jueves, 21 de octubre de 2010

25 de agosto. (Parte II).

  No sé cómo terminará esta noche. Son las 10:10 p.m. Acabo de escuchar un ruido afuera. Me asomé y no vi a nadie. Antonello y Luna tienen su puerta cerrada. Fernando y Sonia aún no han llegado. Tampoco los vecinos que se mudaron anoche. Una abogada y su novio, o pareja… qué sé yo.
  Cerré la puerta, que aún permanecía abierta, y escribí estás líneas. Luego puse Desaires, el CD de Rocío Durcal. Lo escucho. La nostalgia y el desamor invaden cada poro de mi cuerpo. Mi corazón comienza a latir con más fuerza y me embarga una triste sensación. Una gran necesidad de llorar. De golpe el reproductor saltó a la canción Palomo gris, que dice: Vete…Vete… Levanta el vuelo… Yo te quiero feliz. Aunque comienza con estrofas como: Cuando el amor se acaba… Pero cuando el amor termina, se terminan las palabras… Se esconden los te quiero… ¡Qué angustia Dios mío!... ¡Qué lacerante desesperación hace presa de toda mi humanidad!... Mi alma y mi ser me abandonan a la oscuridad más absoluta, pero debo seguir de pie, luchando, entendiendo o tratando de entender qué está pasando en realidad… ¡O confusión amarga, apártate de mí.

  A mí no se me acabó el amor por Carolina. Espero que en ella tampoco. Que sus sentimientos se mantengan puros, que me siga amando y podamos recoger los pedazos rotos, si es que el fantasma de una tercera persona no sea más que una ilusión, una fantasía mía.
  Pensando en ello y sin poner en tela de juicio la integridad ni moral de Carolina, el otro día, el del cumpleaños de Robert, éste hizo un comentario tan lapidario que me estremeció. Estaba hablando de sus padres, de cómo rehicieron su vida y capital después de salir de su Cuba natal. De huir del marxismo-leninismo de Fidel y sus sanguinarias milicias. Contó que se les ocurrió la sabia idea de montar un gimnasio digno y de primera, totalmente alejado de la concurrencia de personas inescrupulosas. Refirió que en esa época la mayoría de los que funcionaban en Caracas estaban plagados de prostitutas, chulos y malvivientes. Los utilizaban como centro de encuentro de rufianes. Eran caldo de cultivo para la “prostitución social y selectiva”, aunque hoy en día, pese a todo al modernismo y discreción, la cosa no ha cambiando. Sólo han cambiado sus personajes y protagonistas. Apuntó Robert que el éxito de sus padres (antes no existía el spinning) consistió en hacerlo muy selectivo. Lo “depuraron”. Sólo aceptaban personas de reconocida solvencia moral.
  ¿Por qué me estremeció tanto ese comentario?... ¡Por Carolina, por supuesto! Ella tiene unos cuatro meses o cinco, a lo sumo, -lapso en el cual se produjeron nuestros mayores encontronazos- haciendo spinning y cambia a cada rato de gimnasio. Ninguno le cuadra o satisface aún. ¿Persigue a alguien?… ¿Qué busca en realidad?... ¿Ponerse en forma o algo más?
  Otra cosa. Robert también aseveró que la gran mayoría de los entrenadores o “profesores”, como les gusta que se les llamen ahora, son chulos, aprovechadores y aventureros.
  Las últimas “intercepciones” y chequeo de las llamadas de Carolina me indican que muchas fueron hechas a centros de spinning… ¡Dios mío!... ¿Qué hay de turbio en todo esto? ¿Será por ello que en la última llamada que me hizo -no la grabé- que duró más de hora y pico me decía y calificaba a cada rato de viejo… ¡Sí, decía que yo era un viejo!... Sigo deduciendo… Sigo pensando… Sigo atando cabos… ¿Cuál fue el verdadero motivo de nuestra separación?... ¿Las ofensas de parte y parte, o qué?... ¿Algo más profundo, más oscuro e insondable?… ¿Por qué en las últimas semanas me decía: “¡Ya verás cómo me voy a poner!”. Se refería a convertirse en flaca, o bajar muchos kilos, porque está bastante pasadita de ellos.
  ¿Habrá caído en la maraña de chulos entrenadores y vividores de gimnasios?... Si es así, ¡Qué Dios se apiade de su alma!
  No puede ser que en su confusión mental no haya respetado nada… ¡Ni matrimonio, ni hijo, honor o decencia!... ¿Será por eso toda la cortina de humo que tendió con lo de las fotos de mis antiguas amigas, las que tenía mucho antes de conocerla? Ella se califica de mujer honorable. Espero que así sea.
  Dios, ¿por qué no me unges con el don de la verdad?... ¿Por qué te obcecas en mantenerme en está horrible oscuridad?... ¡Dios, quiero ver!... ¡Ilumina mis ojos y corazón!
  Son las 10:38 p.m. Mi angustia se reaviva y las esperanzas de una reconciliación se disipan… ¿Qué hacer?... ¿Quedarme quieto y esperar la muerte?... ¿Qué hacer: irme a Aruba y enfrentarme con ella y la realidad?… ¿Hablar con la mitómana de Rosalía y ser pasto de sus viles engaños?... ¿Qué hacer?... ¡Dios mío, apiádate de mí!.... ¿Qué hacer?... ¿Esperar el desenlace del tiempo, de las horas, de la eternidad de los segundos?.... ¿Eso me devolverá la dicha y premiará con la verdad?... No quiero morir sin saber la verdad… Sé que muchos mueren sin saber porqué mueren y tampoco de dónde salió la ponzoña… ¡Lo sé!... Quizás es lo más fácil… Morir sin saber porqué, ni de dónde salió el tiro o la herida mortal que partió de las entrañas del propio cuerpo…Es lo más divino… Es morir como reyes… ¡Qué fácil es morir infartado!... Pero esta agonía… Este daño físico, espiritual y mental es la propia tortura del infierno… En esta oscuridad sólo la música salva mi alma.
  Ahora Soledad Bravo canta: Esperaré que pases lo mismo que yo… Que sientas nostalgia por mí…Que no me separe de ti… ¡Ay, qué dolor aprisiona mi alma!

