¡CÓMO QUEMAN LOS RECUERDOS!
Aquí estoy otra vez, garabateando el Diario y, por supuesto, bebiendo y escuchando música por la radio.
Ya resolví por hoy mi problema de subsistencia, o seas las exigencias de mi maltratado estómago. Me preparé un risotto “al caico” (como llaman por aquí a las baldosas rústicas y color rojizo quemado de los pisos de las cascaritas). La receta es simple y me quedó apetitoso. Los ingredientes son los siguientes: un puñado y medio de arroz previamente lavado, 200 gramos de salchichitas de perro caliente (las cuales compré junto a un kilo de papas que estoy salcochando, ya que en la mañana me había antojado de un puré y croquetas, las cuales prepararé después), una cebolla previamente rallada, un cubito de pollo, un toque de passata (pasta de salsa de tomate), un salpicón de orégano, queso parmesano, aceite de girasol o el que se tenga a mano y agua. El primer paso es dorar en una sartén, con un poquito de aceite, la cebolla...
PAUSA: Me está llamando Tania, quien se quedó en casa porque Antonello le prometió barnizarle el closet. Quería que viera a través de su TV los hermosos paisajes naturales que enmarcan la telenovela “Amantes de luna llena”, las cual estrenó anoche un importante canal televisivo nacional y que a esta hora (1:30 p.m.) están repitiendo en su capítulo inicial. Salí, hablamos, vi algunas escenas al tiempo que le ofrecí un poquito de risotto, el cual le encantó. Al rato volví a mi encierro.
Sigo, pues, con la receta: Después de dorar la cebolla, que, precisamente toma un color dorado sucio, se agrega el arroz, el cual también se hace dorar por espacio de un par de minutos. Concluidos estos, se le vierte encima un vaso y medio de agua tibia y una cucharada de passata (de allí, el color rojizo del risotto “caico”). Seguidamente se le espolvorea un poquito de orégano molido, se le desintegra el cubito y se revuelve, preferiblemente con un cucharón de madera. Pero si no lo tienes cualquier cosa sirve, hasta un pedazo de rama, un lápiz o lo que se te venga en gana. Lo importante, eso sí, es revolverlo. Se espera, a fuego máximo, que la parte líquida (el agua) se retire (evapore). Una vez que el cocido esté semiseco, se le echa otro medio vaso de agua a fin de que el arroz quede al dente y se espera a que se seque, que se absorba un poco la parte líquida. Se prueba y si el arroz está en el punto exacto que prefiere tú paladar, ya se puede comer. La mejor forma de servirlo es extendiéndolo en un plato plano y, mientras esté humeante, espolvorearle el queso parmesano. Si es Reggiano, ¡aleluya!
PAUSA: Me siento muy deprimido, me voy a tomar otra media tableta de lexo: Mientras escribo esto estoy maltratando con la punta del lapicero el recuerdito de Dorian y la hojita de la Virgen de La Milagrosa, que están al voltear la página. Las voy a mudar de lugar y poner junto a una fotocopia del Capítulo 13 de Los Corintios, que hace tiempo, aproximadamente dos años, me obsequió un periodista de mi staff de redacción.
En la radio está sondando la canción Corazón espinado, de Maná. Sus estrofas me ponen aún más triste, pero masoquísticamente la sigo escuchando. Es una de las preferidas de Carolina… Cómo me duele estar vivo… Cómo me duele no estar a tú lado…, entona el cantante.
Tomo un sorbo de agua, enciendo otro cigarrillo de las dos cajas que compré cuando fui a buscar las salchichitas y las papas, las cuales, por estar en esto, escribiendo, se me pasaron de cocción, y enseguida empino otro largo sorbo del venenoso y barato gin. Mis ojos se entrecierran mientras el trago pasa.
No pienso en nada, sino en escribir y en soñar que todo pronto terminará, pero el hedor del pupú de Danger, quien defeca cerca de mi ventana, me hace volver a la realidad, a mi vida humana. Ese olor penetra tanto por mí nariz, que me dan ganas de cagar, otra vez, a mí también.
Dejo el cigarrillo en el cenicero y atrás la cháchara insulsa y jocosa que dos amigos míos sostienen en su diario programa radial y me voy a sentar en la poceta. Salió algo, pero no mucho. Primero un insulso pedito, luego una cagarrutica. Tomo el papel toillette y me seco… Otro poco más, lo vuelvo a pasar, y ya… Estoy seco… Me lavo las manos y estoy listo… ¡No, no estoy loco!... Hago esto como una catarsis, un pensar sin estar pensando a fin de no volverme loco. Es un dejar de martirizarme y escribir y escribir todo, todo lo que hago y pienso sin complejos, sin censura y sin importarme nada, porque nada importa ya.
Se acabó el programa de mis amigos y ahora están transmitiendo una canción de Gloria Estefan que se me mete por los oídos. Algunas de sus estrofas dicen: Cómo me duele perderte… Qué delicia tú sensualidad… Cómo fue que tú dejaste de querer… Cómo duele quererte, cómo duele perderte… ¡Qué drama el mío!
PAUSA: Tocan la puerta de mi cascarita. Es Antonello, quien acaba de regresar a la montaña. Atiendo su llamado. Lo veo más desorientado que yo. Me pidió un cigarrillo. Se lo di y le ofrecí un poco de risotto, del que todavía quedaba, pero manifestó que ya había comido. El también está sufriendo mucho, aunque tiene a Tania con sus veintidós añitos, que es todo un consuelo para momentos tormentosos. Yo no tengo a nadie. Sólo mis recuerdos y este Diario. Pero no importa, en la incertidumbre está la libertad y la felici-dad, afirma Deepak Chopra en uno de sus libros. Esperaré y dejaré todo al libre albedrío.
Hace más de una hora las moscas no dejan de fastidiarme.
Volvió a sonar en la radio Maná. Parece que en la emisora saben por lo que estoy pasando y me lo hacen a propósito… ¿Estupideces?... “Cuando te va mal hasta el burro te caga”, dicen por estos lares. Y eso es, precisamente, lo que me está ocurriendo. Parece como si todo el universo estuviese contra mí… ¡Cóño y qué mal he hecho!... ¿Amar con locura y pasión?... ¿Es eso un delito?
Bueno, dejo a Maná jodiéndome con su Es más fácil llegar al Sol que a tú corazón y no se me ocurre mejor idea que empinarme un largo trago de gin a pico de botella… ¡Qué imbécil, soy!, me reprendo, pero como que mi consciente no está muy de acuerdo con mi subconsciente, o quizá, lo reta, ya que segundos después volví a hacer lo mismo.
¡Cómo queman los recuerdos!... ¿Es la mente o es uno?... ¿Por qué pensar?... ¿Es un prodigio o una tortura?... ¿Dónde se fue la razón, dónde están sus límites, dónde fue a naufragar y por qué?... ¿Es la mujer reflejo del diablo o diosa?... No lo sé… El sufrimiento existe y aunque nadie lo pueda palpar, es un arma mortal... ¡Bienaventurados los felices, porque son hijos de Dios, ángeles humanos, ángeles eternos!
MAÑANA:¡Qué mierda es la soledad!... ¡Hasta del color de los mosquitos y...
MAÑANA:¡Qué mierda es la soledad!... ¡Hasta del color de los mosquitos y...
Monica Bellucci - La ragazza piú bella del mondo
No hay comentarios:
Publicar un comentario