domingo, 17 de octubre de 2010

23 de agosto (Parte y III).

 Son las 4:25 p.m. según el reloj de mi móvil. Enciendo otro cigarrillo y comienzo a escuchar a Soledad Bravo y ella me dice que La vida no vale nada si cuatro caen por minuto y al fin se decide la jornada… La vida no vale nada si no puedo cambiar lo que me rodea. La vida no vale nada si no es para perecer para que otros puedan disfrutar lo que uno tiene ya…
  ¡Coño, qué carajo! Al menos esta es una canción cubanoide de protesta, que, aunque me afecta por su planteamiento social y humano, no me jode el cerebro con los recuerdos de Carolina. Por ahora, pese a que sigo siendo un revolucionario nato, tengo un problema existencial y de sobrevivencia aún más grave. Estoy librando mi propia revolución, mi propia guerra interior solo, sin más soldados que el silencio y dolor. Las únicas armas que tengo, o me quedan, son un par de bolígrafos viejos y baratos, una vieja agenda y una libreta.
  En mi cenicero cuento ocho colillas, además del que me estoy fumando, que pronto será cadáver de cigarrillo. No recuerdo cuántos cabos bote por la ventana, pero chequeando la primera de las dos cajetillas que tengo, me percato que está por perecer.

PAUSA OBLIGADA: Tengo más de dos horas sin tomar agua. Voy a servirme un vaso. Lo que estoy tomando quema hasta más allá de la traquea.

PAUSA CURIOSA: Un grillito bebé está en el vaso tomando de mí agua. Delicadamente, a fin de no extirparlo con mis toscas manos, lo apartaré para absorber la parte que me toca… ¡Listo! Normalmente cubro la boca del vaso con un CD a fin de no convertirlo en una piscina de moscas y mosquitos. Debo evitar una infección… ¡Es lo único que me faltaría! Lo mismo hago cuando tomo café, pero como la tacita es tan pequeña, encima le pongo la cubierta plástica de un cassette.

  Creo que varias páginas atrás escribía que cuando estaba hablando con Sonia, Robert subió hacia donde estábamos. Entre los chistes que hicimos con motivo de su cumpleaños confesó que estaba llegando al medio cupón, o sea los cincuenta, y que se sentía sumamente realizado ya que había terminado de escribir su tercer libro. Me preguntó que era un machote en términos periodísticos y le expliqué que se trataba de una maqueta, un bosquejo... De un ejemplar de prueba de la revista o periódico por crear y editar. El término se aplica, igual mente, a los libros. También estaba confuso con el significado de prólogo y prefacio que, aunque en definitiva son la misma vaina, cada editor según la edad o terquedad, podrían marcarle diferencias inconfundibles. Literariamente son recursos muy antiguos pero a veces necesarios para introducir al principio de la obra su comprensión y enriquecimiento, más que todo en libros históricos, ensayos... ¡Coño, cómo que estoy lúcido otra vez!... ¿Qué milagro generó este momento de reflexión?... O, Dios, ¿por qué me arrebatas el pensamiento real y luego me sumerges en las profundidades de dolor, de la amargura y el tormento?

PAUSA ALCOHÓLICA: No sé si lo había anotado antes en este Diario, pero confieso que tengo una carterita (recipiente de plata o acero, forrado en piel o no, en el cual se deposita cerca de un cuarto de litro de alcohol, sin importar el grado, marca o color), que una vez me regaló una novia. Rosita se llama y es hermosa, pero tan puta y cariñosa que jamás la olvidaré. La primera vez que estuve con ella, por cierto en ocasión de un partido muy importante de un Mundial de Fútbol, el cual seguí a medias por el televisor del hotel donde nos encontrábamos, quedé perplejo. Después de hacerlo y en ello me esforcé y le imprimí la pasión que sentía en ese momento, ella comenzó a llorar. Me sentí mal, muy mal… Tan mal, que a priori me condené. Creí que había sido un desastre. Atónito, pero reflejando la seguridad en mi mismo que siempre destilo y mucho más en ocasiones difíciles, le pregunté sobre el porqué de las lágrimas. Con una sinceridad viva y espontánea, casi divina, sin dudarlo expresó: “¡Es que tenía mucho tiempo sin saber lo que era un orgasmo!”. Suspire aliviado en mis adentros. Quedé tan satisfecho y estimulado con la respuesta, que lo volvimos a hacer otras tres veces.