PAUSA MISTERIOSA: Creo que por mi ventana entró un murciélago. Está cerca de la luz que está a mi espalda. Voy a investigar. Les tengo más asco que miedo, pero allá voy. Falsa alarma. Era una “tarita” chillona (grillo). La agarré y boté por la puerta.
  Como no tengo nada o poco que hacer, menos hoy y a esta hora, me puse a examinar mis manos y brazos. Carolina tiene razón, está en lo cierto: ¡son de un viejo!... Claro, me he demacrado mucho en la montaña. He perdido kilos a granel. Antes era fuerte, relleno y musculoso. Ahora doy pena ajena. Me parezco a uno de esos judíos que sobrevivió a los Campos de Concentración… Parezco salido de los hornos crematorios… No importa… Aún estoy vivo y tengo, creo yo, mis facultades mentales perfectas, casi inalteradas… Sólo el sufrimiento le ha hecho daño, pero no es tan grave e irreparable como para no dejarme pensar y escribir tal como lo estoy haciendo… Sé que algunas veces expreso cosas un poco alocadas, pero es lo que sinceramente pienso y como de aquí saldré, en el mejor de los casos, en una urna, me importa un carajo lo que se piense o no se piense de lo que escribo si alguien, alguna vez, llegase a encontrar este Diario… Escribo para no morir… Escribo para vivir… Escribo para entenderme, no para que me entiendan… Escribo para no pensar, porque el pensar mucho mata espíritu y mente… Escribo porque las palabras que voy garabateando en el Diario tienen vida, sentimiento, dolor…. Y si ellas están vivas yo también…

  PAUSA PREOCUPANTE: Lo de viejo parece ser cierto. Mucho más cuando, a pesar de mi incipiente barba (dejo de rasurarme durante días)… ¡Qué horror!... Además, me salieron bolsas en los ojos… Quizás repletas de esa ordinaria ginebra o por la humedad y los hongos, que me tiene los ojos constantemente irritados y llorosos… No hay dudas… Mi vejentud comienza evidenciarse. Sí, voy hacia el ocaso. ¿Pero ella sabía mi edad antes de casarnos?... Ella, que el 13 de octubre cumple cuarenta y un años, tampoco es ninguna niña. Cuando la jala mecate de Rosalía “aconseja” por teléfono a Carolina (¡qué malévolos mensajes subliminales le manda! Lo digo con conocimiento de causa, porque una noche “atrapé” y escuché durante casi una hora su conversación), no se cansa en decirle que es una “muñeca”, una muñequita linda, y la muy engreída se lo cree. Lo hace para endiosarla y después, cuando lo crea oportuno, esquilmarle un dinerillo o lo que se le antoje. ¡Qué sibilina es la tal Rosalía y que poca autoestima tiene Carolina!... ¡Cosa de locos!... Una vez, irritado por tantas y repetidas falsedades y porque Rosalía la ponía en mi contra, califiqué esa relación “amistosa” de cuasi lésbica. Carolina es Rosalíadependiente. La necesita como si fuese una droga. Sin sus adulancias se desmoronaría. Ella vitalmente precisa que a cada rato le suban la autoestima. No importa de dónde ni de quién provenga. Yo lo hice durante un tiempo, pero me agotó su prepotencia y soberbia. Renuncié a la falsedad y comencé a hablarle con la verdad, como un ser normal. Al parecer, eso la fastidió. Lo que pasa, y de ahí viene la dependencia, como si fuese una droga de alto poder, hacia Rosalía, ella necesita que le suban su ego, el cual se lo pasa en el subsuelo, y la vieja zorra lo sabe. Por eso la mima y le dice muñequita. Tú eres una princesa… Eres bella… Mereces lo mejor, le dice. La muy tonta de Carolina no se da cuenta de que está siendo manipulada y como esa imperiosa necesidad le hace tanta falta como el aire que respira, le prodiga fe ciega a esa celestina.


MAÑANA:                                                                               
“…¡Si esto es lo que esperas de mi vida contigo, mejor es no estar casada y tirar (hacer el amor) por fuera!

Diego Fortunato



Andrea Bocelli y Marta Sánchez. Vivo por Ella.
http://www.youtube.com/watch?v=wyqbpSyLiGc

No hay comentarios: