domingo, 5 de diciembre de 2010

11 de septiembre (Parte y6).

  Como el temporal había acabado con la alegría de la reunión, Maura y yo regresamos a la cabaña. Serían algo más de las ocho de la noche. Una vez dentro comenzamos a besarnos y acariciarnos y, en instantes, desnudos y haciendo el amor. Aunque estábamos a oscuras, debido a la falta de cortinas Maura temía que algún mirón se asomase a través de los cristales, pero en instantes ese temor se disipó y le dio paso a la pasión y placer desmedido. Yo, que hablo tanto, que soy expresivamente apasionado, estaba casi mudo. Sólo cerraba los ojos y pensaba que el cuerpo que estaba acariciando y penetrando era el de Carolina aunque no existía comparación entre uno y otro. Una delgada y con culo aperlado y la otra voluminosa (Carolina) y con culo achatado. Una (Maura), con senos de adolescente en pleno desarrollo y la otra (Carolina), con grandes y sedosas tetas. Una (Carolina), que me ahogaba con su peso, y la otra (Maura), que la manejaba a mi antojo por su ágil fragilidad. No obstante, y que me perdone quién pueda perdonarme, me la imaginaba. Me imaginaba que estaba haciendo el amor con ella, con Carolina. Por eso le pedí a Maura y ella me complació sin siquiera imaginarse el porqué se lo solicitaba, hacer el amor en las mismas posiciones que lo hacía con Carolina. No era lo mismo. Yo abría y cerraba los ojos en la oscuridad tratando de encontrarla en mi fantasía, de presentirla. ¡Pero coño, Maura lo hace muy bien! Se desvivió en complacerme, aunque yo quería sentir la vulva de Carolina, no la de Maura. Su boca, cuando tomaba mi miembro con ella, no era la boca que yo quería sentir. Sus besos no eran los que yo quería saborear. Me gustó, no lo niego. Fue el desahogo de mi cuarentena y me sentí complacido. Las primeras dos veces que eyaculé, fue la liberación de una carga, la cual también pesa, y mucho, y no te deja discernir con serenidad. Ella también alcanzó los dos orgasmos. Uno de ellos de forma simultánea con el mío porque a gritos me pedía: “¡Acuérdate!... ¡Acuérdate!... Siempre los dos nos íbamos juntos”. El tercero fue un desastre. Maura se inquietó mucho. Creo que presintió algo. Que mi piel le transmitió que no estaba haciendo el amor con ella sino con otra. En su decálogo mental de la buena amante, buscó por todas las formas y maneras que conocía hacerme llegar pero, por más que lo necesitaba, no pude descargarme dentro de ella otra vez. Aunque mi miembro estaba más erecto y duro que la Torre Eiffel, no llegué al clímax porque comencé a sentirme culpable, traidor e infiel. Me consideraba un desgraciado cornudo, un maldito traidor, pese a que en mi fantasía sospecho una supuesta infidelidad de Carolina, que ella lo hizo antes que yo… Ahora me pregunto, ¿si todo fue producto de mi imaginación, de mis desconfianzas y dudas, quién me perdonará ahora?

