sábado, 18 de diciembre de 2010

15 de septiembre (Parte 1).

El grueso de La novela fue publicada en forma de “folletines” (por entregas), tal como se hacía en la época de Alejandro Dumas, en esta página principal del blog y se lee a la inversa. De abajo hacia arriba, debido a la forma como comenzaron a ser editadas las entregas. Los capítulos finales los podrá leer al darle un click a la primera pestaña, a la izquierda, del blog.




  Esto si lo estoy escribiendo hoy viernes. Son las 9:05 p.m. y ya tengo unos cuantos tragos encima.
  Pese a la borrachera de ayer, a eso de la una y media de la madrugada de hoy me despertó el ring del celular, no del número nuevo, que sólo lo tienen el doctor Valera y Alfredo Díaz, sino del viejo. Era Maura. Quería saber si hoy, a las dos de la tarde, podría ir a buscarla a su casa. Que prepararía un maletín con ropa y se quedaría aquí, conmigo, hasta el próximo lunes. Bastante adormilado le dije que no sabía qué decirle. Que a eso de las diez de la mañana hablaríamos nuevamente para ponernos de acuerdo. Realmente no sabía qué decirle y no me iba a poner a discutir con ella a esa hora. Tenía mucho sueño. Para mí las una y media de la madrugada es todavía ayer. Mucho más con toda la bebida que tenía metida en el cuerpo.
  Para resumir el asunto, ahora que estoy bien despierto aunque un poco borracho (¡otras vez!), debo decir, a fin de elevar un digno tributo a la verdad, que le mentí a Maura. No la llamaría a la hora que le dije y menos iría a buscarla, como de hecho no lo hice. Hoy quiero estar sólo y, por ahora, así lo estoy. No sé mañana.

PAUSA DE TORMENTA: Se acaba de desatar el segundo temporal con visos de tempestad eléctrica de la noche. El primero fue como a las diez, pero duró poco. Quién sabe cuánto este. Ahora son las 10:55 p.m. y desde que me senté en mi sillita, frente al tablón y al cuaderno del Diario con la finalidad de garabatear algo, lo único que he hecho es beber y escuchar música.

  Los recuerdos de mis días en el tormento, me asaltan por ráfagas. Hoy escribiré sobre ellos porque, aunque desperté a las 5:30 a.m., no he salido de la montaña en todo el día y no tengo desventuras nuevas que anotar.
  Esta mañana, lo único que se me ocurrió hacer después de vaciar la vejiga, fue masturbarme con el recuerdo de Carolina. De cómo lo hacíamos. Aunque no quería, una deleitante sensación electrificó mi cuerpo de arriba abajo, quitándome todas ganas de seguir durmiendo. Entonces, después de hacer pipí, desenrollé apresuradamente bastante papel toilette y volví a echarme sobre el lecho. Me desnudé completamente y comencé a acariciarme pensando en Carolina. A esa hora nadie podría verme a través de la ventana porque todavía era de noche, aunque lentamente el cielo comenzaba su apresurada carrera hacia el alba.

PAUSA DE OTRO TORMENTO: Aunque Deepak Chopra afirme en sus libros que la culpa no existe, yo soy el único culpable de lo que de ahora en adelante suceda con mi vida. Son las 11:35 p.m. y acabo de recibir y atender una llamada de Maura. Está desesperada por venir a La Montaña de los Desesperados. Quiere verme y estar conmigo. ¿Qué contradicción, no?... Grabé parte de la conversación. Me agarró fuera de base y, por mis vapores etílicos, dije cosas inoportunas, aunque siempre digo lo que no debería decir cuando debo decir otra cosa o evadir respuestas y hacerme el loco. ¡Me encanta el trabalenguas anterior!... Soy demasiado confiado. ¡Por la boca muere el pez! Y creo que yo moriré por mi extrema ingenuidad y bocota. Si me acuerdo, después haré y anotaré un resumen de nuestra conversación. Por ahora, me tomaré otro gin y voy a lo importante. Hacia el centro, el corazón, la médula de la existencia de este Diario: Carolina, mi único amor y la masturbada que me eché con ella.

