miércoles, 29 de septiembre de 2010

26 de julio.

26 de julio.

   Carolina se esconde y no atiende mis llamados. Tengo cinco días sin ver a mi querido Dorian. Lo utiliza para castigarme… ¿De qué?
   Ella sabe que amo en demasía a mi pequeño bebé, por eso trata de herirme sin dejármelo ver.
   ¡Dios Todopoderoso ilumina su distorsionada y maquiavélica mente!
   En la mañana le envié unas líneas, bastante cursis y rimbombante por cierto, a través del correo electrónico de su hermana Angélica, donde supuestamente se fue a refugiar después que abandonó el hogar donde vivíamos. Aunque la casa es de ella, era nuestro hogar. Ese mínimo derecho, de decir “nuestro hogar”, me asiste. En la ventana de Asunto, le puse el título: Palabras… sólo palabras para ti. Esto fue lo escribí:

Carolina:

   Al fin podré alcanzar la inefable y dulce paz en la morada del más absoluto silencio. Sentiré satisfacción en ser humilde. Me consideraré altamente honrado cuando, por hacer obra de Dios, se me castigue. Me regocijaré cuando se me brinde la oportunidad de devolver amor por odio. Venceré el orgullo con la humildad, la ira con el amor, la excitación con la calma, el egoísmo con la caridad, el mal con el bien, la ignorancia con el conocimiento y la miserabilidad del alma con la bondad.
   Adiós, hermosura del cielo. Adiós, estrellas celestes que me conducen por el sendero del bien. Adiós, hijo hermoso, Dorian de mi alma, aunque no esté cerca siempre sabré que la inteligencia de nuestro señor Jesucristo te arrullará en los pétalos de las rosas, en los reflejos de la luz y en los pensamientos amantes de todas las almas sinceras, y yo, tú padre, soy una de ellas. En mi espíritu jamás serás un niño abandonado en la riqueza, porque la verdadera riqueza es la que brota de las caricias del corazón. En mi morarás con afecto en el regazo de mi conciencia, porque, por ahora, no puedo (aunque nunca lo haría con conciencia) lisonjearte con la hipocresía de regalos que en nada ennoblecerán tú espíritu en el futuro. En mi tristeza, hijo mío, seré el gozo callado de la vida que siempre estará presente para protegerte a través de la oración y los sentimientos, no del dinero.

                                                              Chao,

                                                                              Leonardo

P/S: Dorian, ojalá que tú madre, calmado su enojo, apaciguada la ira venenosa que tiene inyectada en su corazón, algún día te muestre este mensaje (sino lo destruye apenas recibido).


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