miércoles, 15 de diciembre de 2010

13 de septiembre (Parte y7).

DIVAGANDO EN LAS PAUSAS…
 
PAUSA URGENTE Y HÚMEDA: Me acabo de tirar un peo y de mi culo no salió sólo aire putrefacto, sino también un salpicón de mierda. Corro al baño a limpiarme… ¡Ya!... Gasté un cuarto de rollo de papel en lograrlo. Mañana lavaré el bóxer, el cual colgué lleno de mierda enganchado a un clavo tras la puerta del baño (no uso interiores en la “casa”). Mañana será otro día. Por lo menos hoy no huelo a mierda. El bóxer se quedará ahí. Tengo tantos gins en mi cerebro, que ya carezco de olfato, gusto y visión. Por eso es que escribo tan enrevesado. Y, si me meto a duchar, seguramente aterrizaré de cabeza al piso y ya no quiero más heridas. Con las que tengo es suficiente. Me disculpo con este Diario por la ‘peíta’ debido a que las últimas diez o catorce páginas de este manuscrito las estoy escribiendo hoy jueves y no ayer miércoles. Mentí porque me faltaban muchas cosas por decir y no encontraba la manera de hacerlo. Mi letra toda ‘roñosa’ se debe a que hoy, aunque aparentemente tranquilo, estoy tan o más descompuesto que ayer. Si a eso le unimos la ginebra y la carátula de un CD que pongo bajo mi mano para que sirva de punto de apoyo a fin de que levante un poco y me canse menos. Soy zurdo y escribo poniendo el cuaderno al revés, o sea mirando hacia el frente, en forma horizontal (torcida) y no vertical, tal como lo hacen los seres normales. De esa forma y manera el ‘peo’ se vuelve más complicado, porque la bendita y lúcida carátula del CD, debido al afinque y la presión que ejerzo sobre ella para poder llegar a la altura del Diario, gracias a su resbaladiza superficie plástica, se me mueve de un lado a otro haciendo que mi mano se atore, se convierta en aún más torpe. No sé si se entiende esta pobre y borracha explicación, pero cuando uno escribe al amparo de Dios y metido en una montaña sin las más elementales herramientas modernas, sino sólo con bolígrafo y papel para garabatear, cualquier cosa puede suceder. Como que una pequeña, pero de apariencia feroz, araña, de repente camine, como Dios por su casa, sobre el papel en que escribes. O que otro bichito cornudo, que no es alacrán, pero que tiene ponzoñas muy parecidas, empieza a merodear amenazante sobre el tablón en el que escribes. Y, lo peor, que una chiripa cornuda y borracha, busque meterse en tu tacita para beberse el gin que con tanto sacrificio compraste. En fin, como el temor se vence enfrentándolo, las mayoría de las noches me a jugar con ellos a fin de salvarlos de la depredadora y mortal luz de la lamparita. La técnica de salvamento que aplicó, a fin de no maltratarlos y salgan sin un rasguño de la cabaña, es la siguiente: coloco la punta del bolígrafo en dirección y muy cerca de donde vienen caminado a fin de que se monten en ese bote salvavidas (a veces es difícil lograrlo) y una vez allí, cuando son pequeños, los sacudo por la ventana con un fuerte soplido, o moviendo impertinentemente la pluma para que caigan afuera, a su verdadera vida, a su hábitat natural. No pasa igual con las inquietas mariposillas y polillas, y no tanto porque algunas sean son muy grandes y de aspecto aterrador, sino por su complicado y circunvalado vuelo en espiral (los científicos aeronáuticos deberían copiar su impecable forma de vuelo direccional). Con ellas aplico el Método del Cansancio. Después de su frenético revoloteo por toda la cascarita, espero que se agoten y se pongan a descansar en el rincón que ellas prefieran a fin de retomar un poco de aliento para luego volver con su danza. Antes de que eso ocurra, me les acerco sigilosamente por detrás y, a fin de no lastimarlas, las agarro con un pedacito de papel toilette, el cual luego arrugo en forma de paracaídas y las boto también por la ventana. Por supuesto, van “enroscadas” en el mismo blanco y perfumado papel en la esperanza de que no regresen y se cieguen, que es lo peor que le puede pasar a una mariposa, o mueran atrapadas en la luz de mi lámpara. La luz para ellas hace el mismo efecto que el sol para nuestros ojos y si se acercan mucho y por un período de tiempo no tan considerable, primero pierden la vista, después enloquecen (¡y, qué yo sepa, no hay manicomio para mariposas!) y finalmente se achicharran bajo sus rayos. Muchos indígenas australianos y de otras latitudes se las comen porque dicen que es un rico manjar lleno de suculentas proteínas… ¡Yo nunca he comido chicharrón de mariposa!... ¿A qué sabrá?... Tal vez las pruebe algún día… Si los locos comen mierda, nada malo sería que un hombre cuerdo coma chicharrón de mariposas.

