HACIA EL TERCER Y ÚLTIMO FINAL
Nota: Este Diario ya se ha comido seis bolígrafos. Acabo de regresar de comprar dos más.
LA NUEVA ETAPA
12 de septiembre.
Defraudado, burlado, humillado hasta por las cachifas de Carolina. Víctima de intrigas, complots, engaños, traiciones y conspiraciones, buscaré levantarme de entre los muertos, como Lázaro.
Tengo fe y amor y eso lo es todo.
Aunque me acosté tarde anoche, hoy me levanté temprano. No porque tuviese muchas ganas de hacerlo, sino porque el despertador de mi reloj primero, y después el de mesa, comenzaron con sus insistentes pititos intermitentes a alertarme de que eran las seis y media de la mañana. De antemano los había ajustado para que sonaran a esa hora. Había quedado con el hijo del canciller, el nuevo alcalde de Catare, que lo llamaría hoy a las 7:30 a.m.
Hice pipí, preparé café y esperé, sin quitarme el suéter de lana, el pantalón del mono de gimnasia y unas gruesas medias con las que dormí, ya que anoche hizo un frío congelante, a que el reloj marcara la hora acordada para la llamada.
Había ajustado los relojes para que zumbaran una hora antes debido a que soy muy flojo para salir de la cama. Lo pienso mucho antes de hacerlo. De hecho pude, bajo reprobación de mi pereza, cuando eran ya las siete de la mañana.
Ni me lavé la cara, porque en mis adentros decidí, una vez lograda la conversación, volverme a tirar en la cama y seguir durmiendo. Las anteriores noches de desvelo se lo suplicaban a mi cuerpo. Fumé dos o tres cigarrillos acompañados por soberbias tazas de café y esperé impaciente.
La pequeñas manecillas del reloj, que siempre andan de carrera, esta vez parecían artríticas, casi paralizadas. No aguanté más y a la siete y veinte marqué el número de su casa, porque, además de la enojosa espera, que me tenía intranquilo, pensé: “Y si hoy decidió salir más temprano para asumir su rol de regidor del destino de esa populosa parroquia me quedaré sin la ansiada conversación”. ¡Coño!, me urge un trabajo. No puedo dejar pasar la oportunidad que me prometió. Como es nuevo en el cargo, al principio ese sabor de poder y de mando lo inducirán, como ocurre con la mayoría de los funcionarios públicos, al menos durante los primeros meses, a madrugar para sentarse en su trono. Al poco tiempo, cuando comienzan a hastiarse y ser atacados por el virus de la rutina, la cual después los conduce al cáncer de la apatía y la corrupción, van cuando quieren y a lo hora que les da la perra gana. De pronto, el pueblo que les dio el poder en la esperanza de que se solucionarían sus problemas, pasa a ser una molesta masa amorfa llena de plañideros reclamos. A los que antes los políticos les mendigaban sus votos llenándolos de promesas, abrazos y besos, ahora los consideran basura pestilente y evitan acercarse a ellos. Y, propiamente, la política es eso: ¡Basura! Y los políticos sus inmundos receptáculos, donde los sentimientos y los principios son un lujo que no se pueden permitir. Como a través de mis años de ejercicio periodístico aprendí que en este país los poderes del estado y sus funcionarios, trabajan así, marqué el teléfono y esperé. El mismo me atendió.
–Hola. Buenos días, José Rafael, es Leonardo –saludé afable.
– ¡Epa!, Leonardito –contestó en tono cordial y cariñoso.
–Te estoy llamado a esta hora y hoy martes, porque así lo habíamos convenido –le recordé.
–Sí, claro. Pero mira, la cosa está aún un poco enredada y estamos haciendo unos ajustes. Todavía no tengo nada, pero llámame el jueves. Llama, por favor. En ninguna forma me molestas. Llama, ¿de acuerdo?
– ¡Claro! Seguro, qué lo haré. Que pases un feliz día –le deseé y colgamos.
Después de tanto tiempo de espera y con esas vanas esperanzas, se me quitaron las ganas de seguir durmiendo.
Me lavé la cara, cepillé los dientes, peiné y, pese a la hora, decidí ir a comprar un par de Kilométricos, ya que anoche la tinta de mi último bolígrafo me dijo: ¡Hasta aquí llegamos! No me quejo. La realidad es que en verdad duran kilómetros de escritura.
Una vez en el abasto compré también un garrafón de agua potable, una caja de cigarrillos y un bistec de hígado, el cual pensaba comerme en el almuerzo con bastantes cebollas.
PAUSA COÑO DE MADRE: Son las 10:26 p.m. de hoy, no de ayer, porque hoy estoy escribiendo lo de ayer (al menos lo que recuerdo), el cual también ligo con el hoy, con el ahora mismo. Puse un CD. de Mijares, el cual tengo sonando mientras escribo y me está atormentando con la canción número uno del compacto, cuyo título es Volverás. Copiaré rápidamente las palabras que golpetean mi cerebro como si fuese una pera de boxeo. Voy… (El aparato de mierda, este que está a mi lado, ahora que me dispuse a copiar la canción no quiere sonar más. Tengo un cruel desafío con el. Primero le doy golpecitos con el bolígrafo (el Kilométrico), luego montones de ellos y si con eso no vuelve a la vida y a sonar, comienzo a hundir la punta de mis dedos en cuántas cosas y tornillitos tiene por dentro. Al final, después su ‘merecido descanso’, ya que lo tengo funcionando día y noche y pese a su impertinencia y el tiempo que me roba para poder seguir con mis garabatos, siempre obedece y vuelve a funcionar. Anoche, como otras tantas, estuve a punto de estrellarlo contra el piso. Hubiese sido un musicidio, ya que habría acabado con la vida de mi bullicioso, pero útil acompañante, que, dicho sea de paso, ahuyentó a todos los grillos y misiles insectívoros que se metían en la cabaña. PAUSA DE SILENCIO DENTRO DE ESTA MISMA PAUSA: Voy a incorporarme de mi asiento y a repetir todos los “procedimientos” para que el bendito aparato vuelva a funcionar y no me deje sólo, no me abandone, porque en silencio sólo escucho el latido de mi tristeza y el lloroso sonido del bolígrafo mientras se abre paso entre las líneas de mi tormentoso manuscrito. Además, le prometí a este Diario unas estrofas de Volverás y no puedo defraudarlo, debo cumplir con lo prometido… ¡Coño!, estas pausas tan pendejas me hacen olvidar el hilo (aunque en mí mente está bastante confuso), la cronología del Diario. Y Volverás habla de: Volverás cuando sepas que no hay más de lo que hay… /Volverás al primer zarpazo de la soledad porque sabes que tú y yo no morimos de amor/Ojalá no sea tarde y empecemos de cero y tal vez nos vaya mejor/Volverás porque somos uña y carne y mucho más/Volverás porque quieras o no quieras soy tu hogar/Volverás de la mano del fracaso y sin disfraz/Volverás sin pedir excusas un día más/Y sabes que morimos de amor/Ojalá no te confundas y no sea tarde/Que empecemos de cero y tal vez nos vaya mejor…
MAÑANA:
Veremos qué pasa. Y es que dudo tanto de ella, no de su entrega, sino de su boca. Tanto, que a veces tiemblo de sólo de pensar que pasaría si Carolina llegara a enterarse que me acosté con ella.
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