PAUSA TELEFÓNICA PROLONGADA: Son las 12:37 a.m. del día martes doce de septiembre. Maura me llama y cuenta su agenda, su “historial” de hoy. Comentó que fue a una entrevista de trabajo (ella también está cesante). Por eso ayer, riéndose me repitió en varias ocasiones: “Se juntaron el hambre con la miseria”. Me habló de su entrevista con Rafael Benavides, el vicepresidente de una constructora muy importante, quien la acosa sexualmente. Me dijo que estaba casado y que tenía dos hijas, una de dieciocho y otra de ocho. Que, pese al acoso, mantuvo su compostura. Le expresó que aspiraba setecientos mil bolívares de sueldo. Que fue muy bien vestida, muy ejecutiva. Que mañana tenía otra entrevista en la Siemens. Que le disculpara la hora en que me estaba llamando ya que se había quedado dormida. Después de decir esto bostezó y todo, pero, como la conozco bien, no le creo ni papas. Debe haber llegado en ese mismo instante a su casa o, en el mejor de los casos, me estaba chequeando. Quiera saber dónde estaba. Cuando andábamos juntos lo hacía a cada rato. Temía que me fuese ‘por ahí’ o que la estuviese traicionando con otra. Es muy, pero muy celosa y desconfiada en cosas de los sentimientos y emociones. Después de una pequeña pausa para tomar aire, manifestó que me había comprado comida y no sé qué más. Y, de ahí en adelante, siguió con su interminable blablablá... (¡Qué coño de madre soy! La pobre sigue enamorada de mí pero yo no de ella). En un momento de la cháchara expresó que me iba a cocinar una comida rica este fin de semana y… En ese instante la atajé. Le dije que dejase el apuro. Que no fuese tan impaciente. Que todavía no volveríamos a juntarnos. (Por supuesto, le mentí con eso de que ‘todavía no’. Fue una mentira piadosa. Yo amo a Carolina y la seguiré amando, pero no quería herirla. La veo tan enamorada, tan ilusionada. No se lo merece, mucho menos tan temprano y después de lo de anoche). Le expresé que tenía que esperar mi entrevista (cuando me llamen) con los abogados de Carolina y que en ese preciso instante me estaba tocando el miembro y que me iba a tirar un pajazo con el recuerdo de anoche (se lo dije, más que nada, para desatarla del tema de volver juntos). Ella contestó: “¡Deja la paja!”. Le expresé que era broma, aunque, en verdad, estaba muy, pero muy excitado (sino pregúntele a el). Después de mi interrupción más bla, bla, bla en monólogo interminable y, de pronto, “¡Chao!… ¡Besos!... ¡Cuídate mucho!... ¡Muá!... ¡Muá!... ¡Muá!” y colgó.

