viernes, 26 de noviembre de 2010

9 de septiembre (Parte 6).


  Anoche, pese a la súper borrachera, me acosté con una idea fija en mente: despertar en la madrugada y meterme en el sótano del conjunto residencial donde vivía y anotar la matrícula del jeep.
  A las 4:05 a.m., en pleno corazón de la madrugada, de un salto dejé la cama. Me quité el blue jean negro con el que me había quedado dormido, me puse un mono de gimnasia y zapatos tenis. Lavé la cara, me tomé otro trago que había dejado servido en un vaso y salí. La borrachera casi había pasado. La noche estaba fría y la carretera solitaria, pero llegué. Al fin llegué frente a la puerta eléctrica que da acceso a los estacionamientos. Les di un corto toque de corneta a los guardias. Uno, que al parecer estaba dormitando, abrió sin chistar ni preguntar nada. Mientras con el auto bajaba hacía el sótano me sorprendió una taquicardia, pero seguí. Quería estar pronto frente a mi rival: la Cherokee azul. Esperaba no verlo o, lo peor, verlo estacionado en mi puesto, pero estaba allí, tal como lo vi en la tarde, con la tropa hacia delante. Al parecer no había sido movido. Anoté las placas: NAT 47N y abajo Monagas, el estado donde había sido matriculado. Las dos camionetas, la Explorer de Carolina y la Cherokee, estaban una al lado de la otra. Parecían dos amantes furtivos. ¡Qué rabia!... ¡Qué celos!
  Sólo olvidé algo. Tocar el capó de cada uno de los vehículos para ver si estaban calientes, tibios o fríos. De esa forma sabría si alguno de ellos había aparcado recientemente (en caso de que salieron y regresaron al ‘nido de amor’ de madrugada) o, por el contrario, no habían sido movidos por horas. Esa corroboración la aprendí de la propia Carolina. De esa forma chequeaba, cuando me quedaba sólo en casa, pintando o escribiendo, si había salido o no durante su ausencia. ¡Mujeres!... No obstante, yo debía hacerlo por “causas vitales” y era imperativo, pero fallé. Quizás por los nervios. Era evidente que ella había ido a la peluquería y, normalmente, siempre lo hace cuando tiene una fiesta, reunión o salida nocturna. Si hubiese estado caliente o tibio alguno de los dos, obviamente habían salido a parrandear.

MAÑANA:                                                                                
  Me despedí de ella en sollozo interior porque sabía que también pronto partiría.

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