  Hoy he tenido algunas divagaciones… ¿Bellas?... ¡No sé!... Me resisto a anotarlas en el Diario… No valen la pena.
  ¡Qué día tan largo y confuso el de hoy, Dios mío! Son las seis y nueve minutos, según mi móvil, el cual reposa silencioso conectado al cargador a la izquierda de donde estoy… ¡Qué mierda es la soledad!... ¡Hasta del color de los mosquitos y alimañas te das cuenta!... Hasta la más mínima sombra es un lugar de ver, observar y explorar… ¡La soledad es muerte!... La peor de las pestes, de las enfermedades, porque no sólo acaba con tu psiquis sino también con tú cuerpo y tú alma.
  La tarde sigue hermosa, tan bella que su luz parece dibujar la palabra AMOR en las nubes. Yo no estoy igual. Todo me da vueltas. Mi cerebro y la voluntad de escribir están en punto crítico, pero quiero y siento la necesidad de seguir escribiendo. Si ceso de hacerlo, quizá muera, quizás ya no exista, quizá todo acabe. Es la fuerza, la de escribir, la única que me mantiene vivo, que me hace sentir que existo. Por eso siquiera, a veces, quiero dormir, porque no se si voy a despertar. Y, si no despierto, ¿quién va a escribir?
  Principios. Modelos de ser. El hombre. Su furia. La maldad. La inteligencia. La esperanza. El amor… Sí, el amor, la única fuerza que mueve al mundo de forma intangible, es lo que necesito… ¡Amar!... ¿Pero cómo, si tengo una espina en el corazón?... Divagaciones estériles… ¡Padre!... ¿Por qué yo?... La sombra se esconde, huye… La verdad sigue prisionera… ¡Ay, miseria, ay vida!…
  Son las 6:37 p.m. Me tomé cuatro cápsulas naturistas de Vitamina A de 25.000 IU (?). Como son aceitosas, es factible que hagan descorres mis manos con suavidad, aunque ahora estén entumecidas.

PAUSA PASIONAL: Anoche estuve llorando mucho, quizás demasiado. Después quedé dormido, no sé a qué hora y soñé que me cantaban Tenerte en mis manos otra vez… No hay derecho a sufrir así… No aguantaré más… Si no regresas a mí voy a morir… ¡La verdadera cagada!... Hasta mis sueños no son nobles, menos sus letras... Pienso y muero en mi silencio, las palabras están muertas, ya no me dicen nada.

  Voy a hacer pipí. Soledad Bravo me está ahora jodiendo con la canción No llores porque te vas ni porque te alejas… ¡Llora mi corazón!... ¡Joder!... ¿Dios, qué te pasa?... Mi premura por desaguar me dejó sin sentido, sin pensar…
  De aquí en adelante, el caos. El No al entendimiento. Le echo la culpa a los 43.5 grados alcohólicos de la ginebra.

PAUSA ESENCIAL: Este bolígrafo también está muriendo, al igual que yo..., pero seguiré, aunque estoy un poco fastidiado… Me estoy tocando… Suave, con ternura… Es que gusta… ¡Qué bonito y tranquilo está!... Es carne que mágicamente toma posición de combate… ¡Qué reflejos!... ¡Qué instintos tiene la carne cuando piensa en otra carne viva!... ¡Cómo toma vida estando muerto!... Una idea carnal me enciende en su fuego... No se si pueda, aunque valor y ganas no me faltan… Me voy a masturbar con el recuerdo de mis noches con Carolina… No, no puedo… Ayer, mientras dormía y estaba excitado, un pelito que se atravesó por el “capullo”, me causó una leve rasgadura y la molestia, aunque la heridita es casi imperceptible, es grande… Me masturbaré sin dolor cuando se me cure… ¡El amor debe estar lejos del dolor!...

  En estos momentos de mi vida no hay algo que me transporte más que la masturbación… Es un viaje y en el viaje me siento fuera de aquí… Es el viaje del viajero solitario… Al cerrar los ojos, es como estar en otra dimensión… ¡Claro!… Estoy en la dimensión del placer, pero en mi caso es como alcanzar algo divino que está más allá de la conciencia, porque toco el momento y sus imágenes, como si en verdad estuviesen pegadas a mi piel… Tanto es así, que todo queda impregnado de su perfume… Es algo más allá, inclusive, de lo telepático, de lo paranormal, porque el calor de su cuerpo y sus suspiros se adhieren a mi colchón… Es algo mágico e inexplicable, pero ¡cómo nos amamos!
  Son mis sueños alcohólicos. No más pausas. No más de nada. Desfallezco y nadie lo sabe y a nadie le importa. Y, lo peor, si muero, nadie se dará cuenta… Siquiera soy una palabra, quizá un momento, un número… En la montaña apenas somos apariciones… Nadie pregunta y si lo hacen todo se olvida.
  Oh, alcohol maldito. Cierra este capítulo. Enciérrame en la noche bendita y hazme ver el día otra vez… Hazme vivir, quiero ver… Tantas cosas quiero ver…
  Son las 12:54 a.m., según marca el reloj de mi móvil. Otra madrugada sin conciliar sueño, sin paz, llena de recuerdos tristes y sin masturbarme.


MAÑANA: …hay un diablo, uno que pulula entre tu yo y la mente             


Diego Fortunato
 
 

Vivo por ella, Andrea Bocelli y Sandy - Videoclip original.

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