lunes, 15 de noviembre de 2010

6 de septiembre (Parte y5).

  La otra noche le regalé a Fernando, mí vecino de la cascarita Nº 19, una oración que escribí cuando viví otros tiempos turbulentos. Antes la imprimía por cientos en la computadora, las mandaba a plastificar tamaño carnet y las regalaba, junto a una pequeña medallita de la Virgen de la Milagrosa que compraba en la Librerías Paulinas, a amigos o a quien creía que la apreciaría o podría serle espiritualmente útil. En la cartera todavía tengo una diez de ellas. Voy a buscar una para transcribirla. (Pausa…)
  Aquí estoy otra vez. La titulé ORACIÓN PARA MITIGAR LAS ANGUSTIAS y dice así: Nada me perturba. Nada me molesta. Nada inquieta mi alma y corazón. A nada le temo. Soy muy positivo. Tengo fe en Dios y en el Espíritu Santo, así como en todos los santos, quienes siempre están conmigo. Tengo buena salud y soy fuerte como un toro. Ninguna enfermedad está en mí y tampoco me podrá atacar. ¡Dios es mi guía! ¡Dios es mi fe! Yo estoy con Dios y Él me protege contra todo mal, sea físico, mental o espiritual.

Amén

Leonardo Vento

  Siempre que me abatía el pesar o sospechaba que me devendría un ataque de angustia, sacaba una copia de la cartera y la leía mentalmente una y otra vez hasta que la ansiedad cesaba.
  Es muy poderosa y le tengo mucha fe. Fue inspirada por el Altísimo. Recuerdo que una vez que iba en el auto hacia un lugar determinado que no vale la pena comentar ahora, súbitamente me dio un ataque de muerte. Me hiperventilé y en cuestión de segundos comencé a sudar copiosamente pese a que tenía el aire acondicionado a frío máximo. Sentí que el corazón quería salirse despavorido de mi pecho. Me asusté mucho, muchísimo. Creí que iba a morir. Temblaba y no sabía qué hacer. Pese a ello, le robé un poco de calma a mí angustia y comencé a rezarla. Con fe, miedo, nerviosismo y bastante atropelladamente la repetía de memoria una y otra vez. Primero mentalmente, luego de viva voz. Nadie escuchaba lo que decía (me refiero a los otros conductores que iban por el mismo canal que yo), ya que tenía los vidrios del auto subidos. Esa repetición constante de la oración, mi oración, evitó un fatal desenlace, una muerte súbita. Desde ese entonces, aunque no ahora, siempre que tenía un ataque de pánico la rezaba. Toda mi familia, amigos y mucha gente tienen una copia de ella. A mí, en su momento y cuando lo necesité, me ayudó mucho. Tanto, que me devolvió a la serena vida. Ahora, durante el martirio que vivo, me ayuda la sabia Biblia y otras lecturas, aunque nunca me desprendo de una copia de la oración.
  A Fernando le gustó tanto, que dijo que haría copias y las distribuiría entre sus amistades. No sé si esa oración consiste en una herejía o sacrilegio, pero la escribí imbuido de una gran fe y amor hacia Dios e invocando su divina protección cuando un día comenzaron a invadirme los ataques de angustia.
  La noche se alarga, se extiende como si fuese plastilina negra sobre la montaña y, lentamente, se aleja. Mientras, como hembra pura y limpia que va al encuentro de su gran amor, la madrugada se despoja de su vestido de raso negro y con mirada de luz, mimosa avanza hacia el nuevo día. Yo bostezo. Danger ladra porque acaban de llegar Antonello y Luna con unos “invitados” desconocidos para su sensible olfato canino. Habrá fiesta en la cascarita 17. Sigo escribiendo al son la música de la radio. Escucho muchas canciones que cantan las penas del amor. Esas de despecho. Pero no me afectan, al menos ahora… Ahora tengo paz. ¿Será que estoy curado?... ¿Qué mi dolor de amor al fin se ha acabado?
  No sé. Esperaré mañana. Esperaré ver qué me depara el mañana. Me muevo en el borde del venenoso filo de la incertidumbre. Eso me inquieta, claro está, pero estoy acostumbrándome a dejarme llevar por ella, aunque en ocasiones me le resisto con furia. “¡Qué pérdida de energía!”, me recrimino a veces, pero mí dolor es más fuerte que mi razón. La domina. De tal forma, que a veces me convenzo, me “autoconvenzo”, que yo soy el dolor hecho hombre… Todo resiste, todo tiene fuerza aún. Mi mente, mi cuerpo y mi espíritu. Espero que siga así. Es la fórmula para renacer, para volver a la vida y alcanzar mi tan añorada, pero no conocida, felicidad.
  Son la 3:00 a.m. Estoy tentado en llamar a la casa y meterme, como vil “ladrón”, en la casilla de mensajes telefónicos. A esta hora nadie tomará el teléfono. Carolina debe estar profunda ya que antes de irse a dormir ingiere una “bomba” de somníferos de alto voltaje. Pablito tiene un sueño muy pesado. Despierta tan temprano para ir al colegio, que comienza a cabecear a eso de las ocho y media de la noche. El servicio, si es la señora Elsa, aunque tiene el sueño liviano no se moverá a tomarlo si escucha el timbre a esta hora de la madrugada…
  ¡Decidido! Lo voy a hacer. Si hay algo que contar, lo anotaré en el Diario. (Pausa…).
  No hubo nada. ¡Cero mensajes grabados o guardados! Será hasta mañana (¡hoy! Más tarde), querido Diario.
  Voy a seguir tomando, fumando y escuchar música hasta que el sueño y el cansancio me arrojen sobre la cama.

MAÑANA:                                                                               
MI EPITAFIO
…mi última voluntad y que nadie se atreva a leerlo al ser encontrado porque lo atormentaré todas las noches mientras tenga vida.

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