PAUSA DE FUGA: Aunque sé que nadie notó mi ausencia, debo asentar en el Diario que después de escribir el nombre “Carolina” y el asunto de la masturbada, me escapé al lado, a la cabaña de Antonello y Luna. Estuve allí más de una hora. Hablamos de mi, ellos, la vida y la filosofía propia de los borrachos que al expresarla te parece arrechísima, magnífica, una revelación sin parangón, el próximo premio Nóbel de Filosofía, pero al día siguiente, cuando despiertas y estás sobrio, es la propia cagada filosófica. Mañana, si Dios quiere, o más tarde, contaré los detalles, pero ahora, son las 1:00 a.m. del sábado, quiero contar y revivir mi orgasmo imaginario con Carolina… El que comenzaba a relatar antes de estas pausas…

   Retomo la parte del orgasmo…
  Seguí acariciándome sin lograr evolución ni erección. Todavía estaba muy dormido y bastante débil por la borrachera precedente. Mi miembro permanecía inerte, pero mis deseos ardientes… ¡La depresión es maldita! ¡Hasta acaba con la hombría del hombre! Pero, como soy Aries, soy muy cabeza dura y no me doy por vencido tan fácilmente. Seguí tocándome, acariciándome, mimándolo y de repente, como el Ave Fénix, resurgió de sus cenizas y se puso “grande y duro”, como me decía mi amada Carolina cuando lo tenía en sus manos, lista para llevárselo a la boca. Con mis ojos cerrados, vagando en la dimensión del placer, como si Carolina estuviese cabalgando sobre mi miembro erecto, comencé mover la mano de arriba- abajo y de abajo hacia arriba, suavemente, con pasión. Una pasión que poco a poco fue convirtiéndose en huracán desbocado. Mi respiración se aceleró y comencé a entreabrir la boca y mover la cabeza de un lado a otro de la almohada… ¡Qué bien lo estaba haciendo Carolina!... Seguía y seguía cabalgándome como una jinetera del sueño y del placer infinito. A veces soltaba una mano y cambiaba para la otra y durante esos cambios levantaba la mano que tenía libre y en la oscuridad la subía hasta la altura de sus senos, los cuales imaginariamente acariciaba… Quise también alcanzarlos con mi boca, pero no pude y seguí y seguí con furia y pasión, hasta que de pronto lancé un susurrante grito… ¡Ahhhhh!... ¡Ahhhh!... ¡Ahh! y sentí como me venía y casi desvanecía… Mi cuerpo se electrificó de tal forma que creí que ahí, en ese orgasmo, moriría… El rictus de mi cara cambió y mis labios se pusieron flácidos al tiempo que la respiración se entrecortaba de placer. Siquiera solté el miembro y tampoco tuve tiempo de alcanzar el papel toilette… Quedé bañado de mi propio y caliente amor… Así quedé por un tiempo, con los labios semiabiertos, hasta que recuperé la respiración. Al fin logré inhalar y exhalar normalmente. Dejé escapar un suspiro y lancé un beso al viento. Exhausto, moví el cuerpo hacia un lado y satisfecho, maravillosamente satisfecho, me iba a echarme la cobija encima con la intención de seguir durmiendo, pero el frío y ya pegajoso semen recordó que debía limpiarme. Lo hice apresuradamente y boté el papel a un lado de la cama. Pronto el espejismo se esfumó y yo quedé profundo.

PAUSA DE ÍNTIMA DECENCIA: Muchas de las cosas, actos, posiciones, palabras y frases que escuché durante toda la fantasía real en la que me transportó mis recuerdos durante la masturbación, los reservo por íntimo pudor y decencia. No porqué estén salpicadas de aberración, ya que en el amor todo está permitido entre los amantes, sino para preservar la dignidad y esencia de Carolina a fin de que, sin justicia ni conocimiento de causa, alguien se forme una errónea opinión sobre ella.


MAÑANA:                                                                               
  Al rato, alabado sea el Señor, me vi inundado de pensamientos positivos y una gran y serena paz. Sentí como si un ángel se hubiese metido en mi cuerpo y mente para cuidarme. ¡Qué embriaguez de luz y placer divino! El ángel se sentó cómodamente en un agradable resquicio de mi mente y comenzó a interrogarme.
  – ¿Quieres realmente volver al lado de Carolina y tú hijo? ¿Estás seguro de eso? –preguntó con cándida voz, muy parecida a la de un niño de seis años.

¡ATENCIÓN!... ¡ATENCIÓN!... ¡ATENCIÓN!...
A partir del día domingo 19 de diciembre DIARIO ÍNTIMO DE UN DESESPERADO se seguirá publicando en la primera de las pestañas de este blog a fin de darle paso al texto completo de la novela URL, EL SEÑOR DE LAS MONTAÑAS, que quedará a la vista de los blogueros hasta consideraciones al contrario.



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