sufrimiento, de revelarme mí misión: engendré un hijo de un ser cruel, materialista y malvado para que en un futuro sea uno de tus arcángeles, profetas o guías hacia la liberación de la humanidad.
Es cierto, lo pedí tantas veces que así fuera, que me siento alborozado por mí olvido. Ahora sé, Dios, el porqué de mí separación y sufrimiento. Era la cuota, y la es, que debo pagar por mi atrevida pretensión.
Ahora que lo sé, ahora Dios Todopoderoso que me has dado la luz, pagaré mi deuda contigo con el mayor de los gustos, con la mayor complacencia, ya que sé, se hará tú voluntad.
¡Bendíceme Dios en mí ignorancia porque pese a ella nunca dejé de amarte y nunca lo haré, aunque esté en la dimensión de los muertos o donde Tú me quieras llevar!
FIN
PAUSA DESPUÉS DEL FIN: Hora 11:55 p.m. Complacido, con ganas de llorar y al mismo tiempo de reír, beso el portarretrato con la foto de mi adorado Dorian. Lloraré, pero esta vez de felicidad… Por amor, porque ahora tengo un aliciente que reconforta mí destrozada alma y ese es Dorian… ¡Lloro, al fin lloro!... Lloro por amor… Por siempre, ¡por el amor!
PAUSA DE OBSERVACIÓN IMPORTANTE: El fin anterior quizás no sea el fin final. Éste Diario podría tener dos finales. Todo depende de los próximos acontecimientos y las ganas que me queden para seguir con esto. Sé que estos garabatos están todos desordenados y que sólo yo entiendo o sabría recomponer este rompecabezas, pero si sigo vivo en los días venideros, lo ordenaré. Son las 1:35 a.m. del 2 de septiembre. No tengo sueño pese a los cuatro lexo y a la media botella de ginebra que tomé… Y eso que me había prometido que hoy no iba a tomar ni fumar… Qué engaño, pero no lo puedo evitare pese a que está minando mi salud… PAUSA DENTRO DE LA OBSERVACIÓN IMPORTANTE: Me estoy sirviendo y acabo de tomar otra tacita de gin… ¡Uff!... ¡Quema!... Decía que en estos momentos no puedo, en verdad, dejar de hacerme daño. Por ahora lo más importante es ver y abrazar a Dorian. Si no lo logro retomaré el Diario y así tendrá dos finales… El que escribí ayer (¿ayer?) y el que tendrá si prosigo. El Diario al menos me da una razón, una justificación para seguir viviendo, a pesar de que esté plagada de tormento y desesperación. Aunque tú crueldad, Carolina, no merece el perdón de Dios, te concedo el mío.
P/D: Para los que conocen el arte de escribir ninguna novela lleva ya la indicación de FIN, pero como esto es un Diario, el autor se ha permitido no sólo hacer eso, si no lo que, de ahora en adelante, le venga en ganas en aras del dolor y la literatura.
MAÑANA: SEGUNDA PARTE
LOS SONIDOS DE MI DESESPERANZA.