jueves, 4 de noviembre de 2010

2 de septiembre (Parte y2).

  Retomo el Diario. No me gustan los finales cargados de tristeza y el mío no será así. Me resisto. No lo acepto. Además, no hay vida sin amor, ni amor sin vida y yo todavía estoy vivo.
  Son la 1:45 a.m. O sea ya es mañana 3 de septiembre.
  Ayer recibí una extraña llamada. Aunque, gracias a Dios, el día transcurrió en paz, una endeble y delgada paz. Pasaron cosas que rescatan y afianzan mi fe. Si bien nunca la he perdido, si extraviado temporalmente. El amor al prójimo abunda por doquier, sólo hay que percibirlo y absorberlo. ¡Gracias, Dios, por hacérmelo ver! ¡Qué bella es la vida cuando a tu paso tropiezas con seres de alma pura!
  Necesito, tanto como el aire que respiro, seguir escribiendo, descargando mi pena, a veces impregnada de furia, otras de desesperanza y, algunas veces, de amor. Lástima que mi intelecto no me ayuda y muchas palabras huyen de mi mente sin que tenga la capacidad de transcribirlas con la dulce sutileza que merecen cuando inundan mis pensamientos. Quizás es tanta la furia que anida mi alma, que mi razón se ciega. El propio egoísmo de mis pensamientos oscurece todo lo hermoso que a veces se presenta ante mis ojos.

PAUSA PREBEODA: La botella está a medio dedo de decirme adiós (tengo otra). Las manillas del reloj siguen imperturbables su camino, sin conmoverse de mi dolor. Sólo les interesa ir en busca del nuevo día. Ellas no piensan. Son mecánicas. ¡Cómo me gustaría ser como ellas!... Mecánico, sin pensamientos que me turben.

  Los sonidos de mi desesperanza retiñen en la noche oscura. Sólo veo un tropel de sentimientos cuyo color huelen a humo y alcohol… ¡Quiero música en mi corazón!... Necesito campanas de paz, no la silenciosa serpiente que alimenta mi desesperación… ¡Besa mi boca, muerte, porque ni tu sentencia podrá acabar con mi pena!
  Hijo, hoy daría la vida por verte… ¡Te quiero ver!
  Estoy otra vez borracho y con mi pluma maltratando el recuerdito del bautizo de Dorian, uno de los pocos que llevo conmigo… No quiero verlo, porque mi alma se irá en llanto… Te voy a mudar unas páginas más atrás… Estoy escribiendo en una pequeña libreta que compré para seguir garabateando el Diario. No tiene fecha ni nombre. Sus páginas están unidas por un espiral blanco, tal como el suspiro de la muerte y la vida.

PAUSA DE PAZ: Son las 2:00 a.m. del día 3 de septiembre. Voy, con el poco alcohol que me queda, tratar de aniquilarme… Sé que ya lo estoy, pero mi corazón sangra y sólo Dios podrá cerrarme las heridas. Si no fuese por Él, el Todopoderoso, hace tiempo estaría ya (acceso de tos) muerto.

MAÑANA:                                                                              
  A veces pienso cosas terribles y después recapacito. Los celos y la inseguridad nublan la mente más lúcida. Mi tormento no me hace ver con claridad, oír ni sentir.

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