  Y yo sigo escribiendo esta pendejada que ya me está desesperando más que el propio desespero que lo inició, ya que no sé cuál ni cómo será el final que Dios y el destino me deparan.
  ¡Qué valiente soy! Tengo los dedos entumecidos, al igual que el cerebro y el alma, y sigo… ¡Sigo escribiendo! No sé qué hora es, pero por los vapores etílicos que inundan mi cerebro y la caja de cigarrillos semivacía, debo estar cerca del preámbulo del amanecer.
  Hoy cometí varias cagadas. Pero no tan grande como la de traer a Maura a la montaña. Por cierto ayer, después hacer el amor y como el temporal había cesado, nos duchamos, arreglamos y volvimos hacia la cabaña de Fernando porque la música a todo volumen y las voces que escuchábamos indicaban que la cosa seguía. Apenas había tenido un mojado receso y nosotros estábamos listos a seguir la parranda.
  Alcohol y cigarrillos. Cigarrillos, alcohol, música y blablablá. Lo montaña se había iluminado. Los desesperados estaban felices y emborrachándose. Yo entre ellos. Quizás era el Presidente ad honorem, el líder de los desesperados, quizás no. Quizás había personas más desesperadas que yo y no lo sabía. Lo importante es que, realmente la pasamos bien y camuflamos muy bien nuestro dolor. Por lo menos mi disfraz, con Maura al lado, era perfecto. Parecía un ser normal.
  Estuvimos compartiendo otro buen rato con nuestros vecinos y luego, después de despedirnos, volvimos a acostarnos y hacer el amor. Ella es una mujer muy ardiente y apasionada, al igual que yo. Ambos somos del signo Aries. Ella es del siete y yo del cinco de abril. Fuego contra fuego y eso que los astrólogos dicen que dos polos del mismo signo se rechazan porque tienen la misma energía interior. En cambio, afirman que los Libras (Carolina) y los Aries, o sea yo, se las llevan a las mil maravillas. Entonces, ¿por qué mi desastre, ignorantes astrólogos?... ¡Farsantes, buenos para nada! ¡Ustedes sólo existen para esquilmar un dinerito a gente de poca fe!... ¡Estafadores de la esperanza!... Eso son… ¿Por qué coño la gente le hace tanto caso a esos maricones de la astrología? ¡Qué coño de expertos van a ser!… ¿Por qué no se meten el dedo por el culo y mientras lo disfrutan tratan de adivinar sobre la inmortalidad del cangrejo y qué le depararan los astros?
  Serían más útiles a la humanidad y a mi mujer, por la que estoy desesperado y muriendo, irse al mismísimo infierno con toda su superchería y cartas. La crédula de Carolina no se despega del televisor cuando esos locos pitonisos (hombres, mujeres y maricones) comienzan desde muy temprano en la mañana a atormentarle la vida a la gente con sus pronósticos astrales.
  ¿Por qué no le hacen la Carta Astral al diablo?... ¡Estafadores!... ¿Saben cuántos planetas orbitan alrededor del sol?... ¿Saben qué están por descubrir otros dos muy distantes que apenas logran distinguir sus siluetas con los supertelescopios? ¿Y sus doce infalibles signos saben por dónde se lo meterán cuándo eso ocurra?... ¡Por el culo!
  Mí Carolina necesita de mucho soporte emocional y espiritual, no de astrólogos. Su ansiedad e intranquilidad la tienen con los ojos cerrados. No le dejan ver la realidad. Yo traté de apaciguar su tormento con mis caricias y mimos… Con mi amor y entrega. Lo lograba por períodos, por largos períodos, pero de pronto, sin saber porqué ni cómo, se volvía a abrazar a una insospechada angustia. Nos comunicábamos. Me comunicaba mucho con ella y trataba con mis limitados recursos psicológicos regresarla a la felicidad, a la radiante alegría. A veces lo lograba y volvía a ser la mujer luminosa y segura de sí misma. No obstante, a veces por el más insignificante y banal motivo, volvía a desmoronarse. Es inteligente, pero muy desconfiada. Tanto, que desconfía hasta de sus capacidades y destrezas. Cree que detrás de cada palabra hay una doble y hasta tercera intención. No distingue ni sabe ver entre matices. Es muy radical. Para ella todo es blanco y negro y así no se puede vivir en paz y armonía. En ese ir y venir de inseguridades, de pasar el suiche y volverlo a subir, se le está yendo la vida en un mar de miserias cuando podría ahogarse en el océano infinito de la dicha y felicidad. Lo tiene todo y no lo sabe y, lo peor, busca el todo donde está la nada.
  Sólo los seres de poca fe se dejan atrapar por la astrología y mí Carolina es una de esas personas. Cree a ojos cerrados en la paja loca de esos maricones que deja meter en casa todas las mañanas a través de la pantalla de vidrio. Es una verdadera locura. “Hoy no salgas… Si eres del signo Libra tendrás un mal día… Si eres Virgo, hoy te lo quitarán… Ah, si eres de Cáncer pronto te aquejarán serios problemas de salud… Y a los de Tauro que se cuiden, porque le acaecerá un grave accidente”, y así por el estilo. El que escucha esa mierda está un poco loco, pero el que les cree se convierte en un peligroso paranoico.
  Esos astrólogos del ‘cajón de los idiotas’ son profetas de la maldad, seres diabólicos, pero más imbéciles son los que creen en sus vagas y banales idioteces carente de toda lógica científica.
  ¡Ah, querida Carolina! Te adoré y aún te adoro. Fuiste la última pasión de mí vida. ¡Mi último verdadero y gran amor! Presiento que te perdí y con ello gané el salvoconducto a las puertas del infierno. ¡Ojalá qué todo esto tenga sentido! Que este Diario tenga una razón que vaya más allá de lo humano y se convierta en una lección para los amantes que sufren y comprendan que el amor es un don divino y no una percepción de los sentidos o una sensación de la carne. Que entiendan que donde hay amor vive Dios y no se puede amar con reservas ni investido de misterio porque sólo se cosechará soledad, peste más terrible que la desesperanza. La soledad es tormento del espíritu y mortal veneno para la mente.
  ¡Moriré de amor, pero nunca de soledad!


SEGUNDO FIN
(Quizás mañana, si aún estoy vivo, comenzaré un tercer fin o la muerte).





MAÑANA:                                                                               

HACIA EL TERCER Y ÚLTIMO FINAL
Nota: Este Diario ya se ha comido seis bolígrafos. Acabo de regresar de comprar dos más.




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