PAUSA VITAL: Estoy borrachito. Lo único que he comido en todo el día es una sopa de cebollas con arroz que me preparé al mediodía. Afuera hay voces y ruidos. Ya llegaron Fernando y Andreína, los más parlanchines en este paraje de la montaña… No me soporto ni soporto la torpeza de mi mano y mente, las cuales se resisten a continuar por hoy. Despertaré en la madrugada y seguiré, por hoy ¡basta! Menos mal que yo no utilizo metáforas preconstruidas. Mi sólo tormento ya es una metáfora. Por ello digo, o me pregunto: ¿Mí vida es una metáfora plena de tormento o una fantasía del alma?... ¿Tiene sentido o no se entiende nada? Bien, lo diré de otra forma, muy clara y precisa. Mi vida es una poceta llena de mierda, que metafóricamente quiere decir ¡un desastre!... ¡Esa es una metáfora!... ¿O al revés?

PAUSA DE INCOMPRENSIÓN: ¿Por qué todas las canciones, por lo menos las últimas cien que he escuchado, sus letras siempre hablan de desamor, de tristezas, traiciones y olvidos y muy pocas de amor sublime puro y tierno, comprensión y tolerancia? ¿Y es qué el mundo, cantores y juglares se han olvidado que el amor puro existe? ¿Por qué tanta alegoría, tanta exaltación a la traición, a los corazones partidos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Cuál es el norte de la humanidad?... ¿Su propia destrucción? ¿Por qué los cantores no subliman el amor sino el despecho, la aberración de una mente enferma y atormentada por una traición?

  ¿Hacia dónde vamos? ¿Hacia la carencia de fe, hacia la nada absoluta? ¿Al funeral de la espiritualidad? ¿Hacia el suicidio del amor? Si el amor lo es todo. Es fuerza vital y Dios encarnado en nuestras almas. ¿Cuál es el diabólico mensaje? ¿Qué nada sirve y qué todo es podrido y falso? ¿Qué vivimos en un mundo inundado de mierda falaz, hipócrita y superficial? Me resisto a creerlo. No lo acepto. Me pondré en huelga de amor para que la verdad renazca y triunfe en toda su brillante espiritualidad. Y eso que los que no me conocen (y nunca conocerán por su falta de sesos), me califican como un verdadero coño de madre. Soy todo lo contrario. Las apariencias engañan. No soy un santo, ¡lo sé! Pero estoy muy distante de la precariedad de los sentimientos, del amor, la fe, la confianza y el deber ser hacia mí prójimo. Amo a los seres humanos, con defectos o sin ellos, simplemente ¡lo amo! Esa es mi naturaleza.
  Aunque normalmente las PAUSAS que intercalo en el Diario no “admiten” punto y aparte, porque así me dio la perra gana de concebirlas y entrelazarlas con la narración cuando las ‘invente’, hoy, debido a mi pulcra, desvariada y total borrachera, me da la gana de hacerlo, por eso puse punto y aparte y ahora vuelvo a poner punto y aparte, ¡okey!
  ¿Preocupados fantasmas de mí conciencia por mi burda filosofía? Yo lo estaría, por burda que fuese, si piensan, se detienen, únicamente por instantes, a pensar en las absurdidades que constante y conscientemente hacemos los seres humanos y, sin pensar siquiera en sus funestas consecuencias, las repetidos cientos de veces, se darían cuenta, queridos fantasmas, de lo hermosa que es la vida y sus verdades. Todas, inobjetables, como, por ejemplo, la máxima que dice: Haz el bien y no mires a quién y la sagrada, única e irrebatible enseñanza de nuestro señor Jesucristo: Ama al prójimo como a ti mismo. Toda la filosofía de una vida sana, pura y hermosa y llena de amor encerrada en es sólo frase. ¿Qué más se puede pedir o decir?

PAUSA DECIDIDA: Saqué de entre las páginas del cuaderno donde escribo el Diario, mi “procesión” de acompañantes. El recuerdito del bautizo de Dorian y todo lo demás, ya que por su grosor y volumen, no dejaban que la punta de mi ya destartalada pluma corriese con facilidad. Como estoy terminando este tercer cuaderno, pronto comenzaré el “tomo” cuatro.
 


MAÑANA:                                                                              
  ¿Por qué tanto sufrimiento?... ¡Contéstame, Dios!…Tengo tiempo que no peleo contigo, pero ganas no me faltan para comenzar una ya, aunque sé que tu siempre, como eres Todopoderoso, saldrás triunfante y cagado de la risa.




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